viernes, 20 de noviembre de 2009
El hispanismo británico y el debate sobre la guerra civil
Notas sobre una conferencia de Ángela Cenarro (U de Zaragoza) en el seminario sobre "Hispanismo e historia en el mundo actual" (Biblioteca María Moliner, U de Zaragoza, 19/20-N 2009). Una conferenciante que ha publicado diversos libros y artículos sobre la guerra civil y posguerra, y sobre los hispanistas británicos; y que ha realizado estancias en la London School of Economics (en el departamento de Paul Preston, de donde guarda grato recuerdo), y en el Remarque Institute de la Universidad de Nueva York.
El hispanismo no es una disciplina rígida o perfectamente delimitada, pero sí una forma de trabajar que requiere una metodología y un rigor, una formación experta en lengua, literatura o historia, aunque los hay fuera del ámbito universitario. Hay una cierta identidad de colectivo, de participación en un ámbito experto y una serie de foros e instituciones, y por supuesto un gusto por el estudio de la lengua, historia y cultura española. Nos centraremos en los historiadores.
Veremos en qué contexto institucional (e histórico) surge la obra de los hispanistas británicos contemporáneos. Julián Casanova (en La historia social y los historiadores) dice bien que no son una escuela, pues los une el tema, no la perspectiva sobre él; éstas son diversas. Hay pluralidad: historia política, local... tanto en Inglaterra como en España.
El tema clave de los historiadores hispanistas británicos ha sido la guerra civil. Es imposible trabajar sobre la guerra civil en nombre de la objetividad, tanto en España como en Inglaterra, país que fue el adalid de la "no intervención". Hay en los historiadores hispanistas británicos un compromiso ético, además de una ideología ("de izquierdas", dice, lo cual parece demasiado generalizar... aunque claro, Stanley G. Payne es americano).
Con Hugh Thomas podríamos situar el punto de arranque; durante más de veinte años después de la guerra no hay una producción relevante, quizá por un exceso de proximidad al conflicto. Es en los años 60 donde se comienza más en serio. No se trata sólo de "contar" la guerra civil, sino de usarla para realizar una reflexión global sobre la historia mundial contemporánea. También se valoran la modernidad o no de España, las razones y consecuencias del fracaso republicano, etc. Es un gran episodio del siglo XX a nivel europeo, con todos los ingredientes (según dice Preston), al ser el primer enfrentamiento contra el fascismo a nivel internacional; es el prólogo de la Segunda Guerra Mundial. Y esto le da un eco de gran causa romática para el mundo anglosajón, con las Brigadas Internacionales, etc... Pasa así a debatirse la historia española contemporánea a nivel internacional. (Aunque antes se había comentado el imperio español y su decadencia).
La violencia de la retaguardia también impacta a la opinión pública internacional: primero la de la zona republicana, luego la del área franquista. Todo esto impacta sobre estereotipos recibidos ya de antaño y que ahora se consolidan: el atraso español, la leyenda negra, el fanatismo y crueldad nacionales... Se han estudiado los estereotipos (por parte de Enrique Moradiellos, Tom Buchanan, etc.) como maneras de atraer voluntades a uno de los dos bandos, acudiendo a mitos románticos y a la Leyenda Negra sobre la intolerancia española, y sobre el dominio de las oligarquías.
Desde el punto de vista romántico, la causa de la República enlaza con la herencia de la España de guerrilleros apasionados luchando por su liberacion y emancipación, "el pueblo", lenguaje utilizado tanto por la retaguardia republicana (la Pasionaria) como por parte de los propagandistas británicos. Son mitos compartidos, construidos tando desde fuera de España como desde dentro.
También se ve la guerra española, como ha mostrado Moradiellos, en el contexto de la crisis europea de los años 30 (España es "un espejo deformante" de la situación europea, según un editorial del Times de la época—quizá estuviese pensando en Valle-Inclán se me ocurre). Anarquistas, carlistas, pocos liberales, pocos republicanos.... Es un panorama que se ve como extremo. España es también "un país lejano del que apenas sabemos nada" para gran parte de la opinión pública británica.
