Del hombre se dice mucho que es un ser social; se dice menos que es un depredador de sociedades humanas. A los demás los deshumanizamos selectivamente, según dicta la ideología de nuestro grupo, nación o religión. Comentario que pongo a una reseña que aparece en Tercera Cultura del libro Menos que humanos sobre el estudio científico de la deshumanización (Less than human. Why we demean, enslave, and exterminate others, de David Livingstone Smith; St. Martin’s Griffin, 2012):
Somos hijos de la guerra. La estructura de nuestras sociedades, de nuestra organización para el trabajo, de nuestros ideales e ideologías, se ha visto fuertemente condicionada por la necesidad de imponerse frente a otros grupos sociales. El ser humano es un ser social, por lo que podría parecer que la deshumanización va en contra de su naturaleza; ahora bien, las prácticas de altruismo y cooperación se dirigen únicamente a quienes veamos como miembros del mismo grupo. Y la historia de la humanidad es la historia de la redefinición de esas líneas, pasando de la banda de cazadores-recolectores a la tribu nómada, al asentamiento neolítico, a la ciudad-Estado, al grupo religioso, y a los Estado modernos. Con el ideal de la humanidad multicultural y globalizada apuntando en tiempos recientes. La historia de estos grupos ha sido siempre la de la explotación de otros grupos. El hombre es un gran explotador de recursos naturales; de otras especies, y también de la propia. El trabajo ajeno, y eso lo sabía Marx, es el principal recurso a explotar. Eso se hace o bien exterminando a la tribu vecina, o bien esclavizándola, o bien colonizándola con estrategias diversas, militares y comerciales. La explotación directa de otro grupo social, para su exterminio o subyugación, es uno de los comportamientos que han sido primados por ese proceso de selección natural que llamamos prehistoria, y luego historia: una historia de guerra, de grupos de defensa propia y de ataque eficaz, y de estrategias de alianza para seguridad mutua... y explotación de un tercero. Esa es la esencia de la historia, y de la organización social humana. Por tanto no es de extrañar que la abyección del otro, la deshumanización de la tribu de bárbaros, o de los salvajes, o de los indios, o de los paganos, o de los judíos, etc., haya sido una estrategia fundamental, y que se haya visto primada por los éxitos que da a la hora de potenciar la cohesión del grupo propio y eliminar elementos de empatía que podrían dificultar la explotación eficaz del otro, o su exterminio rápido, llegado el caso. Es una estrategia de comportamiento social que ha sido seleccionada por la selección natural, uno más de sus productos colaterales desagradables. Al parecer, el libro de David Livingston Smith enfatiza los aspectos exaptativos, la cognición de grupos como categorías. Y algo de eso hay, pero hay que explicar por qué se elige la estrategia de abyección. A mi entender es para potenciar la cohesión y solidaridad de grupo, hacerlo más competitivo, como ya señaló Darwin en El origen del hombre, y también para gestionar ventajosamente (para el grupo) los instintos sociales y empáticos, quiero decir desactivando los mecanismos de empatía.
Ahora bien, hay que puntualizar dos cosas:
- Que la estrategia de la abyección y la deshumanización es una construcción evolutiva tardía, menos enraizada en la psique humana que los instintos básicos de reconocimiento del otro como humano. Es una "segunda capa" de identidad socialmente transmitida, que por tanto es susceptible de ser modificada, si no en una generación sí con la influencia de otras culturas y circunstancias cambiantes.
- Que tan importantes como las estrategias de abyección del otro son las estrategias mentales y estructuras sociales (tribales, ideológicas, religiosas, etc.) que permiten reorganizar estratégicamente el mapa de las alianzas y de las enemistades, para convertirse llegado el caso en aliados circunstanciales de los enemigos abyectos, frente a un tercer peligro más urgente que amenaza a los dos conjuntamente.
Como en tantas otras cuestiones, aquí la batalla se libra en el campo de las representaciones del otro, y de los esquemas narrativos que describen la situación en la que nos hallamos (el derecho, la guerra, la ofensa, el peligro, la alianza, la justicia, etc.) y las acciones a emprender, con ellos o contra ellos. Una cosa que puede ayudar a tomar buenas decisiones es la reflexión sobre los motivos y los procesos de estas alianzas y estas abyecciones y deshumanizaciones.
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