sábado, 4 de febrero de 2023

Origen de la Campana de Huesca en Herodoto

La famosa historia de la Campana de Huesca cuenta cómo el rey Ramiro II de Aragón (Ramiro el Monje) sentó cátedra de quién era el que mandaba allí como soberano absoluto, cortando la cabeza a la nobleza levantisca, y poniéndolas en círculo, las cabezas, con la cabeza del cabecilla como badajo. Así hizo "una campana que se podía oír por todo Aragón" (Tal era el prodigio que les decía a los nobles que les iba a enseñar, al hacerlos pasar al cuarto del verdugo). Bien, las instrucciones para este remedio político las recibió, por vía de obra que no de palabra, del prior del monasterio donde había ejercido antes: al pedirle consejo a través de un mensajero, el prior no dijo palabra pero fue al jardín con el mensajero y descabezó las flores que destacaban sobre las demás. "Dile a tu señor lo que has visto". De palabra no pecó el prior, no.

Bien, pues los antecedentes de esta leyenda se remontan a Herodoto. En el libro V de las Historias, nos cuenta la historia de los Cipsélidas de Corinto. Y las notas de Carlos Schrader a la edición de la Biblioteca Clásica Gredos nos dan otros posibles eslabones de la historia:


Cípselo ejerció el poder por espacio de treinta años (451) y su vida fue afortun ada hasta el final, sucediéndole en la tiranía su hijo Periandro (452). Pues bien, al principio Periandro se mostró más benévolo que su padre; pero, desde el momento en que, por medio de mensajeros, entró en contacto con Trasíbulo, el tirano de Mileto (453), se volvió mucho más sanguinario, si cabe, que Cípselo. Resulta que despachó un heraldo a la corte de Trasíbulo para preguntarle que con qué tipo de medidas políticas conseguiría asegurar sólidamente su posición y regir la ciudad con el máximo acierto. Entonces Trasíbulo condujo fuera de la capital al emisario de Periandro, entró con él en un campo sembrado y, mientras recorrían el trigal, empezó a formularle al heraldo repetidas preguntas sobre los motivos de su viaje desde Corinto; y, de paso, cada vez que veía que una espiga sobresalía, la tronchaba—hecho lo cual, la arrojaba al suelo—, hasta que, con semejante proceder, acabó por destruir lo más espléndido y granado del trigal (454). Y, una vez atravesado el labrantío, despidió al heraldo sin haberle dado ni un solo consejo.

Cuando el heraldo regresó a Corinto, Periandro estaba ansioso por conocer el consejo. Pero el emisario le respondió que Trasíbulo no le había dado ninguno, y que él estaba sorprendido de que Periandro lo hubiera enviado a la corte de un sujeto como aquél, un loco rematado que destrozaba sus posesiones (y le contó detalladamente lo que le había visto hacer a Trasíbulo). 

Sin embargo, Periandro comprendió el comportamiento de Trasíbulo y se percató de que le aconsejaba asesinar a los ciudadanos más destacados; de manera que, a partir de entonces, hizo gala, contra los corintios, de la crueldad más absoluta, pues todo aquello que el despotismo asesino y persecutorio de Cípselo había dejado intacto, lo remató Periandro (455).

(Sigue otra historia de mensajes interpretados por Periandro, en la que hace desnudarse a todas las mujeres de Corinto a resultas de lo que interpreta como un augurio).

Notas de Schrader:

(451). La cronología de los Cipsélidas en Corinto es controvertida. Según la cronología alta, fijada por el canon de Apolodoro (cf. F. Jacoby, "Apollodors Chronik", Philologische Untersuchungen, Berlin, 1902, págs. 405 y sigs.), Cípselo fue tirano en Corinto desde 655 a 625 a.C., aproximadamente. Sobre los problemas cronológicos y las diferentes fechas que se han propuesto, cf. J. Ducat, "Note sur la chronologie des Kypsélides", Bulletin Corresp. Hellénique 85 (1961), 418 y sigs.

(452) Periandro fue tirano de Corinto durante algo más de cuarenta años; poco más o menos, de 625 a 585 a.C. (cf. Aristóteles, Política V 12,3 = 1315b). Y, a diferencia de su padre—que ejerció el poder absoluto manteniendo las magistraturas existentes—, reunió en su persona todos los cargos existentes con anterioridad, suprimiéndolos (posiblemnte porque encontró oposición entre los aristócratas corintios, que ansiaban un retorno a la oligarquía; de ahí la afirmación de Heródoto de que fue más cruel que su padre). Cf., además, Diógenes Laercio, 194-100. 

(453) Sobre las relaciones entre Periandro y Trasíbulo, cf. I 20, y En. Will, Korinthiaka..., págs. 548 y sigs. 

(454) Como Periandro, según fuentes peripatéticas, formaba parte de los "Siete Sabios", personajes más o menos legendarios que vivieron en los siglos VII y VI a.C., y que rindieron notables servicios a las comunidades griegas como jueces, legisladores, etcétera, no es extraño que Aristóteles, Política III 13 (1284a y siguients); V 10 (131 la 20) invierta los términos en la anécdota que cuenta Heródoto y haga que Periandro era el maestro y Trasíbulo el discípulo. La anécdota pasó luego a Roma, entre Tarquinio el Soberbio y el mensajero que le envió su hijo Sexto (cf. Livio, 154; Dionisio de Halicarnaso, Ant. Rom. IV 56 1-3). 

(455) Para la tradición antigua, Periandro había sido el prototipo del tirano cruel, de acuerdo con las características con que se definía a la tiranía en los siglos V y IV a.C. (hasta el punto de que Platón, Protágoras 343a, no lo incluía entre los "Siete Sabios".



Locros, sicilianos y pelaires


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