miércoles, 26 de octubre de 2011

Globalización y sostenibilidad

 

Cuatro notas sacadas del final de El lugar del hombre en el cosmos, de Fred Spier. Estas obras sobre Gran Historia, sobre el ser humano en el contexto de la evolución cósmica, y de la ecología de los recursos, son muy iluminadoras–ayudan a comprender mejor la historia humana como una historia de organización para uso de recursos, unos tradicionales y otros resultado de innovaciones, inventos y nuevos modos de explotación. Así, por una parte se refuerzan las categorías tradicionales del estudio histórico (el Neolítico y el desarrollo de la agricultura, la aparición de los Estados y de las ciudades, etc.) y, por otra, el nuevo énfasis lleva a replantearse la cuestion de en qué época vivimos. ¿No convendría llamarla, por ejemplo, la Era de los Combustibles Fósiles?

Claro que eso es un único criterio. Otros hablan, fijándose en otros aspectos, de la era de la globalización, pero es que una cosa lleva a la otra. Globalización siempre ha habido en mayor o menor medida, desde que el ser humano salió de África por su propio pie y se fue globalizando sin saberlo. Los imperios antiguos o modernos también "globalizaban" a su manera, que ya desde entonces tiene mal nombre esto de la globalización. Y la Iglesia católica era iglesia globalizada, o aspiraba a serlo. Pero con la potencia de los combustibles fósiles, de la máquina de vapor, del motor de explosión, o de los reactores, la globalización se acelera.  Todo lo existente se acelera. Nuestra agricultura depende de los combustibles fósiles, para empezar, y la estructura de nuestros estados y nuestra economía. Cabalgamos a lomos de combustibles fósiles, y son ellos los que han permitido, indirectamente, por vía del comercio acelerado y del crecimiento industrial, que se produzca otro fenómeno globalizador: la comunicación electrónica, la informática, y la red de comunicaciones global en la que ahora mismo estás—hipócrita lector, a lomos de tus combustibles fósiles. Como quien va a lomos de un tigre, y no sabe qué es lo que lo mueve.

Esto es insostenible.

Lo de los combustibles fósiles, digo—eso es obvio. Los quemaremos, y antes de lo que pensamos, por el crecimiento continuo de nuestra economía. Ver a este respecto el vídeo sobre Aritmética, población y energía, de Alfred A. Bartlett, que transcribo aquí. La duda está en si la humanidad es sostenible. Ese es el interrogante que cierra los últimos capítulos del libro de Spier (como otros—se me ocurre Solar, de Ian McEwan, a este respecto). Que nuestra economía no es sostenible, ni nuestra sociedad, en su estado actual, ofrece pocas dudas.
No está en equilibrio, a pesar de algunas engañosas apariencias, sino en desequilibrio inestable, en avance perpetuo con correcciones improvisadas sobre la marcha. No es un avance controlado, ni dirigido, aunque haya elementos de control y dirección: las medidas económicas y financieras de la Unión Europea, por ejemplo, las que se toman este año para paliar la crisis de deuda, tienen efectos calculados, y otros incalculados–hay que seguir avanzando, y evitando el colapso y el caos. Como buenamente se pueda.

Pero volviendo a Spier. Habla de la informatización como la tercera oleada de la globalización, último paso en el establecimiento de redes de comercio, producción, intercambio, dependencia e información a nivel global:

"La actual revolución en curso de la tecnología informática ha venido a reforzar notablemente todas estas transformaciones Los últimos sesenta años han asistido al surgimiento de una nueva capacidad: la de manipular un volumen de datos electrónicos que no conoce precedentes" (381).


Por una errata dice que esto comenzó en el siglo XVIII—claro, se refiere al XIX, cuando con la red telegráfica se estableció la versión decimonónica de Internet. Y (qué poco se sospechaba en el siglo XX) al tender los cables eléctricos se estaba tendiendo también la futura red de Internet.  Información es energía, a su manera, pues la información permite reorganizar los procesos y rentabilizar el trabajo de modo mucho más eficiente. Así, con una producción bruta relativamente menor, la producción de la era electrónica genera una rentabilidad económica mucho mayor, y así, "En los países pioneros en la iniciación del proceso de la industrialización, el surgimiento de la moderna tecnología informática ha dado lugar a la aparición de un gran número de industrias de servicios. Hasta el momento presente, esta nueva oportunidad de arrancar en cabeza de la comunidad internacional ha permitido que estos países sigan siendo competitivos y que conserven un nivel de vida relativamente elevado" (383)—aunque ahora la formación y producción informáticas ya se extienden por países anteriormente subdesarrollados.

