Vengo de la primera conferencia del ciclo "La especie simbólica", impartido por Agustín Sánchez Vidal. En parte, supongo, es una continuación o expansión de la conferencia sobre El por qué de las ficciones que dio en la misma sala del Paraninfo hace un año, una meditación sobre el valor cognitivo de las narraciones, invenciones, textos y ficciones, que nos convierten en una especie curiosa—el único animal que cuenta historias, decía esta mañana en clase, parafraseando a Roland Barthes. Quizá no seamos el único animal que habla, pero sí posiblemente el único animal que cuenta historias. En realidad la conferencia de hoy no iba de historias, sino de textos, y más en concreto de la línea de razonamiento que liga el contar (contabilizar) al escribir (los primeros textos son textos de contables, además de los textos contables que son las mitologías e historias épicas).
Hay una asociación entre el discurso y el hilo que se enreda en los tejidos (o textos)—una línea de razonamiento que expuso en parte Hillis Miller en Ariadne's Thread. Y yo también en un artículo que tengo sin traducir especulaba sobre cuentos y cuentas, en la sección "Telling":
In order to examine narrativity and retellings, we will proceed first through a reexamination of “telling” as a concept at the crossroads of the interactional and configurational aspects of narrative. “Telling” is giving an ordered account of something, and in many languages the concept of telling (like the word “account”) has both an arithmetic and a linguistic-narrative sense. A “teller” is someone that counts—figures and money, or, in some languages, events. In Spanish, contar has this double sense, to count and to narrate. The same sense lurks etymologically under French conte and raconter (cf. the verbs conter: “tell”; compter: “count”; compte rendu: “report,” “account,” “review”). This double sense, though, is not present, to my knowledge, in their etymological root in Classical Latin, computo, which is purely numerical, with only the root puto providing a link with ‘thought’ in general. And in English, you cannot “count” a story, but only “recount” it—“retell” it, as it were. On the other hand, “tell” is also a (partial) synonym of “say” or “speak” in the sense of “make known through language.” But there are some important differences: we tell (not say) a story, and we say (not tell) “hello”; or again: “He says, ‘Open the door’,” which becomes in indirect speech: “He tells me to open the door.” Note that the sense “to express thoughts by means of the pronunciation of words” is closer to “say” or “speak” than it is to “tell,” although “to speak one’s mind” could of course be used metaphorically for non-verbalized communication. It is significant that Percy Lubbock proposes “showing” and “telling” (not “saying” or “speaking”) as modern English equivalents to Plato’s mimèsis and diègèsis. Still, “telling” discloses the other person’s mind, so that the result of “telling” something is that something which was not known to someone, or which was implicit in someone’s mind, is revealed through communicative exchange. And of course we also “tell” the facts, what happened; telling does not relate primarily to expressing our thoughts.
From another perspective, the numerical order associated with “tell” comes to light in the sequential ordering of discourse, as in “Tell me first what you decided; we can go over the details later…” In narrative, “tell” applies most adequately to a logical cause-and-effect sequence of parts—an action sequence—in which the effect follows the cause as naturally as ‘2’ follows ‘1’, although the order of presentation may well be altered, as it is for the figures in this sentence, or as in stories that begin in medias res. As we have seen, “tell” also suggests that there exists something which is to be disclosed and of which the discourse will be the disclosure: the discourse returns to what is hidden and brings it to light, as in “I have something to tell you.” The element of repetition implicit in “tell” (in the sense of “disclose”) converges with the element of ordered sequence, also present in the word, so that the use of the verb “to tell” foregrounds the narrativity of what is told, its being brought to light in an orderly or sequential way.
Here again, I am emphasizing a major dimension of narrativity: retrospective configuration. For the purposes of this paper (definitions are always definitions for a purpose), I will define narrative as the sequential and retrospective representation of experience as an interpreted/evaluated series of events (i.e. the experiential sequence has been interpreted and evaluated and thereby forged into a sequence of events). This definition leaves open the possibility that events may preexist the actual linguistic configuration of a narrative. For instance, the events may exist as a cognitive tool to shape experience; having been narrativized to a greater or lesser extent before being represented by a given narrative, events may serve to shape experience cognitively. The definition also leaves open the possibility that a previous representation/telling/ evaluation (i.e. a previous narrative) may have been taken over, together with the events as such, by the narrative at hand. Such narratives are then “counter-narratives,” with the differences in configuration articulating significant interpretations or a different evaluative stance with regard to the events on the part of the teller.