Los hispanistas británicos se propondrán desmontar estereotipos y montar un estudio empírico y riguroso de la guerra civil. Esto empieza en los años 30 con Gerald Brenan, etc., sigue con la escuela de Raymond Carr en Oxford. Se sientan las bases de un estudio riguroso de la historia de España y la guerra civil. Y así se pondrán las bases para un debate importante que en los años 80 renovará el paradigma sobre los estudios no sólo de España, sino de Europa, reinterpretando los procesos históricos del siglo XX. Los hispanistas británicos son bien conocidos en España, pero hay que tener en cuenta que participan de otras tradiciones académicas de las que son deudores más que creadores; no son especialmente relevantes ni conocidos en el Reino Unido, donde hay más expertos en otros países europeos, y los hispanistas tienen un lugar más bien modesto y marginal; participan de las renovaciones historiográficas y nuevos paradigmas pero más bien como deudores que como impulsores de estos cambios.
Remontándonos más atrás, hay que nombrar a los viajeros británicos, a partir del XVIII; dan una visión exótica y romántica de España, mezclándose con los pueblos y la gente ordinaria o marginal, especialmente en Andalucía; pero hay que pensar que ellos mismos son personajes extravagantes o atípicos, como George Borrow, repartidor de biblias protestantes. La experiencia del viaje mediatiza mucho la perspectiva que dan de España; no son académicos, desde luego. También está Richard Ford, con el Manual para viajeros por España... España se asocia a lo romántico, lo clásico, lo atrasado, lo sentimental y pasional. La Península es un terreno neutral "entre el sombrero y el turbante". Brenan también está en esta tradición: allí era un escritor de poco éxito en Gran Bretaña, del grupo de Bloomsbury; hay una excelente biografía que muestra cómo no encajaba en la sociedad victoriana. En España encontrará un ámbito para su sed de experiencias vitales; escribirá estudios a medio camino entre la antropología, la literatura y la historia.
Algo de esto hay también en otros hispanistas, como Ian Gibson, Fraser; buscan el sur, el calor, el exotismo. Es importante la experiencia personal y vital del historiador, muchas veces producto del azar. O Paul Preston, tiene una cierta marca de esta experiencia del viajero por lugares exóticos. El clima, la comida, la calidez de los españoles, el paisaje... También importan otros factores: el peso del localismo que no favorece la producción de historias que no sean locales, y abren el terreno a los británicos.
Otra tradición quizá menos influyente ha sido la de la antropología social; Julian Pitt-Rivers aplica los modelos funcionalistas de la antropología a una comunidad andaluza como Grazalema. Es la primera vez que se aplica este modelo (de culturas "del imperio") a un ámbito español. Descubrirá Pitt-Rivers que necesita un enfoque más complejo que el utilizado para tratar con sociedades más primitivas; y será difícil el entronque de estos enfoques sociológicos con la historia. Pero será influyente sobre Carr, y en los estudios sobre caciquismo de Moreno Luzón y Varela Ortega (desde los años 70).
Tradición de la historiografía liberal: Son obras muy documentadas, bien narradas, literariamente bellas; es importante la atención a las dimensiones institucionales del poder. También la descripción de la sociedad y la economía, en Carr, etc., pero lo decisivo es la interpretación política: que el liberalismo no consigue imponerse. En Preston, se ve como la polarización entre la izquierda y la derecha. Es una concepción del poder en la que prima la lucha política, o el fracaso de la política. También se da gran importancia a la responsabilidad y la acción del sujeto, los líderes, los hombres que toman desiciones. Una gran paradoja de esta escuela historiográfica liberal para los españoles es que es la dominante en el Reino Unido. Y la renovadora escuela marxista y sociológica no se plantea sus estudios en términos nacionales, sino sociológicos. Por eso es desde el punto de vista liberal, atento a la historia política, desde donde se enfoca la historia de España.
España está muy presente en la Cambridge Modern History, pero cuando Hobsbawm escribe El corto siglo XX habla de España como país desfasado con respecto al resto del continente, que es anómalo, con un panorama político atípico, no con un partidos fascista y uno comunista, sino con una extrema izquierda anarquista y el carlismo a la extrema derecha. Lo cual es una visión que también deja que desear. Hay que tener en cuenta que para los británicos Gran Bretaña aparece como un modelo de progreso político frente al cual los demás países son atrasados o fracasados, malos seguidores de su estela hacia el progreso. Allí hay estabilidad constitucional, equilibrio capitalista... en otros países bandazos, desigualdades, etc. Todo esto condiciona en gran medida la visión de la historiografía liberal sobre España y sobre otros países (siempre aparecen "detrás" de Gran Bretaña).
