sábado, 12 de septiembre de 2015

Retropost #183 (8 de abril de 2005): Go Go Go Google


Mi bibliografía ya está guglificada. ¿Quién la desguglificará? Espero que nadie. Bueno, pues la historia es esta. Resulta que llevo quince años haciendo una bibliografía a pedales, por el procedimiento de acumular citas y ordenarlas a pulso en listados bibliográficos, con documentos de texto, no con un programa de base de datos, con lo que el resultado visible es más o menos lo que se ve en la bibliografía final de un libro académico, pero que ocupa unas doce mil páginas si se imprime (o igual son veinte mil, no sé). Al principio, pues eso, una inutilidad, un pasatiempo extravagante, yo digo que es mi manera de matar marcianos delante del ordenador, pero pasito a paso ha ido creciendo. Un poco menos últimamente, desde que me dedico a bloguear, o a guguelear, o a blooglear, en lugar de a bibliografear.


Bibliografía impublicable, claro. Bueno, pues van un día e inventan Internet, así que lo primero que hice cuando llegó la red por aquí, hace diez años, fue colgar la bibliografía. Supongo que eso me coloca entre los pioneros en desarrollar recursos académicos para la bueb (gracias a Sergio Salvador y Luis Julve, no por mis propios méritos). Pero vaya. De repente resulta que el monstruo textual era mucho más manejable, comunicable y compatible de lo que había parecido. Pero seguía sin tener motor de búsqueda interno: había que apañarse con un índice. En fin, que todo el mundo me decía, "tienes que pasarlo a una base de datos, así no hay quien lo consulte..." Y yo, "bah, ya acabará inventándose el sistema." Y va y aparece Google. Que no sólo localiza páginas por orden de relevancia, sino que elabora versiones html de los documentos de texto que encuentra en la red. De repente, sin comerlo ni beberlo, ya tengo toda la bibliografía en formato html, sin tener siquiera que utilizar la nueva opción de Word (que también había aparecido entretanto) de guardar los documentos como páginas web; el mamotreto textual se convierte en mamotreto hipertextual. Google ha sido un auténtico fenómeno, reestructurando la Web y haciéndola utilizable: el primer buscador que realmente merece tal nombre (antes, el auténtico buscador era el sufrido usuario intentando pasar la vista lo más rápidamente posible por los cientos de miles de resultados). Mi bibiografía siempre ha tenido un excelente ranking en Google, en los temas abstrusos como teoría literaria, crítica, filología, etc. que son su especialidad.

Pero... seguía sin tener un motor de búsqueda interno, aunque Google la hacía mucho más localizable dentro de la generalidad de Internet. (Por cierto, si Google hace un seguimiento a 8.000 millones de páginas web, una de cada dos millones de esas páginas es alguno de los 4.000 archivos de mi bibliografía: no parece mal ranking).

Esta mañana estaba utilizando Google para otra labor muy útil: detectar el copieteo de los alumnos. Ahora pueden localizar fácilmente en Internet comentarios hechos casi sobre cualquier texto literario que se les ponga como tema de trabajo, pero para el profesor es igualmente fácil luego localizar los párrafos copiados, sobre todo si los estudiantes carecen de la habilidad lingüística necesaria para reformular, reelaborar, cambiar la expresión... ¡claro que si la tienen ya merecen el aprobado! Bueno, pues trasteando con Goooooogle con estos fines, de repente doy con la solución para poner un buscador interno a la bibliografía, un buscador de Google restringido al sitio web de la bibliografía, pero que sigue utilizando los criterios de Google para un buen ordenamiento prioritario de las páginas (con menos eficacia quizás que en la web, porque aquí no se aplica lo de priorizar la lista de resultados según el número de enlaces).

Así que desde hoy mi vieja bibliografía se reencarna en una nueva versión con buscador incorporado. Go ogle it.

Conclusión: a veces no es tan malo como parece el sistema de hacer las cosas a pedales. En este caso ha acabado por aparecer el sistema que me faltaba para convertir la bibliografía en una base de datos automatizada. En el caso del blog, que como se sabe tiene una versión patatera en una web a pedales, y otra versión en una plataforma específica para blogging, Blogia (también de Zaragoza, por cierto), hay que decir que si bien es un poco pesado lo de la duplicación, parece ser un seguro de vida. Hay veces que Blogia no se puede conectar supongo que por sobrecarga; y es un caso que viene pasando con frecuencia, con Diariogratis, Bitácoras.com o últimamente de modo más desastroso con Blogalia (se pueden leer en el blog de Borjamari diversos seguimientos del tema y comentarios sarcásticos al respecto). Un poco de duplicity no viene mal en este caso... ah, y hacer copias de seguridad.








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