miércoles, 5 de mayo de 2010

Una sombra, una ficción



En apenas unos minutos me voy para Santiago de Compostela, no de peregrinación, sino de oposición. Aunque igual me contaría algo el año santo, si fuese in the right mood. Pero estoy más cansado que otra cosa. La vida es sueño a estas horas de la mañana.

Aunque no quiero irme sin dejar constancia de la excelente conferencia que oímos ayer la Dra. Penas y yo, en la ex-capilla del Paraninfo. La daba Agustín Sánchez Vidal, reciente emérito-jubilado de nuestra universidad, y fue realmente memorable, redonda como pocas las he oído u oiré. Se titulaba "El por qué de las ficciones" —o "para qué sirven las ficciones"... me falla la memoria. Pero fue, además de amenísima y eficaz, un repaso memorable a la cuestión de la creación de ficciones, su sentido y su evolución, desde las pinturas en las cavernas, o más aún, desde las neuronas espejo, hasta las ficciones literarias clásicas, la gran ilusión del cine en el siglo XX (en la caverna iluminada) hasta las narraciones interactivas, los e-books y la SGAE. Y el problema de la dinámica cultural y el mercado, la industria que reduce las cosas al nivel vendible y sin embargo logra grandes obras, las dificultades inherentes a la cultura elitista, minoritaria, o a la subvencionada.... el cambio de paradigma a que nos lleva la evolución de los medios, y la nuestra. Todo bien hilado, bien trabado, y tan resonante con las cosas que me traen a vueltas (a mí y a otros muchos) estos últimos años, que fue realmente un caso de oft was thought, but ne'er so well expressed. O más bien, como diría Samuel Johnson, un caso de algo que debería haberse pensado así antes, y que estaba de algún modo en el aire, pero que encontró su expresión memorable allí, en esa sala de conferencias. Espero que lo publique pronto Sánchez Vidal.

Resultó ser una conferencia muy informada no sólo por los conocimientos históricos y estéticos que asociaba yo con Sánchez Vidal, sino también por las nuevas tendencias cognitivistas, evoucionistas y neurocríticas en lingüística y en poética. Ya decían por ahí que las mentes más alertas intelectualmente están actualmente atentas a este nuevo paradigma. Así que nos remitió el conferenciante a las teorías de Terrence Deacon sobre el desarrollo de nuevos circuitos cerebrales asociados al lenguaje, sobe la interacción de lenguaje y desarrollo cerebral, y sobre el surgimiento único en la especie humana del símbolo, ese signo que permite la arbitrariedad de los significados y el desplazamiento—la desconexión entre el signo y su ocasión (algo que no pasa ni en el icono ni en el indicio). Así permite el símbolo la generación de mundos virtuales—en la caverna iluminada del cerebro. Las ideas, algo que ningún animal tiene—ideas humanas, asociadas a la manipulabilidad de los sentidos hecha posible por el lenguaje y por el universo simbólico que empezamos a externalizar... pintándolo en las cavernas. No sólo Deacon, sino Jaynes, a Brian Boyd y a su análisis cognitivo de la Odisea en On the origin of Stories... A todos los repasó y combinó magistralmente Sánchez Vidal; hasta a Bickerton pensaba yo que estaba a punto de citar, hasta tal punto me leía el pensamiento, the echo of our mind. Del blanco de los ojos nos habló, que señala la mirada y potencia nuestra intersubjetividad. De la apofenia, que llena el mundo de sobreinterpretaciones y signos ominosos. Puestos a interpretar el mundo, lo sobreinterpretamos, lo cargamos de sentido, una logorrea del signo: y de allí surgen dioses y otras mythologies.