La globalización ha acelerado los procesos de disolución de las comunidades y creencias tradicionales, sus economías, sus costumbres y sus modos de vida, dando lugar a "nuevos sentimientos de inseguridad, tanto entre los ricos como entre los pobres. Y a su vez, la expresión de estas percepciones adquiere muy a menudo la forma de un nuevo fervor religioso." (385-86). La globalización también fomenta la imagen de un mundo no sólo interconectado y mutuamente dependiente, sino también frágil y aislado frente al cosmos. Spier retorna en diversos puntos del libro a una imagen que le impactó, la de la Tierra vista desde el espacio, imagen que "habría de estimular muy notablemente la idea de que la Tierra es en realidad un frágil 'vehículo espacial'" (386). La consciencia ecologista, en sentido amplio, se ve reforzada por estas transformaciones globalizadoras y estas nuevas percepciones de nuestro planeta como un conjunto. 

Y ahí sitúa Spier, de modo reflexivo a modo de self-begetting narrative de las descritas por Steven Kellman, el origen de su propio interés por la Gran Historia, por enmarcar de modo más insistente la historia "histórica" en la historia de la evolución cultural de la Humanidad, incluyendo historia y prehistoria, y éstas en el marco de la evolución de la vida y de la formación de nuestro planeta y del cosmos:

"Estas instantáneas iban a proporcionar un fuerte impulso tanto al naciente movimiento de defensa del medio ambiente como a los enfoques científicos de carácter holístico que por entonces comenzaron a surgir, como la cosmología asociada con la Gran Explosión, la tectónica de placas o la hipótesis de Gaia de James Lovelock—todos los cuales terminarían haciendo posible la presente síntesis de la Gran Historia" (386-87).

Cierto, en parte—Y sin embargo hay que recordar que hay precursores de estos enfoques holísticos que han sido injustamente postergados durante los últimos cien años, cuando podrían haber servido de inspiración para este tipo de aproximación. Spier piensa en Alexander von Humboldt, y yo pienso más concretamente en Herbert Spencer. En Spencer encontramos un esfuerzo por explicar en términos de dinámica energética y de su eficiencia los distintos procesos evolutivos a nivel cósmico primero, geológico después (con la formación de distintos entornos diferenciados en la corteza terrestre), biológico, con una definición de la vida como un proceso energético de especial complejidad e intensidad. Y luego también aplica su principio básico a la cultura, el pensamiento, etc.  Simplista, han dicho muchos—pero también un esfuerzo intelectual titánico, y una perspectiva, la de Spencer, que nos lleva como la cosmología actual, desde una Fuerza indiferenciada en el origen del cosmos, a la generación de complejidad local diferenciada, y luego a la decadencia entrópica de dicha complejidad, y a la destrucción de los entornos locales complejos. Es la historia del universo, en la medida en que la podemos apreciar desde aquí.  Yo, desde luego, no puedo sino recomendar la lectura de First Principles, una obra que en su línea decimonónica podríamos llamar un intento de una "Fenomenología de la Energía", y de sus efectos complejos, incluido el Espíritu.

Los humanos hemos sido grandes acaparadores y gastadores de energía. Calcula Spier que nuestra especie ha multiplicado por treinta millones la cantidad de energía controlada y gastada, desde su origen en una población de unos pocos miles de individuos. Hemos desarrollado también no sólo cantidad, sino calidad—maneras increíblemente diversas, todas únicas, de extraer, almacenar o gastar energía. Este crecimiento tiene un lado triunfante, y un lado alarmante—de ahí la consciencia ecológica de los estudiosos de la Gran Historia. ¿Es sostenible? Ya hemos visto que no en el sentido de estable. La mayor integración informativa y productiva mundial podría resultar especialmente vulnerable a ciertos tipos de catástrofe global—aunque ayude a paliar otras carencias y problemas. Un exceso de organización podría desmoronarse al contagiarse la desorganización rápidamente por las redes globales de interdependencia y de comunicaciones.

