En Pontevedra me voy a ver si me arreglan lo de la cojera que cogí en un centro de fisioterapia famoso aquí—el Bruxo, lo llaman. Me han recetado una buena sesión de masajes y de fomentos de hierbas. El diagnóstico es que vengo a tener algo así como una tendinitis de la cual he abusado. Aunque de todas maneras aunque hubiese ido a más médicos es posible que me hubiera quedado como estoy—me dicen que la medicina oficial ignora la manera de tratar lo que me pasa, y en efecto esa es mi experiencia, mal que me pese.
Y aprovechando el viaje me compro una buena colección de discos, incluyendo uno de Jakob Dylan; y en la librería Michavila un libro de Searle sobre el libre albedrío, otro de Camilo José Cela y Francisco Ayala sobre la evolución humana, y otro de Armand Marie Leroy, Mutantes.
De vuelta entramos en Portosanto, por una debilidad que tiene un miembro de nuestra expedición por la teoría de que Colón era gallego, y de la ría de Pontevedra por más señas. Allí está la "casa de Colón", una ruina que ahora vemos que están haciendo amago de convertir en casa-museo.
Y a última hora vuelta a la playa.
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