lunes, 29 de noviembre de 2010

2 Days in Paris



Viendo hoy una comedia "romántica" por así decirlo, 2 Days in Paris, escrita, dirigida y protagonizada por Julie Delpy, con Adam Goldberg como su parejo (aquí trailer en IMDb), y los padres de Delpy como los falsos suegros. No es peor que las de Woody Allen. Un cápol de francesa y norteamericano, neoyorkinos, pasan un par de días por París y allí atraviesan por la crisis que decidirá si se separan o se refuerza su relación. Al final pasa lo segundo, aunque toda relación de pareja parece precaria en esta película, sobre todo porque el humor se articula en torno a la promiscuidad de los franceses y de ella en particular. La francesa se encuentra sucesivamente con toda su colección de exes y le provoca un choque cultural al americano que creía que iba de liberal liberado por el mundo. Ella ve normal mantener una relación de amistad con los  X, Y, Z... Para él, si se rompe es adiós muy buenas radical y para siempre. Lo más divertido de la película aparte del culture shock  y choque de personalidades es cómo sus diálogos están la mitad en un francés (coloquial) que no entiende para nada el americano, con muchas de las escenas transcurriendo así en dos planos, o despertando suspicacias infundadas en el maromo, que de todo tipo de escenas hay. Pero el bilingüismo no la hace más fácil de seguir.

Podría ser ésta (quizá junto con Eternal Sunshine of the Spotless Mind) el modelo y arquetipo de película para estudiar eso que Giddens llama el tipo de relación amorosa típica de nuestra modernidad, el confluent love, la pareja que tiene que estar trabajando constantemente la comunicación para mantenerse a flote en una sociedad donde las relaciones personales amenazan con ser transitorias, no parejas con una presunción de duración sino una confluencia entre individuos que dura lo que dura el interés o beneficio que sacan uno de otro. El interés hay que trabajárselo, y el proyecto común dura lo que dura la voluntad de dedicación mutua a la "relationship".  Aquí parecen los dos vagamente antiniños, o al menos no muy interesados en la cuestión—más dedicados a mantenerlos a raya que a cimentar la pareja con ellos, por cierto... así que eso, muy sindromática de la generación peter pan, que ya andan cerca de los cuarenta pero siguen teniendo un trato estudiantil entre ellos, probablemente hasta que pete la relación. El mensaje explícito es que no se habían conocido de verdad, y que evitaban enfrentarse al pasado respectivo (o al de ella quizá)—que a París van no  a pasar unos días fantásticos sino a aprender, un tanto a su pesar, que una relación se debe basar en la aceptación y la confianza. En todo caso, mejor si vuelven esta pareja a NY, que está claro que muchos días más de París serían una tensión excesiva. Si quieren romper, siempre les quedará París. Ya decía T.S. Eliot que el hombre no puede soportar demasiada realidad—y es cierto que no puede, ni solo ni en compañía.


 
 
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