martes, 23 de mayo de 2017

Retropost #1622 (22 de mayo de 2007): Out of Character


Aparecía hoy en el New York Times un interesante reportaje de Benedict Carey sobre psicología narrativa: "This Is Your Life (and How You Tell It)", que refiere conclusiones de la investigación de Lisa Libby (Ohio State U), Ethan Kross, y otros.

La idea es que la teoría narrativa (y esto ya lo decía más y mejor Kerby en Narrative and the Self) no va sobre personajes de ficción, o sobre textos verbalizados. Somos narraciones in fieri, y vivimos en narraciones. Entre otras cosas, porque creemos que vivimos en narraciones—entendemos nuestra vida y su trascurrir no como una sucesión informe de momentos, sino como un proceso estructurado, organizado de modo argumental.

"Every American may be working on a screenplay, but we are also continually updating a treatment of our own life — and the way in which we visualize each scene not only shapes how we think about ourselves, but how we behave, new studies find. By better understanding how life stories are built, this work suggests, people may be able to alter their own narrative, in small ways and perhaps large ones."

El artículo va sobre psicoterapia, así que perdonen el tufillo de autoayuda.... Y también hay que perdonar eso de "every American", como si los americanos fuesen seres de otra especie, narrativamente hablando. Y hay que perdonarlo porque en cierto modo lo son—quiero decir, que esta experiencia narrativa del yo admite variaciones culturales, e intensificaciones seguramente en culturas altamente conscientes del trayecto vital personal, como es la sociedad norteamericana (o la occidental avanzada, pongamos). Con su ego-psicología, claro. El formato seguido aquí es el de entrevistas a sujetos, con sub-entrevistas realizadas por controladores infiltrados, haciéndoles narrar de modo controlado o "espontáneo" su vida.

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"During a standard life-story interview, people describe phases of their lives as if they were outlining chapters, from the sandlot years through adolescence and middle age. They also describe several crucial scenes in detail, including high points (the graduation speech, complete with verbal drum roll); low points (the college nervous breakdown, complete with the list of witnesses); and turning points. The entire two-hour session is recorded and transcribed."

Y en este artículo apenas lo mencionan, pero hay obviamente una narración especialmente cara a los occidentales: la narración erótica del yo. La estructuración argumental del propio yo erótico —que, al decir de Giddens, es la versión de la interioridad del alma en la cultura occidental moderna— da por supuesto para muchas historias. Mencionan en el artículo las historias gays sobre la salida del armario—ok, eso es un antes y un después digno de un buen argumento. Pero también lo son "la primera vez que me enamoré", "la primera vez que me casé", o "la primera vez". (Expresión esta última que parece darle la razón a Giddens). Hay varios tipos de historias posibles, claro: familiares, laborales, religiosas... y quizá la historia sea en realidad la historia del peso relativo de estos argumentos y los avatares de su avance multiargumental, su entrelazamiento y su llegada a clímaxes (—ahh...aaaaahhh!!) y conclusiones (—kaputt). Especialmente interesantes son los momentos interesantes: giros vitales, cambios de trayecto, crisis y conversiones. "Yo era un buen cristiano hasta que"—etc.

O narraciones sobre la propia ideología política: "cómo me convertí a la democracia". O sobre la propia raza. Me leía esta semana en The Best American Essays un ensayo excelente de un ensayista negro americano, Shelby Steele, "On Being Black and Middle Class". Habla sobre cómo se liberó del ritual que siguió mucho tiempo de "hacerse el negro", de aceptar como la expresión auténtica de "lo negro" las maneras, ideas y valores del lumpen urbano de los barrios negros, autovictimizándose de una manera falsa, hasta que aprendió a tener una relación más auténtica no sólo con su clase social media acomodada, sino también con su raza. Y consigo mismo. Toda una historia del descubrimiento del auténtico yo... donde menos se lo esperaba, quizá (o sea, delante de las narices) después de ir tan desesperadamente a la caza de la autenticidad que le vendían a uno.

En clase suelo explicar que muchísimas ficciones novelísticas británicas se refieren a esta búsqueda de la autenticidad propia, escapando a los compromisos sociales preimpuestos, a las presiones del grupo social, la clase, la familia... En realidad, cuanto más en detalle se examinen las historias vitales personales y las ficcionalizadas, más elementos comunes se descubrirán.

Refieren los investigadores la diferencia entre historias vitales narradas en primera y tercera persona: cuando los sujetos hablan de sus propias experiencias en tercera persona, se observa en ellos más desvinculación de esa fase de la experiencia que se narra, y más capacidad de dominarla reflexivamente. Así por ejemplo en las narraciones de situaciones molestas o comprometedoras por las que se había pasado:

"The third-person perspective allowed people to reflect on the meaning of their social miscues, the authors suggest, and thus to perceive more psychological growth."

Y naturalmente (no digo que anden desencaminados) sugieren los psicoterapeutas investigadores que su propia función es narrativamente beneficiosa:

"The findings suggest that psychotherapy, when it is effective, gives people who are feeling helpless a sense of their own power, in effect altering their life story even as they work to disarm their own demons, Mr. Adler said."