Un libro importante, el de Boyd, convengo aquí con Sánchez Vidal. Es curioso que ayer mismo venía yo explicando en clase de crítica muchas de estas cuestiones, no a cuenta de Boyd sino de Northrop Frye. También éste buscaba, hace cincuenta años, un centro de gravedad permanente (Battiato dixit) para su teoría literaria, y lo hallaba en la antropología y en los arquetipos del inconsciente. Que tienen mucha relación, cómo no, con esa nueva lingüística cognitiva de los esquemas corporales y perceptuales básicos. Con la filosofía cognitiva de Mark Johnson, The Body in the Mind, y también con la teoría de la fusión y extensión de esquemas cognitivos, la metáfora como herramienta del pensamiento, en Lakoff, Fauconnier, y Turner.

Frye proponía que la crítica necesitaba un principio que le permitiese hacer afirmaciones contrastables, no arbitrarias; una base conceptual coherente que la transformase en ciencia, como había sucedido en biología con la teoría de la evolución. Y la analogía no era gratuita. Para Boyd será el evolucionismo darwiniano, precisamente, quien proporcione esa fundamentación. Y que a la vez proporcione un paso hacia la consiliencia, hacia la integración cognitiva de las humanidades y las ciencias de la naturaleza. Algo que sin duda está más allá del horizonte de Frye: éste aspira más bien a una fundamentación intrínseca de la ciencia literaria, que encontraría en sí misma sus propios criterios, sin edificarse sobre otra ciencia. Así pues, Frye no llegó tan lejos, pero señaló el camino: la literatura descansa sobre el mito y el ritual, y el ritual y el mito están allí para coordinar la vida en sociedad que crea la comunidad humana, y que garantiza la estabilidad del lenguaje que nos permite comunicarnos. Darwin era para Frye una analogía, tentadora: para Boyd, que comienza su libro sobre On the Origin of Fictions con Darwin, y con esa cita de Frye, el evolucionismo no es una analogía útil y orientadora, sino un paradigma en el que fundar la ciencia de la literatura, que es (no podía ser de otra manera) la ciencia del lenguaje y la ciencia de cómo nos hicimos humanos.

Junto con los símbolos, fundamento del lenguaje, están las metáforas, garantía de su fluidez y crecimiento. Pues el lenguaje, como dijo Emerson, es poesía fósil. Con las metáforas se expande y conquista nuevos ámbitos cognitivos, desarrolla posibilidades de manipulación del sentido y de expresión. Y una metáfora es una ficción, como lo es (en un cierto sentido) una narración que identifica una línea de causa y efecto, y así ordena el tiempo y da sentido al mundo. De esas ficciones cargados. En última instancia, las ficciones son lo que nos libera la mente de su apego a la realidad estricta y nos hace concebirnos como seres posibles, trazar planes, hipótesis.... narrarnos: soy un fue, y un será, y un es cansado.  A estas alturas. O, en otra línea, nos permiten imaginar, lo que podría haber sido. De esas sombras y ficciones está hecha la sustancia humana, y lo dijo Calderón, "yo sueño que estoy aquí / destas prisiones cargado / y soñé que en otro estado / más lisonjero me vi / ¿Qué es la vida? Un frenesí / ¿Qué es la vida? Una ilusión / Una sombra, una ficción, / Y el mayor bien es pequeño / Que toda la vida es sueño / Y los sueños, sueños son"...

A la salida nos encontramos por sorpresa con MJ y su hermana. Las saludamos un momento (la vida te da sorpresas...) ...y luego volvimos a casa a cuidar a los niños. MJ— y lo que podría haber sido. Vidas imaginarias en una dimensión fantasmal, en ficciones también vivimos. Al final nuestra vida acaba girando en torno a unos pocos signos y unas pocas ficciones a las que volvemos y volvemos, buscando también nosotros un centro de gravedad lo más permanente posible. Y así volvemos siempre a los clásicos, a los clásicos y a nuestros clásicos, que también nos ayudan a orientarnos. Aún recuerdo cuando en el instituto hace treinta y tantos años leíamos en clase La Vida es Sueño de Calderón—A mí me tocó hacer de Segismundo, y a Beatriz (otra Beatriz) de Rosaura, aún me parece que la oigo:

Hipogrifo violento,
Que corriste parejas con el viento...



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