miércoles, 25 de julio de 2018

Retropost (25 de julio de 2008): Hancock

Otra de las comedias raciales/sexuales de Will Smith, cuyas difíciles relaciones con las mujeres blancas hemos seguido últimamente en Yo, Robot y en Soy Leyenda. Aquí hace de un superhéroe negro borracho y desorganizado, Hancock. Del corazón de Smith nunca está lejano el arquetipo del negrata de la calle, deslenguado, desvergonzado, y aparentemente amenazador para los blancos o ajeno a su mundo. Luego, claro, son comedias de integración en las que juega un papel heroico, o irónico, y en todo caso mostrando que el antisocial hostil a los blancos es sólo un barniz o disfraz. Con las blancas lo tiene más difícil todavía—aquí llega a besar a una (Charlize Theron), y encima casada con un blanco, pero el beso del negro y la blanca va seguido de un monumental tortazo y luego una pelea que casi destroza el barrio. Resulta que los dos son superhéroes o dioses o algo así que vienen amándose y peleando a través de los tiempos, pero que sólo conservan sus poderes cuando se mantienen a distancia uno de otro. Todas las demás parejas de dioses (no consta que fuesen interraciales) murieron al amarse—sólo esta sobrevive a través de los siglos, hay que deducir que porque es pareja imposible de negro y blanca. Hancock averigua esto, y su historia, hablando con ella—él sufría amnesia, mientras que Charlize lo sabía. Descubren la superidentidad de ella Hancock y su marido, un publicista blanco—y tras muchos avatares, y casi perder la vida por estar demasiado cercanos, guardan las distancias, cómo no, ella volviendo a su vida de ama de casa discreta, y Hancock retomando una vocación de superhéroe más aceptable y convencional,  Si es que es una comedia de integración... claro que de integración dentro de un orden, porque Hancock está al final condenado al celibato o al menos a no mojar blanca. En su lugar se ha hecho con una mascota, un águila. Sobre el tema de las águilas americanas que aparecen a pares en el cartel promocional: Hancock es al principio el típico borrachuzo indeseable, tumbado en un banco donde figura esa águila americana—siendo él la negación del sueño americano. Pero posibilidades tiene—sólo que no las aprovecha bien. El publicista le enseñará, y a cambio Hancock hará triunfar su plan de un logotipo visible a nivel mundial, inscribiéndolo en la luna. El copyright reportará pingües beneficios, y vemos así que el arreglo de los males del mundo se hará dentro de las pautas del beneficio empresarial. Hancock apoya esto aunque sea un tanto desganadamente. Sí pasa a volar con más elegancia, y a vestirse de superhéroe en lugar de vestirse de capullo callejero. Lo de que lo llamen capullo lo lleva muy mal, es lo que le llama una blanca a la que le toca la pierna groseramente al principio. Luego se resigna a su lugar. El águila, como decía, pasa de su gorro (allí un ideal mal llevado o degenerado) a materializarse al final como su mascota, una especie de logotipo viviente ahora. Recuerda también al halcón que llevaba el superhéroe negro ayudante/auxiliar del Capitán América, El Halcón. Recordemos que el Halcón también llevaba mal lo de su subordinación al capi, no tener superpoderes, y al final conseguía una alas para volar de verdad. Y recordemos también que en la anterior película de Smith,  The Pursuit of Happyness, donde el personaje de Will Smith buscaba desesperadamente la promoción social y el empleo fijo, su hijo llevaba siempre su juguete favorito, una figurita del Capitán América. Recordemos, por último, que John Hancock era el primer firmante de la Declaración de Independencia de EE.UU. (mientras que el último viene a ser Barack Obama)...
Vamos, que Will se apunta willingly al sueño americano, aunque requiera desautorizar a los chicos de la calle, hacer jornada intensiva, relaciones públicas, merchandaising planificado—y encima no se ligue nada.




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