"Sin embargo, todavía más serio es el hecho de que todas las sociedades industriales dependan hoy tan notablemente de las menguantes reservas de recursos naturales, y fundamentalmente de los combustibles fósiles. Hasta la fecha, la utilización de combustibles fósiles a gran escala ha posibilitado la consecución de unos niveles de complejidad cultural global inimaginables a costa del declive de las viejas formas de complejidad local y regional." (393-94)

Un nivel de producción sin precedentes, en las sociedades modernas, que es—insostenible. Si toda la Humanidad se volviese Occidente, estaríamos perdidos. Y ese camino llevan, pero no llegará a tanto la cosa. El despilfarro de combustibles fósiles llega a su límite natural, y empiezan los años de penurias graduales, donde habrá que rentabilizar la energía y cuidar más el medio ambiente. La entropía generada por la producción amenaza con ahogarnos una vez alcanzado un nivel máximo de desarrollo.

"Por consiguiente, uno se pregunta si los seres humanos serán o no capaces de inventar un sistema de reciclado de basuras eficiente, y cuáles podrían ser, en caso negativo, las consecuencias. O por expresarlo en términos de la teoría de Gaia que formulara James Lovelock, surge la interrogante de si Gaia procederá o no a eliminar de forma no aleatoria a la especie humana debido a que puede estar socavando las circunstancias Goldilocks [las circunstancias que permiten determinado tipo de complejidad] que su propia continuidad requiere. (395)

Lo de Gaia interprétenlo como una manera de hablar. No necesitamos a Gaia tomando decisiones, cuando están ahí las consecuencias de nuestras propias acciones,

    "we but teach
Bloody instructions, which, being taught, return
To plague the inventor"
—decía Macbeth.  Yo no peco de optimista: Spier sí, pues arguye que

"Podría darse perfectamente el caso de que, a largo plazo, la principal característica de la historia humana fuera la de constituir un proceso marcado por la consecución de una eficiencia cada vez mayor." (397)

No lo refutaré, pues ha sido el caso hasta ahora—pero ha tenido un precio, el socavamiento de las propias condiciones de la existencia a que antes se refería Spier. La eficacia tiene un límite. Y en cualquier caso, aun si respetásemos nuestro entorno ecológico y alcanzásemos un equilibrio con él (cosa que la humanidad jamás ha hecho), hay que tener en cuenta que nuestro entorno no depende únicamente de nosotros, sino de fuerzas naturales muy superiores, que no lo han alterado radicalmente en los últimos milenios, pero que bien pueden hacerlo—y de modo súbito, para nosotros.

La humanidad tiene un límite, y sería optimista ver ese límite en el límite de la energía del universo. Ese límite para el universo existe, desde luego, para la cosmología moderna:


"Según parece, únicamente el universo joven en el que ahora vivimos dispone de suficiente abasto de materia y de energía, y sólo ese abundante suministro alcanza a producir—en combinación con los equilibrios que tienden a generar las fuerzas de la naturaleza—unas circunstancias Goldilocks capaces de conducir inevitablemente al surgimiento de estos tipos de gran complejidad" (406)

—como el autor, por ejemplo. Pero es optimista, decimos el horizonte del Universo. Porque estamos atados no al Universo, sino a nuestro planeta, mal que nos pese, y a pesar de alguna sonda espacial y de muchas películas de ciencia ficción. Se pregunta así pues Spier, al cerrar su libro, por las perspectivas de futuro para la vida y la humanidad en el planeta Tierra.


"A estas alturas nadie se sorprenderá si digo que el destino de la humanidad parece estar íntimamente vinculado con la disponibilidad de materia y energía. No se trata de nada nuevo. Son muchos los autores que resaltaron ya este planteamiento a lo largo de la década de 1970. Y sin embargo, en años posteriores, sus duros mensajes se convertirían primero en materia disputada y caerían después poco menos que en el olvido" (408).

Aún recuerdo cómo hace casi cuarenta años nos hablaban de estas cosas en la escuela de Biescas: de la contaminación, del agotamiento futuro del carbón y del petróleo. El año dos mil aparecía remoto y envuelto en crisis y colapso. Hoy, en la década de 2010, el futuro vuelve a aparecer envuelto en crisis y colapso. Al menos en un duro aterrizaje en el reality principle, conforme toca a su fin la era de los combustibles fósiles. En 1971 Marion King Hubbert denunciaba la imposibilidad de un crecimiento exponencial continuado. En fin, Malthus ya lo había hecho casi doscientos años antes, y se le creyó desautorizado. Y ahora Alfred Bartlett también habla de Hubbert en su conferencia sobre "Aritmética, población y energía". Cuando nos acordamos de él, por algo será: el futuro va filtrando a los profetas. Cita Spier a Hubbert:


