Hoy hemos ido al spa a remojar a los críos.
- ¿Qué es un spa?
- En inglés balneario. Pero aquí lo llaman así a un balneario artificial, para distinguir.
Y resulta que nos faltaba un gorro de baño.
- ¿Y los calvos de cabeza pelada como yo también hace falta que lleven gorro?
- Imprescindible, señor. Tódios con su gorro. Con las chancletas somos más tolerantes, somos flexibles, pero el gorro es por higiene.
- Ya, ¿pero si vengo con unas barbas nabucodonosorianas, hace falta que me ponga una bolsa de alimentar caballos o algo para taparlas?
- No, sólo gorro.
- Y mi bello pelaje corporal, no lo ha visto usted...
- Sin gorro no se entra, señor.
La Ley es inflexible. Al menos a ratos. Pero yo también: aparte de que no tengo gorro, es que lo del gorrito no puedo con ello, soy alérgico total a él; me aprieta las ideas y me estropea el baño.
Me tientan mis acompañantas:
- Pero hombre tío, que ésta es una mandada, que en realidad le da igual-- me dicen.-- Tiene que decir eso, pero tú ni puto caso, entras y te bañas sin gorro, con gorro, como quieras, vas a la sauna en cueros si te da la gana.
- Pero entonces la Ley es absurda. Y lo es, pero la he de obedecer kantianamente. Prefiero obedecerla no entrando ni siquiera en un sitio con leyes absurdas.
- No eres flexible.
- No, es la Ley la que no es flexible.
- Ni la Ley ni tú. Que no te enteras, hombre. Que las leyes no funcionan así.
Pero me he quedado fuera, leyendo ensayos de Bacon sobre el maquiavelismo, la ética personal, y el respeto a la Ley, a ver si me aprovechan. Aunque debe ser todo cuestión más de carácter que de filosofía. Me tendré que ir a vivir algún país nórdico. Con sauna o sin ella.
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