miércoles, 10 de enero de 2018

Retropost #1948 (10 de enero de 2008): Michael Clayton

En una semana he visto dos películas donde el argumento se clausuraba gracias a un teléfono móvil. En ambos casos había un malo/mala malísima falso falsísima, y el héroe lograba empapelarlo gracias a que en el último minuto está retransmitiendo por teléfono móvil (a la policía, a una grabadora) la conversación donde el malo se traiciona a sí mismo presumiendo de su superior credibilidad, o mostrando su cara mala, pensando que estaba en privado ante un impotente o molestia menor. Gracias a la tecnología de espionaje que ahora forma parte de nuestra indumentaria, el protagonista logra manipular los marcos de la interacción, hacer colisionar las múltiples caras del carota a desenmascarar, convertir el escenario privado en un espacio abierto a la vista de todos, o de la autoridad, y no sólo derrota a su enemigo sino que demuestra que este no está al loro de las nuevas tecnologías, que no las ha interiorizado aún (ni nosotros tampoco en el público, porque este tipo de argumento aún es posible).

Las películas en cuestión eran Twisted y Michael Clayton. En Michael Clayton, es Michael Clayton (George Clooney) el desenmascarador. Es un abogado con problemas de desvinculación familiar, divorciado, adicto al juego. Trabaja para una firma de abogados de primera, que son unos chorizos de primera—todos de alto standing y alta corbata, eso por supuesto. Pero el asunto es que le llevan la defensa a una compañía multinacional que va por ahí envenenando al personal a conciencia con sus productos agrícolas, una vez hecho el cálculo de costes/beneficios (los costes para otros, los beneficios para ellos).

Bien, pues Clayton/Clooney no es mucho mejor que la media en esta compañía. Sigue la política de la compañía, defiende a quien tenga que defender, y punto en boca. Se juega su dinero, lleva a su hijo al cole sin hacerle mucho caso, y a correr. Pero tiene una crisis cuando un socio clave de su firma (un tío brillante, en la crisis de los 60, con una previa historia de episodios neuróticos) "se vuelve loco": es decir, tiene una revelación súbita sobre la inmoralidad y estupidez de su vida, y empieza a dar escándalos, se despelota en público... y es más, decide sacar a la luz los trapicheos de los poderosos clientes, en lugar de defenderlos. Que se pasa al enemigo, vamos, lo que nadie quiere que haga su abogado...

Entra aquí otro personaje clave: la asesora jurídica de la multinacional, interpretada por Tilda Swinton, que ha contratado a la prestigiosa firma de abogados y no está dispuesta a que esto salga a la luz. Es una "mujer de carrera" o "carrierista", sin familia, workohólica, agresiva, cruel y tanática. La mala, vamos. El consejo directivo la ha contratado porque es eficaz y les hace el trabajo sucio del cual no quieren ni llegar a saber nada. Así que es ésta la que actúa por su cuenta (pero por el bien de la compañía y suyo, que es lo mismo, pues no tiene otros valores adicionales). Y actúa contratando a una compañía de seguridad-sin-límites, que primero espían a todo quisque, y llegado el momento reciben instrucciones de hacer "lo que sea" para poner fuera de la circulación al despendolado abogado. Así que lo matan eficazmente, simulando un suicidio. "Tenía problemas", etc. Lo que no sabía la Rottenmeier/Swinton, después de tanto pinchar teléfonos, es que le pudiesen a ella pinchar su conversación en directo.

En todo esto se ve mezclado Michael Clayton, primero intentando "razonar" con su colega despendolado (aquí Tom Wilkinson), que le resulta bastante más lúcido de lo que esperaba para haberse vuelto loco, y le mete dudas en el cuerpo. Pero duda, duda, porque tiene deudas terribles con mafiosos, y debe pedir un préstamo/adelanto a su firma (o sea: jurar pleitesía a su actual jefe (Sydney Pollack), y competir en eficacia y falta de escrúpulos con otros colegas tiburones). Así que también es una película articulada en torno a una elección ética / vital entre la indiferencia y el compromiso (como Leones por corderos). En un momento dado esto se representa gráficamente con Clayton sujetando en una mano el cheque que le acaba de dar su jefe y en otra las pruebas terribles que le había ido a presentar y que el otro no quiere ver—y no sabe qué hacer.

Pero se acaba de decidir cuando se entera de que los agentes de la Tilda vienen a por él, ahora que se han enterado de que sabe más de lo que debía. Le ponen una bomba en el coche, de la que se salva sólo porque tiene un momento de duda, una epifanía, se ha apeado en un campo para ver unos caballos hemingwaianos o cormacmaccarthianos, los caballos del vaquero que nunca será, símbolo de la pureza que deja atrás... y explota su coche tras él.

