Invasión
Publicado en Cine. com. José Ángel García Landa
Remake, se supone, de la Invasión de los Ladrones de Cuerpos (Don Siegel, 1956) basada en la novela de Jack Finney The Body Snatchers, 1955,
que se ha reeditado en español convenientemente a rastras de esta
película. Es básicamente una regresión a las histerias de la guerra
fría, que provocaban en los años cincuenta esas angustias paranoicas de
comunistas/marcianos infiltrados entre los americanos de teléfono negro,
sombrero y cigarrillo; entes inquietantes que se hacían pasar por gente
normal y robaban la mente, o el cuerpo, o las dos cosas. Ahora es la
histeria terrorista quizá la que nos hace volver a ese tipo de
argumentario.
Los infiltrados de los años 50, zombis sin podre, eran fácilmente identificables por un supuesto je-ne-sais-quoi; en
la práctica, por un andar rígido, abducido e hipnotizado, una carencia
de sentido del humor y de movimientos de ojos (te miran al centro de la
frente), y unas actitudes sonámbulas y coordinadas por las calles. Bien,
pues como digo volvemos a lo mismo. Añadiendo, sí, más suspenses de
agresión física, acoso sexual y acorralamiento en espacios cerrados, y
toques de manías persecutorias y divorcios ("mi marido ya no es mi
marido") —todo lo cual contribuye a actualizar el complot y
multidimensionalizar la angustia, inyectando una dosis de abyección
histerizada. Sobre todo si se añaden desórdenes urbanos por saqueo, y
bombas terroristas, y vagas amenazas de epidemias televisadas, vacas
locas y comités de expertos gubernamentales secretistas y manipuladores.
O accidentes de los transbordadores espaciales, que con eso empieza
todo. Lo que se dice un remake, vamos,
como si pasas la película por Corporación Dermoestética y le hacen un
lifting integral con implantes mentales. Lástima que no hayan cambiado
las actitudes de los abducidos, pues hacen un tanto retro.
La Kidman da bien de punto histérica, acosada y divorciada, así que
funcionan adecuadamente las escenas de claustrofobia y persecución. El
amigo negro se salva, y encima—toma ya—descubre la vacuna para esta
gripe espacial que te convertía en zombi descerebrado. Esto de la
supervivencia del negro sí que llega como una auténtica sorpresa, en el
genocida Hollywood. Vamos, es que el tío ni se contagia del virus. Los
zombis, por otra parte, son igual de exterminables que siempre... aunque
lástima por ellos, porque luego resulta que con una vacuna se curaban, y
se ha cargado la Kidman a un buen número de probos ciudadanos. Pero
bueno, eran mayormente exmaridos antipáticos—por ahí empezó el daño.
Todos los exmaridos tienen algo de abducidos, ya se sabe. Mucho mejores
son sus sustitutos, siempre, como el nuevo ligue de Kidman, que acabará
haciendo de nuevo padre para su hijo (al que que ella corre corre
intenta salvar de los marcianos). Este nuevo amor de Kidman sólo recibe
un tiro en la pierna, cuando empieza a decir eso de "debes unirte a
nosotros". Luego pinchazo y como nuevo.
Lo que más
inquieta (pandemias y gripes del pollo aparte) es el mensaje que quiere
proyectar la película. Comienza con informativos televisivos (muchos
hay, imagen dentro de la imagen; ya se sabe que esto intensifica el
efecto de realidad). Informativos que van sobre lo que suelen ir los
informativos: atentados, bombas en Irak, etc. Los chicos del "ven con
nosotros" prometen convertirnos en una raza superior, deshumanizada y
sin guerras—"todos seremos uno" dicen, como si estuviesen en la versión
de Los Simpson. Un toque fundamentalista-sectario sí que tienen estos
ciudadanos, sí: lo curioso es la ambivalencia de toda la situación, no
se sabe si los perseguidores son maccarthystas bienpensantes acorralando
comunistas y disidentes, o si los vainas son los propios
comunistas-terroristas que estan ya por todas partes. (Aquí las vainas
por cierto son una especie de moco repugnante que exuda el cuerpo cuando
duermes, y caes víctima del control mental alienante—alusión por otra
parte a los contagios de sida; también son seropositivos perseguidos,
tanto los vainas como los últimos hombres cuerdos).
Pero lo
peor no es que se infiltren fundamentalistas o psicópatas en la
sociedad americana, o que cualquiera pueda ser un ruso o un terrorista,
sino que al final, restablecida la normalidad, se supone que nos tenemos
que alegrar de que haya bombazos en Irak: señal de normalidad, de la
humana condición de la que no debemos querer salir. Es nuestro ámbito de
actuación: los americanos tenemos una parte inherente de mal, pero eso
nos hace humanos, menos da una piedra. Así que podemos casi casi
emprender la siguiente invasión con la conciencia más tranquila. Ven con nosotros, Irán.
The Invasion. Dir. Oliver Hirschbiegel and James McTeigue. Written by David Kajganich, based on the novel The Body Snatchers
by Jack Finney. Cast: Nicole Kidman, Daniel Craig, Jeremy Northam,
Jackson Bond; Jeffrey Wright, Veronica Cartwright. Photog. Rainer
Klausmann. Ed. Joel Negron and Hans Funck. Music by John Ottman. Prod.
des. Jack Fisk. Prod. Joel Silver. USA: Warner, 2007.
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