Las tradiciones historiográficas de otras naciones han iniciado debates propios pero se han visto muy influidas por la perspectiva británica. Barrington Moore (Los orígenes sociales de la dictadura y la democracia, 1966) tiene un impacto tremendo, y causa una reinterpretación sobre el éxito o fracaso de la democracia en el período de entreguerras, acudiendo a razones que van a raíces muy remotas.
La historia de Hugh Thomas sobre la guerra civil (1961) es el primer trabajo serio sobre el conflicto, en un momento en que en España no se podía hacer historia. Spain de Carr (1966), etc. La idea de polarización entre fuerzas extremas es influyente en todas estas obras. Se interpreta que como consecuencia del atraso económico desigual en España no consigue imponerse el liberalismo—un fenómeno agudizado por la pérdida de las colonias y la crisis del 98. La democracia fracasa, tras el fracaso del liberalismo. Para Carr es una acumulación de fracasos. Al ampliar su trabajo con el estudio del franquismo, interpreta que es el franquismo el que moderniza la economía española. Claro, en el caso de Thomas o de Carr hablamos de personas de derechas, con un perfil social, familiar, conservador. La normalidad la ven como recuperada en el franquismo. Carr ha sido uno de los abanderados en este debate sobre el fracaso de la república (atribuido a los excesos demagógicos de la izquierda) y la polarización extremista. Lo mismo Richard Robinson, Stanley Payne, etc. Es decir, para ellos la izquierda es culpable de que el régimen democrático no se asiente: por la torpeza de los republicanos a la hora de pactar, eligiendo mal sus aliados.... Son debates que hoy se siguen tratando, pero que ya recibieron respuesta por parte de la escuela de Preston y otros. Éstos se posicionan contra "la nueva ortodoxia conservadora" y sitúan el problema en la derecha. El debate está muy posicionado ideológica y éticamente. En la obra de Preston et al. reciben más atención la resistencia de la derecha a la democratización del país, los métodos de presión y proapaganda, etc. En suma, es un debate con interpretaciones distintas sobre el proceso de modernización de España.
El cambio de paradigma será una crisis del modelo liberal y de la historiografía que lo acompaña (a resultas del fin del imperio británico). Un libro escrito por dos germanistas marxistas británicos, The Peculiarities of German History, de David Blackbourn y Geoff Eley, echa por tierra la famosa tesis del "peculiar camino" a la modernidad en Alemania. La revolución burguesa "desde arriba", o sea sin revolución, produce una sociedad burguesa moderna, dicen, al contrario de lo que argüía Barrington Moore. Dicen más bien que el fascismo surge no en sociedades donde la burguesía no se ha asentado políticamente, sino en sociedades burguesas, pero entre una burguesía que no acepta la democracia. Este paradigma será influyente sobre Preston y los hispanistas de izquierdas. Así, han difundido la idea de que España estaba plenamente inmersa en las tendencias modernizadoras del siglo XX, no era atípico. Hoy esto no se cuestiona ya: la crisis española no es atípica, y sus tendencias y crisis son las de otros países europeos.
Otras tendencias han renovado el panorama: la historia oral, la historia feminista, etc. Se crean centros dedicados al hispanismo: el de Carr en Oxford, el Cañada Blanch de Preston en la London School of Economics. Se difunde la historia de España en las revistas científicas. Y además los hispanistas británicos contemporáneos, aun siendo personajes "mediáticos", siempre han estado atentos a la historia que se hace en España, y han sido respetuosos con el trabajo de los historiadores españoles y participando en los debates de la historiografía española.
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En la sesión de preguntas, ante la apariencia de que no iba a haber ninguna pregunta del público, me animo yo, y le pregunto a la conferenciante sobre un caso aparente de falta de debate en el ámbito que ha descrito. Más en concreto, la obra de los historiadores británicos ha sido criticada por algunos historiadores españoles como tendenciosa, romántica y poco rigurosa. Así por ejemplo (...aun sabiendo que en la Universidad suele ser motivo de escándalo...) menciono las obras bien vendidas de Pío Moa que son muy críticas al respecto—hace poco publicó Moa un libro, La quiebra de la historia progresista, donde era muy cáustico con varios hispanistas británicos, precisamente. O, por mencionar otro historiador quizá menos polémico, las críticas de González Cuevas a Preston, hace poco en un artículo de El Catoblepas. Comento que en una ocasión le oí a Paul Preston decir que él jamás aceptaría debatir con Pío Moa, y en cambio le oí a Moa que estaría encantado de debatir con Preston, pero que éste no quiere. ¿Hay un diálogo realmente con los historiadores españoles, o sólo con algunos?
