lunes, 23 de julio de 2018

Retropost (23 de julio de 2008): Días de playa, typical



Una foto de Flickr




No se puede decir que madruguemos en Viveiro, por muy ecológico que sería hacerlo. Y aquí estamos a las once y media (cierto es que acaba de anochecer) todavía dándole al ordenador. Un ratito sacamos muchos días para llegar a la biblioteca municipal y consultar el correo, y colgar el blog si se tercia. Fisgamos también por los blogs favoritos de nuestra página de enlaces. Los niños sacan un rato para estudiar francés, inglés o matemáticas, y después de comer miramos a ratos descuidados el serialón culebrón de los últimos años, Amar en tiempos revueltos. Hoy se casaban Don Álvaro y Elvira, parece mentira, dos personas tan responsables. Luego vamos a la playa, por decreto o por votación, hoy por votación, a la favorita de los niños, Xilloi, que está a unos pocos kilómetros ya cerca del límite de la provincia—se ve la punta de Bares enfrente, estamos justos al sur del norte norte. Hoy aún había gente en la playa, aunque no Jairo, el vecinito que querían ver los niños y que va a esta playa al parecer. Mucho no se baña nadie: aunque hoy tocaba, para variar, día de sol rabioso, resulta que al llegar a la playa el aire era frío, hacía ventacho y hasta lo completamos con efectos sonoros, ululando y silbando para mayor efecto. El mar está precioso, la playa no la hay más bonita en las Seychelles, pero el agua está fría, y me dedico a darle a la guitarra antes que a bañarme... también me empiezo otro libro más sobre teoría de la evolución, yo es que me voy a la playa con el equipamiento completo, aunque el ordenador de momento me lo dejo en casa. Los niños no se bañan mucho, pero hacen presas y castillos, se tiran barro, chapotean, y saltan olas. Con la Sra. Penas paseamos playa arriba y playa abajo, con la presuposición de que ella se va a bañar y yo no, aunque al final resulta ser al revés. Con la marea casi mareaba hoy la el mar, subiendo y bajando a uno las olas más de lo debido hasta arriba y súbito descenso. En frente, en Bares, se veían golpes de mar como casas de altos; aquí menos pero movido, y el agua estaba fría de carallo, aunque seguro menos que en Bares. Aquí es imprevisible: un rincón de la ría puede tener agua caliente, y el de enfrente helada. Y el viento se para, y si no se para, te pones debajo de un tozal, aunque aquí no los llamen tozales, y arreglado. Al fin una tarde buenísima, y como me baño en agua fría hasta parece que he hecho algo. Bueno, también he traducido un poco de filosofía y sigo tejiendo la Monstruosa Bibliografía, así en plan negación de las vacaciones. Cerramos la playa nosotros, y nos encontramos al irnos una toalla de marca, vaya. Exploramos con el coche a la vuelta unos rincones de monte, por carreteras como montañas rusas, viendo gente tranquilamente en su aldea sentados a la puerta de casa. Los niños insistían en ir al cine a ver Hancock, pero es que no da el día para más. Les hace mucha gracia Hancock, y Kung Fu Panda (que esa sí la han ido a ver), y también el anuncio de la Once de los heavis, "It's the final countdown....tarara rará - tararara rarará". Para terminar el día me rapo al cero—¿no es cierto que adquiero así un aspecto más dinámico? le pregunto a Álvaro. Tengo en el móvil una llamada perdida, pero las llamadas perdidas tiendo yo a darlas por perdidas... Ahora los nenes leen Mortadelos (Oscar: "¡Titanio reforzado! Uff!! Ivo, ¿cómo no se dan cuenta de que es Mortadelo?"), y oímos Maudit Bonheur de Michel Rivard, pero ya nos vamos a la cama, ya...


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