Ahora Clayton se convierte en vaquero, y entra directamente a por la Swinton, a la que ha calado—le graba la conversación incriminatoria, y hace que la arresten a ella y a todo el consejo de administración en plena reunión de negocios. Observemos que según el criterio de muchos jueces españoles, todo esto sería agua de borrajas, por haberse hecho sin mandato judicial, y es que aquí no está el patio para vaqueros. (Hasta al "padre coraje" aquél, ciudadano andaluz que se infiltró en la banda de los asesinos de su hijo para grabarles pruebas del crimen...  le echaron para atrás las grabaciones en el juzgado). ¿Grandeza del sistema americano? Para nada: resulta que si Clayton consigue que la policía y la justicia funcionen, es porque tiene un hermano comisario—con el que no se llevaba bien, pero el futuro promete mejor. También se reconcilia al final, ahora ha hundido a su firma y que va huyendo de su pasado, con otro hermano perdulario que tenía. Mucha familia, parece decirnos la película, que sin ella el sistema se va a la ruina siguiendo la ley de la oferta y la demanda.

Es sintomático que la Swinton sea soltera y sin novio y sin amigos ni vida ni interés familiar discernible (ni sexual, aunque aquí nadie lo tiene, no hay intriga erótica). La perfecta mujer de empresa, disponible para todo. Supongo que alguno acusará a la película de antifeminista, por criticar a esta mujer de fuerte carácter y drásticas decisiones, pero feministas thatcherianas-castigadoras como ésta, mejor que te caigan bien lejos. (Y para colmo la pobre es sufridora e insegura, ensayando interminablemente ante el espejo sus intervenciones ante la prensa o ante el consejo de administración, y tan tensa que parece que se le vaya a saltar una vena de la sien—la Swinton, genial actuación; los principales actores son todos muy buenos).

Me ha gustado la manera en que se representa el reparto de responsabilidades y la cadena perversa de colaboración con el mal. Los directivos permiten la comercialización de productos tóxicos sin ninguna intención deliberada de dañar a nadie: sólo quieren ganar dinero, y no probablemente no dedican ni dos minutos de tiempo a planificar el mal. El manejo de la mierda y la toma de decisiones le toca a la spin doctor de la Tilda, eficaz profesional, y que será malvadísima, pero que se limita a decirles a sus eficaces matones que "hagan lo que tengan que hacer", y casi ni le sale decírselo—todo entre medias palabras, sobreentendidos y eufemismos. (¿Los muertos intoxicados? Son sólo gente que pleitea contra la empresa, un problema a controlar). Los abogados, son gente eficaz, sin más, defienden a sus clientes lo mejor que pueden. Y los matones no son unos criminales así de la baja vida, sino una compañía de seguridad y servicios especializados: hacen unos asesinatos eficaces y clínicos, y sin la menor animadversión contra nadie. Todo en aras de la mayor eficacia laboral, aquí los únicos malos profesionales son Clayton y su colega, el que destapa la cacerola—y no tardan en quedarse sin empleo, faltaría más.

También está bien llevada, por otra parte, la cadena contagiosa de la ética: la manera en que la crisis de conciencia de su colega (Wilkinson) y su toma de postura, precipita el cambio en Clayton/Clooney.

Otro rasgo llamativo de la película es la estructura temporal: comienza con un viaje de negocios de Michael Clayton durante el cual le vuelan el coche, y luego vuelve atrás cuatro días para presentarnos los antecedentes, y repite la misma escena (ya casi al final de la película)—con lo cual la vemos con otra perspectiva. (Observemos que los términos flashback o flashforward están propiamente hablando fuera de lugar, ya que lo que tenemos es una analepsis objetiva continuada que vuelve a alcanzar el punto inicial del relato primero, repitiendo la escena inicial y siguiendo más allá del punto de inserción de la retrospección, con una alteración de la estructura perspectivística, pues ahora conocemos también el punto de vista de los asesinos). El efecto es interesante. Lástima que se haga sobre un hecho en realidad colateral como es el atentado frustrado contra Clayton, y no con alguna escena más sustancial o en la que la repetición / reinterpretación aporte más interés psicológico.

Pero en suma, película intensa, bien llevada, bien interpretada. Vuelve el hombre, liberado de su bufete, y vuelve la familia. Pero todo esto es antisistema, en la América en la que vivimos. Vale para un día de furia, o de cine, pero hay tantos días de trabajo...

Michael Clayton. Writer and dir. Tony Gilroy. Cast: George Clooney, Tom Wilkinson, Tilda Swinton, Michael O'Keefe, Sydney Pollack, Denis O'Hare, Austin Williams. Music by James Newton Howard. Cinemat. Robert Elswit. Ed. John Gilroy. Prod des. Kevin Thompson. Art dir. Clay Brown. Exec. prod. Goerge Clooney, James A. Holt, Anthony Minghella, Steven Soderbergh. Prod. Jennifer Fox, Kerry Orent, Sydney Pollack, Steve Samuels. USA: Samuels Media / Castle Rock, Mirage / Section Eight, 2007.






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