sábado, 24 de octubre de 2015

La traición del rey "franquista"

Conmemoramos un bochorno tan gordo que ni siquiera se ve. Debe ser este asunto una especie de alegoría práctica de la corrupción del sistema político español. Si no, no se entiende.

No hay que ir más lejos de la Wikipedia para ver la traición de España a su provincia del Sáhara Español, y a sus habitantes, ciudadanos españoles con DNI español.

Es público: lean en la Wikipedia la HISTORIA DEL SAHARA OCCIDENTAL.

El rey Juan Carlos, entonces príncipe, prometió a los habitantes del Sáhara, en presencia y en persona, la protección de España. Y semanas más tarde, como jefe de Estado en funciones, firmó la retirada de las tropas españolas y el abandono de la provincia a los marroquíes de Hassan II y a la Marcha Verde, a la que nunca hizo nada por oponerse.

Pregunta. ¿Hubiera hecho lo mismo este rey con Cataluña? No es una pregunta sólo hipotética; aún estamos a tiempo de ver algo parecido. ¿Tratará  nuestro gobierno a los catalanes como se trató a los saharauis—con una retirada vergonzosa y una venta pública al peor postor?

Llevan cuarenta años contándonos que fue el régimen "franquista" el que traicionó al Sáhara. Bien, pero era un régimen franquista encabezado por el rey Juan Carlos—pues cuando se cedió el Sáhara, Franco estaba inválido y retirado, o inconsciente o muerto, según la fase. Las tropas españolas se retiraron en 1976, pero no por órdenes de Franco. Lo que Franco había ordenado en su momento era dar la ciudadanía española a los habitantes, una decisión que nunca fue desautorizada internacionalmente. Lo que hizo el régimen postfranquista fue algo bastante más vil—primero lo hizo, y después lo tapó durante cuarenta años.

Taparlo lo tapó como se puede, de esas maneras—como se tapa al rey cuando va desnudo. Los medios públicos (y privados en general) han ignorado o disimulado la responsabilidad de España y la directa del Rey en el bochorno del Sáhara, la de entonces y la actual, y siguen haciéndolo. Porque siguen existiendo, el Sáhara, el bochorno, y la responsabilidad.

Hoy mismo, en Radio Nacional, hablaban del tema para cubrirlo de tinta de calamar, viendo que se acerca el 40 aniversario, y le achacaban una vez más la responsabilidad de este asunto "al franquismo".

Pero, ¿qué rey ha inaugurado jamás su reinado perdiendo un tercio del territorio nacional?

¿Qué rey ha cultivado luego durante décadas, para más inri, una "estrecha" e hipócrita amistad con el mismo tirano que se quedó con ese enorme bocado de sus provincias? Es que es lo nunca visto, si se han parado ustedes a pensarlo.

Se deja que se cree un problema, a conciencia y con desgobierno, y luego se bate uno en retirada "porque allí hay un problema."

Pero lo nunca visto es realmente que los españoles esto ni lo ven ni lo sienten. Cuesta creer que este asunto no haya pasado factura al rey Juan Carlos. Pero ahí lo tienen. Encima, se ganó durante muchos años un aura de gran rey y un hacha de la diplomacia española. Si lo hace un poco mejor, nos quedamos sin las Canarias también.

Es de no creérselo, el ver las motos gigantescas que se le venden a la opinión pública en este país. De derechas y de izquierdas, todos encantados con la monarquía. Y quien no esté encantado, no será por este asuntillo de unas ventas de provincias y unas decenas de miles de kilómetros cuadrados y de ciudadanos. Que eran moros mayormente, bah—no españoles de verdad. Lo mismo nos dirían tranquilamente de los catalanes, si en alguna mesa se firma que mejor conviene retirarse de ahí, y que se quede con ese embolado quien convenga. Y los DNIs, ya veremos, que son demasiados. Los saharauis eran menos, y se quedaron sin su nacionalidad.

Esto es política-ficción. Pero a las mayorías parlamentarias españolas se las suele llevar del aro de la nariz con mayor facilidad aún que al resto del rebaño nacional. Así que hagan memoria con el Sáhara. Hay en este país que pisan precedentes de cosas inauditas, que, además, luego desaparecen de la historia. Como en Orwell pero con un sistema aún mejorado: ocultas a plena luz del día, sin que el asunto merezca mayor comentario.




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