But I digress. Sánchez Vidal nos ha llevado al enfrentamiento entre españoles e incas, y a la batalla en la que unas pocas decenas de españoles derrotaron a los miles y miles de soldados del ejército inca... un choque entre dos imperios, pero también entre dos tecnologías, y dos mundos culturales diferentes. El inca fue extinguido prácticamente, y se perdieron la mayor parte de sus tradiciones, de sus historias, de su organización administrativa y científica. Era el mayor imperio que ha existido sin escritura—pero tenían una especie de escritura ideográfica o de contabilidad a base de nudos y cuerdas trenzadas, los quipus o "khipus" que aparecen en muchas ilustraciones; aún se conservan varios cientos. Se ha descifrado su sistema numérico, pero no la manera en que codificaban otros tipos de información—seguramente en estos nudos se encerraban también las tramas de sus relatos, se me ocurre que como auxiliar mnemónico de personajes, episodios y genealogías... pero de eso poco se sabe. Dice un cronista citado en la Wikipedia:
"Son quipos unos memoriales o registros hechos de ramales, en que diversos nudos y diversos colores significan diversas cosas. Es increíble lo que en este modo alcanzaron, porque cuanto los libros pueden decir de historias, y leyes, y ceremonias y cuentas de negocios, todo eso suplen los quipos tan puntualmente, que admiran."
Sí se sabe que los utilizaban también como mapas o planos, para organizar sistemas de riego, trazados de terrazas, calles de ciudades, y acequias... Para Sánchez Vidal son fascinantes como ejemplo de una organización cultural basada en un sistema muy diferente del nuestro, sin escritura, y muy ligado por contra a la fabricación de tapices, tejidos y trenzados manuales que tan vivos siguen aún en las culturas andinas.
Es un caso de texto semiótico, el de los khipus, que desfamiliariza lo que entendemos por textos pero a la vez nos permite ver lo ligada que va también nuestra civilización a la noción de trenzar, ligar, conectar—como conectan los seis grados de separación en las redes sociales, o los hiperenlaces en Internet, como conectan las redes informáticas o las redes neuronales. En el trasfondo de nuestra cultura todavía está ligada la noción de atar (ligar) a tantas cosas–a la trama del relato, decíamos, pero también al texto, tejido de palabras, a seguir el hilo del discurso, a pegar la hebra. Igual que yo con mis etimologías, encontraba el conferenciante una relación entre texto y técnica—vienen de las mismas raíces, y es que las primeras herramientas se ataban, se ligaban piezas con cuerdas—el hombre de Cro-Magnon lo hacía, haciendo herramientas complejas igual que nosotros hacemos ideas complejas ligando dos conceptos mediante una metáfora (de esto no hablaba Sánchez Vidal, sino Mark Turner). También un texto es un techo—proteger o protejer que diría JRJ, es tejer, y hay habitáculos del lago Titicaca, y otros iraquíes del Éufrates y el Tigris, donde empezó a escribir Adán, hechos de juncos y cañas trenzadas. En ellos se pega la hebra, sin duda, también.
Y de esos textos a las fascinaciones caligráficas o vanguardistas con las formas precolombinas, en algunos artistas que desandan el camino buscando diseños que recuerdan a las alfombras y chompas andinas, y también, dice Sánchez Vidal, a los códigos de barras—porque un código de barras en parte se parece a un khipu, como manera de codificar información, y así se cierra el círculo, o se abre otra vez.
Me parece que las reflexiones del autor en torno a los nudos, las redes neuronales y asociaciones de ideas, los textos y los códigos de barras, pueden quizá remontarse a una viñeta de Forges que le debió dejar pensando. En ella salen dos estudiantes cabizbajos del examen, y le pregunta uno a otro "¿Qué te han puesto para el comentario de texto?" —"Un código de barras." —"Me lo temía". Y es cierto que un código de barras da para mucho, como comentario de texto.
También el reloj—y esto me recuerda que se me acaba el tiempo—da para un buen comentario de texto. En el centro de un grabado alegórico de Brueghel sobre la templanza y las artes y técnicas, está el reloj. El reloj europeo es la primera máquina avanzada, dice Sánchez Vidal—esto me recuerda las reflexiones de Julio Iglesias de Ussel sobre el uso social del tiempo, y la evolución de los relojes. De eso hablé en Tecnologías de sincronización. Los relojes de ahora son digitales, pero el reloj medieval mecánico es un reloj ya digital, que segmenta el tiempo en "tic-tac", acuña bits de tiempo, y al hacerlo así lo divide y segmenta, lo genera por así decirlo como una sustancia mensurable y utilizable. Y es el reloj la máquina central de la organización europea del Renacimiento, y su equivalente moderno sería el ordenador, otra máquina de digitalizar la realidad y reorganizarla en tramas ordenadas. Shakespeare también veía en el reloj un texto, y en el texto un reloj, pero esa es otra historia (aunque todas están ligadas).
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