sábado, 12 de septiembre de 2015

Retropost #182 (7 de abril de 2005): Suéltalo a ver si crece


He estado en una conferencia de Luis Muíño, el psicólogo que habla en El Hábitat del Unicornio de Radio 5 y a quien ya conocía también a través del blog El Lado Oscuro. Iba sobre la creación de misterios, ya sea espontánea, ya artificial y calculada, y las técnicas de manipulación de las emociones, el interés y la opinión, mediante la dosificación de secretos, el uso de lenguaje vaporoso, los halagos escondidos a la supuesta inteligencia del público, etc. La tesis de LM es que mentir en general es provechoso, porque la gente no investiga, no consulta las fuentes, y las imágenes creadas, en especial si son potentes, tienen un poder de arrastre notable. Los mitos urbanos y leyendas construidas con elementos "que ya suenan" tienden a crecer solos como una bola de nieve corriendo monte abajo. Por el contrario, las narraciones que intentan contrarrestarlos apelando a los hechos contrastables y a lo realmente sucedido son normalmente más complejas, más borrosas y peor calculadas para agradar.

Lástima que no haya habido sesión de preguntas. Me he quedado con las ganas de ejemplificar lo que decía Luis Muíño sobre la manipulación con un ejemplo muy sonado: el atentado del 11-M. Porque podemos decir que "la causa" del atentado del 11-M fue "la guerra de Irak". O que fue "la maldad de los terroristas". O que fue "la incompetencia del gobierno". Etc., etc. Todas son causas, ninguna es la causa.
Un ejemplo bonito de teoría simplista, torticera, interesada, mentirosa, es la que se trasluce estas últimas semanas en muchos medios de comunicación, pero que puede resumirse con esta frase de una tertulia de la COPE: "¿Podemos asegurar que el Partido Socialista tenía conocimiento previo de que se iban a producir los atentados del 11-M? No podemos asegurarlo." Yo también me debato entre las dudas, mira, como Aute:


Ya nadie queda absuelto
del "salvese quien pueda",
del "a río revuelto...
calumnia que algo queda"

("Enamorarse o morir")

Pero algo parecido suele pasar, creo yo, cada vez que se atribuye una causa a un fenómeno: cuando algo se produce es resultado de una conjunción contingente, irrepetible y única, de causas y circunstancias. Cada acontecimiento es único, aunque haya similaridades entre ellos que nos permiten clasificarlos. Cuando esa complejidad irrepetible se simplifica para decir que tal cosa fue LA CAUSA de tal otra, aunque en efecto pueda detectarse una relación causal, la simplificación es tal, y tan engañosa, que la explicación resulta ser una especie de ficción, o de historia que nos cuentan, tan cierta como muchas otras, depende de dónde coloques la lupa. En este sentido habría que entender, creo, la teoría de Nietzsche sobre la manera en que las causas son generadas por sus propios efectos. Moraleja: Desconfía de quien lo tiene demasiado claro. Ver tan claro resulta de una cierta miopía hacia lo que no se quiere ver.







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