Publicado en Personales. com. José Ángel García Landa
(24 de julio)
Pues
abriendo unas vacaciones dentro de las vacaciones, llegamos a reunirnos
con Eduardo, Monse, Lizara, Blanquita, Víctor y Linza. Quedamos en Cée y
Corcubión (que son el mismo sitio como quien dice). y emprendemos
camino hacia la puntita de la punta de Finisterre, tras encontrar un
hotel donde quisiesen alojar a siete críos. El agua para bañarse,
helada: estaban dentro sólo Beatriz y un tipo con neoprenos. Mejor
estaba el paisaje: a la puntita del Far West que nos vamos.
Por
cierto, comentando con un paisano que por aquí también pasa el Camino
de Santiago, le digo que será el único camino de Santiago que va hacia
el este, se me queda mirando extrañado, como si le hubiese dicho que la
tierra era redonda. Muchos japoneses iban, por cierto, andando por él,
en dirección contraria a Santiago y contraria al Sol Naciente.
Nos
llegamos pues hasta el extremo de Finisterre, extremo sur por cierto,
pasando a por los japoneses, para ver una puesta de sol espectacular de
esas dignas de Turner. Con faro y gran caída al mar, por supuesto.
Miraban el ocaso de Occidente un gato siamés, unas cuantas parejas
abrazadas, y algún solitario hablando por el móvil.
– Mirad a ver si veis el rayo verde.
– Buf, el rayo verde. Mejor la silueta de Apolo en esas nubes, igual. Turner hacía cosas de esas.
– Esto debe ser algún tipo de santuario precristiano. O New Age. O pagano, si te quedas en el restaurante.
– Sí, en la cumbre sagrada mira lo que hay– una antena. La de imágenes manga codificadas que deben estar pasando por aquí.
– Sí,
más que admiradores de San Martín. Y eso que en este extremo del mundo
tiene mucho predicamento San Martín, fíjate qué de placas
conmemorativas.
– Y los rotarios, esos no faltan tampoco, mira.
– Otas, no te despeñes. Oye, te juro que allí hay un gato siamés mirando la puesta de sol.
– Mira qué colorido. Y esa gaviota. Lo menos es Juan Salvador Gaviota, con este ambiente.
– Siempre se llevará esto de las puestas de sol.
– Los japoneses llegan tarde para la puesta de sol, mira. Les habrán dicho que se llegaba andando en un momento.
– Siempre al oeste. Pero tú, Lizara, al revés: tú siempre al este—al Sol naciente, recuerda.
– Jaja, Lizara y sus cosas japonesas. Hay que tener manga ancha con ella.
– Menos mal que vivimos en un ambiente con manga codificado en las ondas hertzianas, y nos bañamos en él.
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