sábado, 31 de agosto de 2013

Coherencia contra complejidad

En esta charla, "Thinking Fast and Slow" (min. 20) Daniel Kahneman habla de la manera en que la característica de una buena interpretación (lo que entendemos por una buena interpretación) es su coherencia. Lo mismo podríamos decir de una buena historia—o de una buena persona. Ahora bien, hay una cierta contraposición entre los principios de coherencia y de complejidad, o de coherencia y verdad. Una interpretación satisfactoriamente coherente se aísla en sí misma y crea una realidad virtual con su propia coherencia. Una narración satisfactoria también tiene esa coherencia un tanto ilusoria redondeada por la clausura y la inevitabilidad del ilusionismo retrospectivo.

Naturalmente hay también una tensión entre simplicidad y satisfacción—una historia demasiado simple no nos satisface, tiene a la vez que crear una coherencia entre elementos discordantes e inconexos. Y así se crea una dialéctica compleja, y muy situacional, entre la coherencia de una representación, su relación con la realidad, su complejidad y la satisfacción que produce.

Con las representaciones y autorrepresentaciones de las personas sucede algo parecido. Demasiada coherencia lleva al simplismo y al estereotipo. Demasiada complejidad confunde y desagrada. Y el público es infinitamente diverso (incluido el propio autointérprete)—con lo cual no hay distancia de enfoque adecuada para toda persona y circunstancia.

Eso nos inspira una estética del oportunismo bastante liberadora. De todos modos, como decía el Rey Actor en Hamlet, nuestras palabras son nuestras, pero no nos pertenece a dónde van a parar ni sus efectos.



 
 
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