martes, 28 de julio de 2015

Todo ceremonia, todo teatro

La sensación de verse atrapado en un mundo teatral, en el que todos llevan una máscara, nos invade a veces. Es una experiencia a la vez rara y potencialmente común, que puede llegar a extremos sofocantes y excepcionales, pero que acecha tras el trato social ordinario de cualquiera, pues se halla inscrita en la estructura misma del trato social—por eso es el teatro tan central a la vida, porque la vida es teatro continuo. 

La forma acusada o patológica de este fenómeno pertenece a los ricos y poderosos en primer lugar, pues es en las cumbres de la sociedad donde se viven en estado puro o extremo algunos límites de la condición humana, experiencias que sólo amagan o se dejan intuir sólo por momentos en la vida cotidiana de la mayoría de la gente. Lo describe Montaigne, en su ensayo "De la desigualdad que existe entre nosotros" (I.XLII), y lo vivía Hierón:

Mas duélese sobre todo Hierón de verse privado de toda amistad y trato mutuo, pues en ello reside el fruto más dulce y perfecto de la vida humana. ¿Pues qué prueba de afecto y buena voluntad puedo obtener de aquel que me debe, quiéralo o no, todo cuanto puede? ¿Puedo acaso tener en cuenta su hablar humilde y su respeto cortés, dado que no está en sus manos el negármelo? No son honores los honores que recibimos de aquellos que nos temen; esos respetos son debidos a la realeza y no a mí:

           maximum hos regni bonum est,
    Quod facta domini cogitur populus sui
    Quam ferre tam laudare.
    [La mayor ventaja del que reina es esta:
    que el pueblo se ve obligado
    tanto a soportar los hechos de su señor
    como a alabarlos. SÉNECAThy. 205-208].

¿Acaso no veo que tanto tiene el rey cruel como el buen rey? ¿Aquel al que odian como aquel al que aman? Con las mismas apariencias y la misma ceremonia servían a mi predecesor y servirán a mi sucesor. Si no me ofenden mis vasallos, ello no es prueba de ningún buen sentimiento: ¿por qué habría de tomarlo así, puesto que aunque quisieran no podrían? Nadie me sigue por la amistad que entre él y yo existe, pues no es posible trabar amistad habiendo tan poca relación y correspondencia. Mi altura me ha puesto fuera del trato con los hombres: hay demasiada disparidad y desproporción. Síguenme por las apariencias y por la costumbre o, más que a mí, a mi fortuna, para acrecentar la suya. Todo cuanto me dicen y hacen, no es más que fingimiento. Al estar limitada su libertad por todas partes, por el gran poder que sobre ellos poseo, nada veo a mi alrededor que no esté encubierto o disfrazado.


El drama de Hierón en su trato con los demás es, en cierto modo, el que todos tenemos. Los demás no son libres en su trato con nosotros. Al estar limitada su libertad por todas partes—y la nuestra— nada vemos a nuestro alrededor que no esté encubierto o disfrazado. Nada que no sea, incluso, encubrimiento o disfraz, sin nada debajo.

 


 
 
 
 
 
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