martes, 19 de febrero de 2019

Retropost (19 de febrero de 2009): Patología de grupo de investigación


Hoy había reunión de la comisión de Doctorado de mi departamento (Filología Inglesa y Alemana, Universidad de Zaragoza). Y hemos tenido una reunión más de esas que se vienen repitiendo como un ritual infernal desde el año en que se me expulsó del programa de Doctorado. Ahora que se requiere Calidad, resulta que (a juicio de mis colegas) no es suficiente prueba de Calidad tener una larga experiencia en Tercer Ciclo, y abundantes publicaciones de las de reconocido prestigio. No: hay un criterio determinante para ser admitido al programa de Doctorado, que es formar parte de un equipo de investigación subvencionado.


Y año tras año nos vienen excluyendo del Doctorado (y del Máster) a la Dra. Penas y a mí, que somos los únicos que tercamente insistimos en que el Departamento no improvise leyes ad hoc, sino que siga las normas universitarias y nos incluya en estos programas.  Y año tras año se nos rechaza—hoy la última vez hasta la fecha. Hemos tenido resoluciones a favor nuestro, del Rectorado, ordenando al Departamento que no use criterios excluyentes—pero el propio Rectorado se ha inhibido a la hora de aplicarlas, ha dado el pase a los programas que le llegan del Departamento aunque estén hechos con criterios ilegales, y estancada sigue la cosa. Hay dos juicios al respecto pendientes en los tribunales de lo contencioso administrativo de Zaragoza, en mayo y en junio próximos.

El máster y el doctorado del departamento se organizan de tal modo que giran enteramente en torno a los proyectos de investigación subvencionados—cosa inaudita, la subordinación de programas oficiales de estudios de una Universidad a un criterio puramente relativo a la investigación dirigida, como es la obtención de una subvención para un proyecto. Esto lo declaró ilegal el Rectorado, como digo (tampoco es que fuese necesario, pues ya canta bastante)—pero el Departamento, regido por los intereses de esos grupos, dirigidos por los catedráticos Dres. Onega y Deleyto (y el ahora catedraticable Dr. Vázquez), sorteó hábilmente la orden del Rectorado con un sofisma: el criterio de pertenencia a los grupos no sería excluyente sino preferente, o sea, que pasan por delante los que pertenecen a los grupos, y los demás no pasan. Y tan frescos— pero bien que hacen, que si en el Rectorado les han dejado pasar semejante sofisma, es que no hay ninguna voluntad de enmendar el grupismo éste.


Porque, no nos engañemos, toda esta cuestión es una cuestión de grupos y grupillos: de grupos de alianzas, apoyo mutuo e intereses. Interés sobre todo en arropar al miembro del grupo por encima de quien no está en el grupo. Vamos, hasta tal punto que aquí puede dirigir una tesis quien se haya doctorado la semana pasada, si es miembro del grupo, y no puedo yo, que me doctoré en los años ochenta y tengo bastante más trayectoria y publicaciones.


Esto es entre nuestros colegas un axioma: además un axioma no examinable, ni debatible. Sólo es un axioma votable: hay muchas dudas a la hora de afirmar si actuando como lo hacen actúan correctamente o no; nos dicen los colegas que en todo caso la cuestión es mejor no examinarla, porque está sub iudice. Ahora, a la hora de votar, como digo, no hay dudas: todo votos a favor de la propuesta de incluir únicamente a los miembros de grupos de investigación, con los dos votos en contra de la Dra. Penas y mío.

Se detecta en todo esto, y es lo más triste, una mala fe muy arraigada, una consciencia de que se está actuando mal pero se elige hacerlo por evitarse problemas, por inercia, por no significarse ante el grupo, por elegir el camino más socorrido—no voy a votar yo con estos y desdecirme ahora, retratarme ante los colegas. Bueno, retratarse, como digo, se retrata todo el mundo, velis nolis, ya que gustan los latinajos.


Comienza el director de la comisión de postgrado del departamento, Dr. Plo, anunciando el programa de doctorado cuya aprobación se debate, y abriendo un turno de palabras para comentar unas alegaciones hechas al mismo (las alegaciones de todos los años, que entregamos el otro día).


El director del Departamento, Dr. Guillén, continúa diciendo que la cuestión es en realidad irrelevante, que en realidad no vamos a aprobar nada puesto que esta es una mera comisión delegada del Consejo de departamento (esto no es nuevo—pasa esto con todos los trámites que se hacen en todas las comisiones, pero normalmente no hay que quitarles tanto hierro...). Que el programa es el de años anteriores, con leves actualizaciones para el curso 2009-2010, que fue aprobado: y que eso de aprobarlo ahora en realidad no es aprobar nada: que se trata de una mera formalidad burocrática en la que insistieron desde las oficinas del Rectorado, que en realidad es una pérdida de tiempo, y que puesto que será el Consejo quien dé el visto bueno, en realidad esta reunión es irrelevante y superflua.