La historia personal, plausiblemente, no existe al principio. Se va gestando, adquiere forma, primero indecisa o variable, luego tiende a la estabilidad... hasta que una crisis importante o peripecia vital le imprime un giro espectacular. Este todo que se constituye es modificado por las aportaciones de la experiencia, pero a la vez proporciona un marco interpretativo en el que se sitúa y orienta la experiencia personal, que adquiere sentido por referencia a esa narración personal. No aparece la idea en el artículo original, pero es la idea del círculo hermenéutico del tiempo la que aquí se apunta: nuestros momentos se relacionan con nuestra vida como una parte a un todo que es modificado por la parte—como un texto en desarrollo que es modificado por la nueva frase, a la vez que proporciona el cotexto para su interpretación:

"Taken together, these findings suggest a kind of give and take between life stories and individual memories, between the larger screenplay and the individual scenes. The way people replay and recast memories, day by day, deepens and reshapes their larger life story. And as it evolves, that larger story in turn colors the interpretation of the scenes."

"But the new research is giving narrative psychologists something they did not have before: a coherent story to tell. Seeing oneself as acting in a movie or a play is not merely fantasy or indulgence; it is fundamental to how people work out who it is they are, and may become."

Bueno, esta historia de narraciones personales, y la intervención en las mismas mediante el análisis y la actuación simbólica y ritual ya está discutiéndose al menos desde los ochenta en la ego-psicología americana; eso si descontamos las especulaciones lacanianas más oscuras o vaporosas sobre la cuestión.

Hayden White decía en Metahistory que los historiadores podían ser trágicos, cómicos, románticos o irónicos (ateniéndose a los principales tipos de argumento literario descritos por Frye). Ahora parece que también nuestra propia narración interna sigue moldes un tanto prefijados—role models, esquemas argumentales, difundidos mediante géneros narrativos literarios. Que para eso sirve la literatura: para dar forma a la vida, y para inventar gente, y para reinventarse a uno mismo.

Ideas para futuro desarrollo: la narración personal analizada al modo Lotmaniano, como adquisición y pérdida de rasgos: análisis ideológico, direccionalidad del movimiento semántico, tipos de fronteras ideológicas cruzadas, semas adquiridos, transformación personal.... Y evaluación. Quién evalúa, y qué supone esa evaluación en la propia narrativa vital del evaluador.

Otro ejemplo norteamericano (que es lo que se lleva hoy). Hoy comentaba en clase el relato de Hemingway: "Hills Like White Elephants". En tercera persona, con el estilo minimalista, con perspectiva externa, típico de Hemingway. Se nos invita sutilmente a colocarnos en la posición del hombre que está presionando a su chica para que aborte. Lo cual es una experiencia desagradable, pues si bien ella acepta la manipulación, es él quien peor evaluado queda implícitamente, con sus argumentos de mala fe en evidencia sangrante ante el lector. Este personaje, el "americano", es evidentemente una versión del propio Hemingway, que escribió la historia cuando estaba de viaje de bodas con su segunda esposa. Había tenido hace poco un hijo con la primera esposa. La separación estaba cerca. El relato es interpretado por muchos como el relato del primer momento de desamor de la chica, cuando se decide la ruptura. La narración en tercera persona proporciona distancia (quizá seguridad), pero también hay autocrítica—quizá sólo posible por ese distanciamiento "en tercera persona". No sabemos (no sé) si Hemingway presionó a su primera esposa para que abortase, o si simplemente le pasó la idea por la cabeza, o en qué medida estaba retratando modalidades de relación manipulativa que reconocía en su propia experiencia. Pero que algo de eso hay en el relato... it would take a New Critic to disregard it. También que en el relato se adopta una distancia autocrítica con respecto a esa actitud pasada.

Quizá sólo con la edad nos volvamos capaces de narrarnos en tercera persona, de decir que aquel él—yo. lo llamábamos— es otra persona. Y, de modo más general, la edad, y las crisis, y las quebradas en la trayectoria vital, hacen salir (con la perspectiva, con la retrospección) la cualidad narrativa de la propia vida. Esa cualidad narrativa que va permeando la propia vida, y convirtiéndola en una ceremonia de la apofenia, es, quizá la experiencia que retrata Vladimir Nabokov en su relato sobre un viejo matrimonio, "Signs and Symbols." Todo en nuestra vida transcurrida, y en las fotos viejas que miramos, es un símbolo—de sí mismo, y de lo que llegaría a ser, y no se sabía aún. Reflexión sobre la retrospección imposible para ese alter ego que nos mira desde la foto. Contemplamos irónicamente al que fuimos, pues no conocía el futuro. No nos conocía a nosotros, y así pues no se conocía a sí mismo. Tampoco ahora sabemos nada, o tan poco.

La juventud romántica cree en la posibilidad de la autotransformación, mira al yo como un potencial de desarrollo y transformación—Véanse a este respecto los Monólogos de Schleiermacher. Es la era, y la edad, del self-fashioning, de la automodelación sin límites. La ironía romántica nos hace quemar viejos yoes y abrir paso a la nueva fase de madurez que se abre. A veces nueva de modo ilusorio, porque lo nuevo, lo realmente nuevo, viene con la vejez. Cuando nos encontramos que ya hemos quemado all our yesterdays, todos nuestros ayeres—e intuimos ya cuál será el final del argumento, y la versión definitiva de nuestra narración. Cuando coinciden por fin nuestro carácter y la trayectoria de nuestras acciones.



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