"A las personas que vivimos en la época actual y que nos hemos acostumbrado a un constante crecimiento exponencial del consumo de recursos energéticos derivados de los combustibles fósiles nos resulta difícil comprender cabalmente que la era de los combustibles fósiles revela tener en último término un carácter notablemente transitorio tan pronto examinamos un período más amplio de la historia humana. La mejor manera de apreciar la situación es contemplar las cosas en un arco temporal de unos diez mil años, cinco mil a un lado del presente y otros cinco mil al otro. Desde esta perspectiva se constata que el ciclo completo de la explotación de los combustibles fósiles presentes en el planeta se extende quizá por espacio de unos mil trescientos años, con la particularidad de que el principal segmento del ciclo (definido como el periodo en el que se extrae y se quema la totalidad del combustible fósil, salvo la primera y la última franjas, de un 10 por 100 cada una) apenas abarca más de tres siglos." (Hubbert, en Spier 410-11).

Hay quien confía ingenuamente en el ingenio humano para mantener indefinidamente este régimen de consumo. Ingenuity... Ya. Habrá que tener en cuenta lo que dice Howard Thomas Odum, citado por Spier:

"El saber y el ingenio son los medios con los que se consigue que el suministro de energía resulte operativo—suponiendo que se disponga de él—, sin olvidar que el desarrollo y la conservación del conocimiento también dependen de la disponibilidad energética" (410, énfasis mío).

La investigación sobre energías sostenibles, por tanto, no tiene lugar en el vacío—también cabalga a lomos de un tigre, en una carrera contra el tiempo. Una manera de contar esa carrera puede verse en la novela de Ian McEwan, Solar, sobre un decadente científico occidental que investiga sobre cómo hacer la energía solar aprovechable y rentable. Una carrera contra el tiempo, y contra sí misma, en la que está atrapada la sociedad postindustrial. La humanidad sobrevivirá, de alguna manera. Nuestra sociedad actual, hiperproductiva y despilfarradora, es más que probable que no. Tendrá que transformarse radicalmente, a sea-change, y no se reconocerá a sí misma, posiblemente, en la nueva Edad Media sin final determinable que seguirá a la Era de los Combustibles Fósiles. Spier lo pone de manera más interrogativa, como correponde a los interrogantes abiertos:


"En otras palabras, la incógnita a la que nos enfrentábamos [en los 70, pero también ahora] pasaba por averiguar si nos resultaría posible o no disponer de la suficiente materia y energía como para producir la complejidad que deseábamos—y obviamente sin asfixiarnos con la entropía resultante—. (410)


Los modelos informáticos desarrollados por el equipo de Dennis Meadows en el MIT, para calcular la interacción futura de desarrollo, crecimiento, producción y consumo, resultaron terriblemente pesimistas: "en todos los casos observaron que la estructura sistémica se venía abajo. Al final trataron de hallar otras formas de estabilizar el sistema mundial, pero no obtuvieron sino una mayoría de resultados negativos. Sus descubrimientos desembocarían en una serie de turbadoras conclusiones y recomendaciones que deberían ayudarnos a luchar por un mundo más sostenible" (412). Contribuirían las primeras previsiones al informe del Club de Roma de 1972, sobre Los Límites del Crecimiento, que fue un hito en la conciencia sobre estas cuestiones.

Ignoro si Meadows et al. incluyeron en su modelo, me temo que no, las hipotecas subprime y la crisis de la deuda soberana. Datos que no harían nada, supongo, por mejorar sus perspectivas. El futuro siempre tiene la capacidad de sorprendernos, a veces incluso de modo agradable; a la larga, siempre de modo inesperadamente desagradable. 




El concepto de "desarrollo sostenible" (que Bartlett considera una contradicción en términos) fue en cierto modo un avance, y se introdujo en un informe de la ONU de 1987, Nuestro futuro común. Desarrollo sostenible, definen, "es aquel que alcance a satisfacer las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones". (412). Bonito concepto, pero, releyéndolo, hay que decir que el desarrollo sostenible es algo que ni ha existido ni existirá. El desarrollo siempre ha sido insostenible a largo plazo, siempre consumiéndose a sí mismo como un combustible fósil; siempre ha comprometido al futuro y lo ha privado de opciones, y las opciones serán cada vez menores, a pesar del creciente desarrollo de la complejidad cultural e industrial.

No acabo de terminar con el libro de Spier sobre El lugar del hombre en el cosmos. Otro día vuelvo, si tengo world enough, and time.


 
 
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