sábado, 4 de septiembre de 2021

Prólogo a 'La Visión del Pasado'

Prólogo (1958) de M. Crusafont a La Visión del Pasado, de Teilhard de Chardin (Taurus, 1958, 5ª ed. 1966), libro que encontré en una librería de viejo de Vigo:

 

Prólogo

Para el que escribe estas líneas, resulta altamente satisfactorio el hecho de que el pensamiento científico del Padre Teilhard de Chardin empiece a difundirse dentro del mundo ideológico de diversas personalidades españolas. Singularmente demostrativa es, por ejemplo, una rapidísima síntesis escrita por nuestro J. Mª. Pemán recientemente (1), síntesis que prueba de manera fehaciente una perfecta asimilación de las ideas del genial pensador y paleontólogo francés.

 (1). J. M.ª Pemán, "Evolución", Destino, núm. 1066, Barcelona,  11 de enero de 1958.

Pero éste es sólo un ejemplo de entre los muchos que podrían citarse y que he querido exponer por considerarlo paradigmático. Desde hace sólo un par de años —antes de los cuales puede decirse que el autor del presente libro era poco menos que desconocido en nuestro país— empiezan a fructificar en nosotros los gérmenes lanzados por una voz profunda sobre un terreno poco acotado aún, pero que lentamente, por imperativo del tiempo y del conocimiento progresivo, ha de ser propicio al desarrollo fecundo de su contenido impar.

El esfuerzo realizado por el P. Teilhard para imponer la idea de la Evolución en su sentido más coherente y profundo, puede considerarse como realmente homérico. No lo es sólo en el aspecto de la lucha intrépida—fruto de una vocación genial y apasionada—sin desánimo, tensa e inquieta, sino en aquel otro de la bondad a ultranza que quiere hacrnos ver que, incluso la simple comprensión en los fenómenos naturales, vistos a través del prisma de la objetividad, puede llegar hasta la salvación de nuestra propia alma.

Es preciso darse cuenta de la grnadiosidad mayestática que adquiere ante nosotros la Creación con este concepto de desarrollo, de historicidad matizada, esta Creación omnipresente a través de un cortejo fabuloso de millones y millones de años. Nos lo dice el mismo P. Teilhard: "No el Cosmos, sino la Cosmogénesis"; eclosión inacabble de un Universo en constante latencia por encima del fluir irreversible del tiempo, hasta llegar al mismo Hombre que lo corona con sus perfumes espirituales. Sentimos así, por obra y gracia del conocimiento científico, trabado por la razón y por la intuición, la inmensa resaca del pasado—ingente resaca de latidos innumerables—resonar sobre las playas del presente.

Pasao, presente y futuro, un solo instante para el Creador, pero que por la acción engañosamente aumentativa del tiempo antropomórfico adquiere esta fabulosa extensión ante nuestros ojos atónitos.

La labor de síntesis del P. Teilhard en su "visión del pasado", expuesta en esta serie de ensayos escalonados a lo largo de su vida prodigiosamente fecunda y que hoy se presentan al público lector, tiene una acuidad de enfoque extraordinaria. Bucea en las profundidades del pasado buscando en él las raíces de nuestro propio ser, la razón primera y última de nuestra existencia, implicita en el punto alfa y redimida en el omega por acercamiento a Cristo, formando allí, en las prolongaciones futuras, el verdadero cuerpo místico.

Bucear en el pasado... Buscar la prolongación hacia atrás del presente, todo él posibilitado por las zonas dinámicas y superantes del pretérito, los comienzos de cada una de las ramas de este árbol prodigioso de la Vida, ampliando, como con una lente de aumento, el campo enrome y vibrante del pasado. Tdo en el Universo es histórico. Génesis constante. Maturación progresiva, casi frenética.

"Ortogénesis de fondo", "Deriva de complejidad-consciencia", fórmulas caras al P. Teilhard para explicar esta lenta ascensión del pretérito al presente para así proyectar al destino humano hacia su verdadero fin partiendo de su verdadera cuna.