Yo recalco que cada órgano toma las decisiones relevantes en cada momento, y que por supuesto que nos toca examinar la propuesta recibida (que no es una propuesta, según el Dr. Guillén) y decidir si se aprueba, o se modifica. Por cierto, no logro aclarar muy bien de quién viene ni quién la ha elaborado, esa propuesta que nos excluye—si entiendo bien al Dr. Guillén, viene de una oscura maquinaria burocrática que la procesa y que nos somete al proceso irrelevante de aprobarla.  En fin, en todo caso, la haya redactado o modificado quien la haya redactado o modificado, incluye sólo a los miembros de los equipos de los catedráticos y del Dr. Vázquez, y la "persona de contacto" es la Dra. Onega.


Al no haber otras voces que defiendan explícitamente la propuesta, y sólo mi alegación de que se modifique para respetar la normativa de la Universidad, la LOU, la ley de la función pública etc. etc.,—bien, el Dr. Plo propone una votación: propuesta aprobada tal cual, o propuesta modificada.  ¿Votación secreta? A veces pedíamos votación secreta, pues bien conocido es el temor a votar contra el propio equipo, pero en realidad el control está interiorizado: nadie se plantea hacerlo, ni públicamente ni en secreto. Hay muchos gestos de asentimiento mientras explico los absurdos de que no pueda yo dirigir una tesis y sí puedan quienes se han doctorado veinte años después, o (otro absurdo) que nuestro representante en la Comisión de Doctorado de la Universidad no pueda formar parte del programa de doctorado del Departamento, según esta normativa.  Pero como digo, a la hora de votar no hay dudas. Nadie defiende la lógica ni criterio de este programa elaborado con criterios inauditos. Normalmente lo hacen los catedráticos, el trío Onega-Collado-Deleyto, pero hoy no asiste ninguno a la reunión.  A los demás les falta fe, pero no les falta disciplina. Y eso es lo alarmante, en una universidad: todo el discurso de en realidad no estamos haciendo nada, esto nos supera o no depende de nosotros, etc— y el momento malo del trago, la votación no se sabe si contra conciencia o no de algo que ni se sabe si se piensa o no, pero sí que debe votarse—¡opus est!

Una manera de proceder muy universitaria y muy ética, sí señor. (Recordemos que uno de los equipos de investigación investigaba sobre la ética de la ficción... seguramente con gran provecho).

Bien, pues propuesta aprobada (o papeleo procesado) con sólo dos votos en contra. Según lo esperado, pues a estas alturas ya no esperamos que nadie recapacite.


Aunque también oímos en la reunión que, visto que la cosa está sub iudice, se aceptará cualquier decisión con gran alivio. Vamos, que a algunos puede que hasta les encante en su momento que les quiten la razón y que una Compulsión Externa Mayor les obligue a actuar también con el menor posicionamiento personal posible, y sin tener que pensar sobre lo que están haciendo, para no merecer castigo.


Era el único punto a tratar hoy. Sigue un turno de preguntas, en el que la Dra. Penas ha reconvenido a los colegas por unas actitudes de exclusionismo a priori que ve injustificables, y sobre todo por la nula voluntad de examinarlas ni de actuar de modo más coherente, amparándose en que estas decisiones ya se tomaron en su día, que están sub iudice,  etc. Explicaciones pobres, que al parecer le inspiran a la Dra. Penas más pena que otra cosa.


El Dr. Vázquez aclara que no estamos excluidos de la posibilidad de dirigir tesis en otros programas—los programas antiguos que aún colean en estado virtual, a extinguir el año que viene. A lo que replico que elaborar una tesis viene a ser cosa de más de un año (en este departamento más bien diez años)—y que ningún alumno se plantea iniciar una tesis en un programa ya finiquitado y a extinguir, razonamiento que el Dr. Vázquez no parece compartir.


En este turno de preguntas, le pido a nuestro recién elegido representante en la Comisión de Doctorado de la Universidad, el Dr. Jesús Sánchez, que si no tiene inconveniente explique cómo ve él esta cuestión, y qué postura piensa adoptar si este tema se somete a debate en esa comisión.  Y me responde más bien por extenso. A ver si en lo que sigue no tergiverso demasiado su postura, que me ha parecido extremadamente característica—y a ver si no tergiverso tampoco la mía, claro.


Nos explica el Dr. Sánchez (a todos) que él no desea participar en este programa de doctorado del Departamento, ni tiene intención de dirigir tesis. Por el momento. Y que por lo tanto no considera que se estén vulnerando sus derechos. (¿¿¿¿ni los de nadie????—esto me lo pregunto yo, si sigue una cosa de otra). Explica el Dr. Sánchez que él acaba de llegar de fuera, de otra universidad, y que todavía está aprendiendo cuáles son aquí las costumbres del lugar y las maneras de hacer las cosas; una postura en principio prudente, por tanto. Que su voluntad no es desde luego buscar enfrentamientos ni "pisarle los callos a nadie". Que está en un centro periférico, alejado del núcleo del departamento en el que se toman estas decisiones, y que su criterio en estos casos, cuando las cosas no le afectan personalmente a sus proyectos, es votar con la mayoría.


