domingo, 9 de agosto de 2015

Retropost #118: 11 de febrero de 2005


11 de febrero

Un dato curioso sobre la tan esperada respuesta del Rector. Yo le había mandado un escrito diciendo que de no recibir respuesta antes del día 5 de febrero, pondría el asunto en manos del Defensor Universitario. De hecho lo puse antes, el 31 de enero, para evitar que pasase el plazo de dos años a partir del cual el Defensor inadmite los asuntos. Y al entrevistarme con él unos días después, el Defensor me dijo que esperaríamos a ver si el Rector contestaba "espontáneamente", antes de enviarle un escrito. Lectura entre líneas: que le va a dar un telefonazo al Rector por si quiere contestar sin recibir un escrito del Defensor. Pues bien, llegó el "espontáneo" escrito, el 7 de febrero, con sello de salida del 7 de febrero. Pero con fecha de 1 de febrero. Traducción: "este escrito se hizo antes de que Vd. hablase con el Defensor: es un escrito espontáneo, una respuesta del Rector que se pensaba dar en todo momento, sin ninguna conexión con el recurso al Defensor". Claro, que uno puede suponer, como interpretación alternativa, que los asuntos de palacio van despacio y que el papel estuvo atascado en el paso desde el Rectorado al gabinete jurídico y vuelta al despacho del Rector.... pero no: resulta que me llegó el mensaje directamente, con acuse de recibo, desde el despacho de la asesoría jurídica. Vamos, que ni ha pasado por el despacho del Rector. Incluso podría ser, por matizar lo dicho en posts anteriores, que el Rector ni siquiera conozca la existencia o contenido del escrito, y funcione por delegación entregando hojas firmadas a su asesora. En todo caso, se pasa a firmarlas por su despacho. Y le ponen fecha anterior al escrito para curarse en salud, toda precaución es poca. Bueno, igual me invento cosas y es sólo que se pierden los papeles encima de la mesa. Los míos, desde luego, se les han perdido durante años (oops, se le ha pasado el plazo, qué tonto, mira que no llevarnos a juicio directamente, se ve que no nos conoce).

Hoy pongo un post en Por la boca muere el pez sobre las diferencias entre lenguas y naciones, a cuento de los vascos que no quieren ser españoles y de los valencianos que no quieren hablar catalán. Expanded version:

El llamar a las cosas de una manera u otra es una decisión política, claro; y si el nombre es sólo el habito de la cosa, recuérdese que el hábito hace al monje (no el hábito de fuera sin más, sino el hábito de dentro, el hábito de comportarse como un monje, lo cual incluye el vestirse de monje). Pasa lo mismo que con las naciones. Si en una "zona" los habitantes NO QUIEREN ser de la misma nación que los de al lado, al final no lo serán (no entro en cuestiones de cuántos quieren o no quieren, el problema vasco en suma). A lo que voy es que es una cuestión no de esencia sino de decisión. Si muchos hablantes quieren que su lengua sea una lengua distinta a la del vecino, aunque se entiendan perfectamente, al final lo será, empezando por el nombre en los documentos políticos, siguiendo por convenciones ortográficas y acabando por imponer un estándar lo más lejano posible de la otra lengua. No está claro que eso sea lo que pasa con el catalán o el valenciano, igual es que no están tirando lo bastante fuerte pero quieren parte de las prebendas que les daría la diferencia, y parte de las ventajas que les da la identidad... Si es que no se puede tener todo, ni en política ni en lengua. Pero quien lo intenta, se sitúa en la pole position. No es educado, pero es efectivo.

Y otro post en El hábitat del unicornio, sobre quienes explican fenómenos mentales atribuyéndolos al vudú y quienes buscan explicaciones psicosociales:

A veces nos parece aceptable una actitud o explicación en una persona de una cultura muy alejada de la nuestra, mientras que la misma explicación o actitud en nuestro propio entorno nos parecería obscurantista, lamentable, inmadura o políticamente incorrecta. ¿No estamos así diciendo, en cierto modo, "pobres, déjalos, que así se apañan, la verdad no está a su alcance, y si con esa explicación salen adelante, pues bastante tienen, y si los santeros los manipulan, pues es su cultura y todos felices"? O, en otro orden de cosas, "pues déjalas que sean las esclavas del marido si quieren, es una cosa cultural, no hay que meterse en eso"? Y claro, es cierto, que a mucha gente les supone más ansiedad el cambiarse de marco de referencia que el seguir con sus demonios a cuestas. Pero el que algunos sean incapaces de salir de explicaciones fantasiosas no nos debería llevar a confundir nosotros la fantasía de alguien con la realidad —con nuestra realidad.

Hoy visita al cine de las que se puede ahorrar uno: Closer de Mike Nichols, con un guión basado en un drama del guionista, que debe ser, colijo, parecido al personaje del escritor de necrológicas de la película, el que peor me cae y el más parecido a mí (tampoco tanto, ojo)... Insoportables personajes, insoportables móviles; y lo que es peor, ni siquiera se enrollan los dos tíos, que empiezan ligando uno con otro por Internet y se llevan un idilio homosocial de intercambio de parejas que vamos, se tienen unas ganas... pero no parece que esto les llegue a aflorar a la consciencia, ni a ellos ni al guionista. Le recomiendo que se dedique a las necrológicas.

Malas noticias para el pequeño Oscar (4 años): recibe la información de que se va a morir él también. Hoy ha tomado la decisión de indagar en el destino, de preguntar a quienes lo conocen, y se ha hecho con los datos. No se puede decir que le haya sorprendido mucho, quizá ya se lo olía; lo que sí le ha impresionado es la revelación de que su papá también se morirá.

A los cuatro años uno recibe esa información, que está condenado a muerte, y a otra cosa mariposa. Pero queda el conocimiento, y la muerte se ha acercado un paso más. Hay veces en que sí parece oportuna la pasmada reflexión del obispo de Castellón: "la muerte es la peor enemiga del hombre" (y del nene pequeño, claro).

También se ha muerto un marido de Marilyn. ¿Más necrológicas? La de todo el mundo: The dead and still. The still living.






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