Aquí contesta la conferenciante que ella tampoco sería partidaria de debatir con Pío Moa, a quien no considera un historiador; de hecho opina que debería existir más corporativismo entre los historiadores para hacer el vacío o ignorar totalmente a autores como éste, que escribe falsificaciones de la historia, llevado únicamente por una voluntad de oponerse al movimiento de la Memoria Histórica. No sé si utiliza la frase "cordón sanitario" para aplicársela a Moa, pero desde luego es la idea... Opina la ponente que el debate debe tener lugar entre auténticos historiadores, y que allí sí es posible la diversidad de opiniones—pero no con provocadores como Pío Moa.
Yo replico que poco corporativismo ya me parece mucho, o sea que no desearía yo más. Que líneas políticas tendenciosas seguramente las hay entre todos los interlocutores y .... (bueno, confieso que a mí los libros de Pío Moa, que tampoco he visto tantos, sí me parecen libros de historia: tendenciosos, quizá, como los de Preston por otra parte, pero no me han dado la impresión de ser "imitaciones" o "falsificaciones" de libros de historia, ahora que experto no soy, desde luego)... Lo que le pregunto a la conferenciante es si no sería bueno en todo caso el debate abierto, y no sólo en libros cuyos argumentos no llegan a encontrarse muchas veces o se ignoran deliberadamente. Y si sería ella de la misma opinión de desautorización total con respecto a González Cuevas. (Hay que decir que González Cuevas critica en sustancia a Preston por cuestiones muy parecidas a las de Moa—y que él mismo ha tenido sustanciosas peloteras publicadas contra Moa). Según González Cuevas, la historiografía de Preston es oportunista y tendenciosa en un sentido muy parecido al que aquí se atribuye a Moa, y sin embargo nadie cuestiona a Preston como "historiador" en sentido absoluto (bueno o malo). En opinión de la conferenciante, y de algún otro interviniente, González Cuevas sí es un historiador, con el que se puede disentir y se disiente, y se podría debatir con él—pero Moa es un simple falsario y provocador. Y en ningún caso habría que entrar a debatir con él—no porque no sea académico, sino porque no es historiador, no puede debatirse con alguien con quien no se comparte ni una mínima base que permita el entendimiento (¿?). (Me olvidé de preguntar por Ricardo de la Cierva, si tampoco era historiador en sus críticas a Preston, o si se podía entrar a debatir con él).
Una diferenciación tajante y unas posturas que a mí me parecen en exceso sectarias y simplistas.... esas líneas divisorias tan claras entre lo que está "in" y lo que está "out" no me convencen. Y menos en un caso como el de Moa, en el que hay precedentes de campañas organizadas de desprestigio, abucheos concertados y hasta peticiones sorprendentes de censurarlo o de enviarlo a la cárcel... ¡por el hecho de publicar sus ideas! Aunque repito que yo historiador tampoco soy, por mucho que me interese la historia, ni conozco el detalle de qué datos supuestamente falsos se dice que presenta Moa; creo que es más bien una cuestión de interpretaciones y de valoraciones o alineamientos políticos. La visión que hoy oímos a este respecto es, desde luego, la misma postura que ya le hemos visto defender a Paul Preston en esta misma facultad. Así que el debate está servido...
... O no.
Por la tarde hay una mesa redonda, en la que se habla de muchas cosas pero me interesa resaltar una en concreto: un historiador italiano observa con cierta retranca que parece que aquí en España a los hispanistas se les ofrece un papel predeterminado, desde las instituciones: el de cantar las loas de lo modélico de la democracia española, y de lo bien que se hizo la transición, bendiciéndola desde afuera por así decirlo. Y que él está de acuerdo que todo muy bueno, pero que aun con todo lo va a decir igual, y no le gusta que se le presuponga ese papel.
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