(El Dr. Sánchez opina al parecer que lo más democrático es votar lo que piensa la mayoría— o sea, que no puede estar mal refrendar simplemente, sin tomar postura activa, lo que otros han votado por mayoría. Si no entiendo mal lo que dice. Esto me hace pensar que es posible que el Dr. Sánchez no conozca un concepto que yo llamo la falacia democrática de los órganos, que ciertamente se entiende mal con frecuencia en la Administración, y muy especialmente en mi departamento).


Le digo al Dr. Sánchez que lo de pisar callos quizá sea inevitable, unos callos u otros— y que en lo referente a las costumbres del lugar, antes de amoldarse a ellas, hay que determinar si son buenas o malas.


(Me intriga, por otra parte, que si el criterio de voto del Dr. Sánchez fuese de aplicación universal—aunque ya sabemos que es individual y ocasional—quizá todos los miembros de esta comisión votarían a favor de lo que votase la mayoría de ellos—¿y eso, qué sería, quién lo determinaría? ¿Quién empezaría, mirándose unos a otros? No se sabe. Habría que aplicar un axioma previo o una compulsión externa, en este caso, para iniciar el proceso. Claro que tampoco han dicho que sea ese el motivo de su voto: en este caso falta la explicación, explicación que al menos da el Dr. Sánchez, aunque yo vea que incurre en esta paradoja lógica).


Pero quizá este tipo de razonamientos sean mi manera de razonar sólo: no en todo caso la del Dr. Sánchez. Que aprovecha este diálogo para recalcar que en este caso ha votado a favor de la postura mayoritariamente aprobada, es decir, excluir del Doctorado a quienes (por muchas cualificaciones y antigüedad y jerarquía académica y méritos de investigación que tengan) no formen parte de un equipo de investigación. Incluido él mismo. Yo le hago notar que esto no se entiende bien—que me parece curioso, como poco, que el representante en la Comisión de Doctorado esté excluido (más bien se autoexcluya por norma) de la capacidad de dirigir una tesis en el programa de su departamento.  Por aclarar más su postura, me dice el Dr. Sánchez que esa es su postura ahora, que no intenta que sea de aplicación general, que en un futuro ya verá. Que estas cuestiones son delicadas, y que es difícil determinar por qué se llega a aceptar o a rechazar a una persona en un grupo (—observo que lo que es normas generales o leyes a todos aplicables no parecen pesar mucho en este razonamiento contextualista).  Y que cuando desee dirigir una tesis, sigue, ya verá cómo busca la manera de verse admitido al doctorado.


En fin, espero no tergiversar demasiado la postura del Dr. Sánchez, que como digo no me parece más sorprendente que la de todos los demás que han votado como él (de no ser porque los demás están incluidos en el programa y él no, siendo que él forma parte de la comisión de doctorado de la Universidad. Pero no le daré más vueltas a mi pasmo).


También le recuerdo al Dr. Sánchez que la comisión de Doctorado de la Universidad, de la que ahora forma parte, emitió un dictamen contra estos criterios excluyentes. (Cosa que no le obliga a él ahora, por supuesto.... pero me pregunto si en esa comisión de doctorado de la Universidad también votará lo que vote la mayoría, o si usará algún tipo de criterio que incluya un juicio personal sobre lo que se vota). En fin, hasta aquí la explicación de su postura, que me perdone si es que en algo la malinterpreto, pero es que es lo que me ha parecido entender. Espero que no sea motivo de escándalo el repetirla aquí, no más que el sostenerla públicamente.


Aquí aprovecha la Dra. del Río, que fue miembro de la Comisión de Postgrado de la Universidad (comisión que dio el visto bueno a este programa en su día, a pesar de que el Rectorado lo declaraba irregular)—aprovecha la Dra. del Río para puntualizar que este programa no era competencia de la Comisión de Doctorado de la Universidad, sino de la de postgrado, como digo—y que la Comisión de Doctorado no tuvo competencias para aprobarlo. A lo que le replico que esa comisión sí emitió sin embargo un dictamen recordando al Departamento la obligación de cumplir con la normativa.


Obligación que sigue sin obligar a nadie—aquí hay mucha ética parda, pero poco sentimiento interno kantiano. Hasta que venga el juez con su resolución, que naturalmente vencerá pero no convencerá. Porque el problema de fondo es que aquí no hay que convencer a nadie. No es cuestión de convencimientos, ni de juicios sopesados. Es cuestión de una situación, una situación que no podemos calificar sino como un mal muy asentado, una situación de actitudes fosilizadas de dependencia, vigilancia mutua, inseguridad e inercia— una auténtica patología de grupo, de la cual no vamos a salir por resolución judicial.



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ACTA DE LA REUNIÓN (PDF).

(PS: hoy en El Periódico, artículo sobre la endogamia en la Universidad, por Guillermo Pérez Sarrión. En mi experiencia, el Rectorado lo que hace con casos que se le denuncian y quejas que se le elevan es taparlos lo más rápidamente posible, y normalmente contestar con silencio administrativo).


(y re-PS: me pasan este enlace a un artículo de El Viejo Topo sobre las mafias universitarias disfrazadas de Escuelas y grupos, o sobre las Escuelas y grupos que actúan como mafias—viene a ser lo mismo: http://www.ucm.es/info/uepei/mafia.html).




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