El mensaje del P. Teilhard de tan apasionado llega a ser intensamente dramático en su obsesionante y apostólica insistencia, porque no puede consolarse ante esta falta de deseo de "ver" y de "comprender" que existe en el mundo de los humanos, demasiado enfrascados en este presente que no es sino un solo e ínfimo momento de algo que se agita en la marea enorme de la vida y de los siglos.

Una Creación formidable que se descubre lentamente ante nosotros a cada nuevo velo levantado ante la Verdad perpetua, ante el Infinito. Cuando nos habla del "fenómeno humano", quiere imbuirnos de la creencia en nuestro alto destino, a pesar de la envoltura material que nos sujeta a la tierra. Pero esta Tierra está llena de todas las bendiciones de lo alto en sus armonías propagadas en ondas múltiples y de radios variables, invisibles a los ojos del profano, pero que el investigador rehace ante el mundo de los que no ven para consuelo de su propia existencia. Les habla de la cárcel material que no lo es si se la mira desde los altozanos del futuro previsible, con una luz soberana, porque esta materia está cristificada por El, que vino al mundo para polarizarnos en El.

En la "flecha" de la Evolución está el hombre enraizado en esta materia que el P. Teilhard sabe dignificar ante los que quisieron renegar de ella como si se tratara de un producto espurio, cuando en realidad es el receptáculo planetario en donde se cimenta el ser, en donde empieza a cristalizar. De este polo material, que el autor ve "inspirado" en su lento y fantástico desarrollo, ha de partir el espíritu del hombre robustecido para el gran viaje al Punto Omega.

Desde el primer estallido de la Creación del Universo, desde el mundo atomizado de los orígenes, hasta la vida, y ésta en progresiva dispersión y ascensión—dos fases del proceso evolutivo— hasta el solio de la Humanidad, un triunfo de la materia que de pronto se anima, se centraliza, se complica, se supera por la vía de las improbabilidades en un quehacer que rebasa el mecanismo y se atisba, sin saber cómo, un soplo extraterreno que conduce y polariza. Y aún, por encima de estas fases "visibles" al naturalista, al paleontólogo, se oye remontar la marea de las enormes ondas cósmicas: la expansión del Universo, el perfeccionamiento irreversible de los sistemas nerviosos centrales, la eclosión de las montañas.

Pero el P. Teilhard da un alma a este hervidero universal. Nos pone en guardia hacia una concepción demasiado mecanicista del proceso evolutivo: nos habla, en fin, del exterior y del interior de las cosas, nos hace sentir el reflujo incesante de la "inspiración" que el proceso lleva ensí en su sentido, en su orientación, resultante de tantos factores combinados y entrecruzados. Pero también nos habla de la falacia, de la equivocación por un concepto demasiado "místico" de nuestro análisis del Universo y de su contenido, puesto que ello nos haría abjurar de los más maravillosos perfumes de la Creación, convirtiendo flores en escoria, anatomizando las "cualidades" de un proceso que es evidente, que es, como a su decir, una condición misma de la vida y del Cosmos, por más que no sepamos todavía el verdadero funcionamiento de su mecánica. No negamos su presencia, pero ignoramos aún su intimidad. 

He aquí la encrucijada en la que nos hallamos actualmente. Una encrucijada que nos invita dramáticamente a la reflexión. El P. Teilhard ha sintetizado maravillosamente—genialmente—la historia del Cosmos en todos sus pálpitos conocidos y le ha servido con disciplina y fervor, llegando incluso, por humana generosidad, a establecer una "mística" de la materia por la vía de Jesucristo, que se hizo carne de bondad para redimir precisamente a la misma materia de que estamos hechos y en la cual, por nuestra condición de humanos, estamos afincados. No lo olviden aquellos que han pretendido tachar al P. Teilhard de heterodoxo, ignorando—por causa de este desconocimiento de la intimidad de la Naturaleza—el inmenso servicio y original que, en nombre de Dios, se propuso realizar gracias a su intuición genial marginando su razón poderosa, servida por la observación directa y fiel de la fenomenología del Universo, para una Humanidad sedienta siempre de verdades, pero —sobre todo— en esta actualidad palpitante de los días, necesitada de salida en sus angustias.

 

M. Crusafont Pairó

del Comité Teilhard de Chardin.

Sabadell, enero de 1958.




(....)



Cosmic Evolution (John Elof Boodin)


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