Pero sí diré que me ha hecho reflexionar una vez más sobre cómo el pasado cambia, no sigue en su lugar como se supone que debería, y los secretos son una de las cosas que lo hacen cambiar. La persona que guardaba un secreto se transforma cuando el secreto sale a la luz, y sufre una disociación: sigue siendo (en cierto sentido no puede dejar de ser) la persona que conocíamos, y sin embargo se transforma en una desconocida. Y a la vez conocida de otra manera: hay que juntar las dos imágenes, atar cabos, reinterpretar viajes, rituales, costumbres, maneras de ser. Se conoce mejor, claro, en un sentido, aunque se corre el peligro de que desparezca la persona que conocíamos, que ha tenido su realidad, aunque sea la realidad de una ilusión, o de algo que sólo se ve desde un punto de vista. Porque, ¿sobre quién sabemos todo? Sobre nadie.
Hay que relativizar, claro; hay secretos más y menos espectaculares. Si no, no estaría escribiendo esto. Pero, si vivimos una realidad ilusoria como si fuese sustancial, con presuposiciones erróneas que creemos a pies juntillas.... (piénsese en las creencias religiosas....) y para nosotros es real mientras dura, e incluso mantiene su realidad tozudamente tras la anagnórisis....
... ¿no queda toda la realidad cuestionada en cierto modo, por esta inestabilidad del pasado? Del pasado que es, pues lo ha sido, el presente. O del presente, que pronto será pasado. Lo que semeja non es, creo que era el Arcipreste de Hita quien lo decía. Y así puede decirse que nuestra realidad, la que habitamos, la que habito ahora que conozco el secreto, y la que habitas tú, que no conoces tantos secretos que el tiempo desvelará, no es sino una variante de la ilusión.
¿En qué verdad, pues, ponemos los pies? En algún tipo de ilusión consensuada, en la verdad que aún no ha sido desenmascarada para mostrarnos otro rostro. Un secreto desvelado nos proporciona la certidumbre, o la ilusión, de que por fin conocemos la verdad: su solidez viene medida por la magnitud de la revelación. Pero muchas revelaciones quedarán sin hacer—y muchos mueren, por ejemplo, creyendo que resucitarán en otra vida: una revelación ésta que tiene el mérito singular de no poder, por definición, desmentirse. Así otras muchas certidumbres que nos acompañan. ¿Y nada cierto hay entonces? Sí—que sólo llegaremos a conocer las verdades que lleguemos a descubrir con lo que nos den el tiempo, las fuerzas y el azar. Otras (verdades, ilusiones) serán el trasfondo de supuesta realidad en el que tengan lugar estos hallazgos y descubrimientos.
"De la materia de los sueños estamos hechos": de algunos despertaremos; otros durarán hasta el fin de los tiempos, y hay secretos que nadie descubrirá nunca. Quizá a local habitation and a name es a lo máximo a lo que podemos esperar, pues somos al fin y al cabo entes de palabras, hechos de las historias que nos cuentan y que nos contamos.
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