viernes, 10 de febrero de 2017

Retropost #1362 (10 de febrero de 2007) - Goffman: El teatro de la interioridad



Continúo releyendo y comentando aquí la conclusión de Frame Analysis de Goffman. Comienza la segunda parte diciendo que es tentador establecer una oposición simplista entre la actividad efectiva y sus "formas transformadas": por ejemplo, entre realidad y ficción. Es tentador creer que las formas derivadas de la realidad son copias de un original localizable. Y entonces el análisis de marcos se limitaría al análisis de estas transformaciones, partiendo de un nivel de base simple e inanalizable, la realidad efectiva, no enmarcada.

Pero ya se ha mostrado a lo largo de todo el libro cómo la realidad, al incluir esos marcos, no puede aislarse de ellos. La realidad incluye a la ficción, con o cual se establece entre ellas una relación paradójica, o, si se prefiere, dialéctica. Totus mundus agit histrionem. La realidad, siendo una estructuración semiótica, no puede comprenderse sin analizar estas estructuraciones que la invaden, complican o constituyen.

"Pues la actividad efectiva no ha de contrastarse únicamente con algo obviamente irreal, como los sueños por ejemplo, sino también con los juegos, rituales, experimentaciones, ensayos, y otras disposiciones, incluyendo los engaños, y estas actividades no es que sean tan fantásticas" (563, traduzco).

Conclusión: el análisis no puede establecer una diferencia simplista entre la realidad original y la transformada, y el análisis de marcos se aplica al conjunto de la realidad.

"Sostenemos, pues, que los segmentos de actividad, incluyendo las figuras que los habitan, han de tratarse como un único problema para el análisis. Los ámbitos del ser son aquí los objetos adecuados de estudio, y aquí, lo cotidiano no es un dominio especial que haya de ponerse en contraste con los otros, sino que es meramente otro ámbito" (564).

Aquí Goffman trata en términos de "marcos" lo que otros teorizadores han llamado "mundos posibles". Sí creo que conviene aclarar que por supuesto existe una posición relacional llamada "mundo real", aunque es relacional, precisamente: es decir, ese "mundo real" también existe dentro del marco de una película para los personajes. Y, además de relacionalmente definido, es un ámbito complejo, atravesado y constituido por múltiples marcos no "tan" reales, como aclara Goffman. Y procede a continuación a explicitar la complejidad que subyace al nivel, supuestamente básico, de la "realidad real".

Ejemplo de Goffman: Así como los actores interpretan a su personaje para clarificar de cara al público el sentido de los actos y pensamientos del personaje, de la misma manera nosotros interpretamos a nuestro personaje ("playing himself", interpretando el papel de sí mismo, como diría Shakespeare) especialmente cuando nos sentimos observados por un público no familiarizado con nosotros y que podría malinterpretar nuestros actos, "most evidently when an individual finds he must do something that might be misconstrued as blameworthy by strangers who are merely exercising their right to glance at him before glancing away" (564). Verbigracia, hablamos ostentosa o innecesariamente con algún acompañante nuestro, para que nos oigan terceras personas, cuando se produce algún tipo de confusión interactiva en el grupo que formamos conocidos y desconocidos. O cuando, bajo la mirada de la señora de la limpieza, pasamos por su suelo recién fregado con aspavientos de humildad y precaución, para que no se sienta ofendida por nuestra indiferencia a su trabajo.

En un caso de interacción "real", "efectiva", "cotidiana", puede haber marcos entrecruzados delimitando secuencias de actividad diferenciables.

1). Primero, marcos que delimitan las secuencias de actividad, simultáneas, como en una grabación de varias pistas:
- La actividad principal, la "historia" oficial de lo que está pasando, compartida por todos. Por ejemplo, una reunión de trabajo en una oficina.
- Hasta cuatro canales de actividad subordinados:
    a) Uno relativo a acontecimientos ignorados. Por ejemplo, los ruidos de tripas de uno de los participantes.
    b) Una secuencia de actividad direccional, que orienta y regula la línea de actividad principal pero no es en sí misma objeto de atención. Por ejemplo, los rituales establecidos de toma de palabra, posición en la mesa según la jerarquía, etc., en la reunión de trabajo.
    c) Una secuencia  relativa a la comunicación superpuesta: lo que para los participantes queda fuera de su ámbito perceptual. Por ejemplo, los participantes suponen mutuamente que ninguno de los participantes puede ver lo que está pasando en otra habitación de la oficina.
    d) Un canal de ocultación. Por ejemplo, si un jefe antipático interrumpe la reunión con un telefonazo, mientras uno de los participantes le habla, todos pueden hacer caras o gestos de fastidio al respecto.

2) Al margen de las secuencias de actividad, están los marcos relativos a laminaciones. Por ejemplo, la reunión podría ser no una reunión tal cual, sino estar sometida a algún tipo de modulación o derivación: un ensayo de reunión, una reunión ficticia en el marco de una obra de teatro, etc. Una determinada secuencia de acción, con sus canales de actividad subordinados, puede así verse modulada y reenmarcada en otro contexto de actividad.

3) La actividad puede verse atravesada por diferentes marcos relativos al status de participación de los interactuantes. Por ejemplo, en una conversación entre dos personas, ambas son participantes en igual medida y pueden intercambiarse los papeles de hablante y oyente. Si se añade un tercero, puede mantenerse la plena participación de todos, o puede aparecer en mayor o menor medida el papel del participante sin alocución: si la conversación se centra en dos, el tercero presente puede convertirse en una especie de espectador del marco comunicativo formado por los otros dos. También pueden aparecer modalidades de comunicación limitada entre algunos participantes y que excluya, por connivencia, a parte de los presentes:

"Con un tercer participante, se ha creado también la posibilidad de una red colusiva y una distinción entre colusionadores y excolusionados. Añadamos, en lugar de eso, a un tercero que sea un extraño no participante y tenemos el papel del transeúnte que pasaba por allí, y su actor está aislado de los demás por la falta de atención que dicta la cortesía. Si hacemos un guión con esa situación de dos personas o cualquiera de las situaciones de tres personas, y lo representamos sobre un escenario, ya tenemos, además, los roles del actor y del público." (565)

Bien, pues una vez establecida la posibilidad de este análisis en marcos de la interacción comunicativa, Goffman pasa a aplicarlos al teatro interior del sujeto. Con toda lógica, pues (según nos enseña el interaccionalismo simbólico) la subjetividad emerge por interiorización de la interacción. La interacción consigo mismo, la auto-interacción, es una dimensión esencial del comportamiento. Según Blumer, el sujeto se dirige continuamente a sí mismo self-indications, señales relativas a su propio comportamiento. No olvidemos que las señales dirigidas por el organismo a sí mismo son un elemento crucial en el surgimiento de una consciencia compleja y reflexiva, ya al nivel de las estructuras cerebrales evolucionadas. El sujeto consciente y complejo es sólo posible gracias a la multiplicidad originaria de sistemas de señales internos, en comunicación unos con otros. De ahí que el análisis de la interacción y su estructura de marcos pueda aplicarse también a la actividad subjetiva de cada uno de los participantes en un encuentro comunicativo—aunque el encuentro sea de una sola persona consigo misma, claro.

Así pues, Goffman complica los sujetos "simples" presupuestos en el análisis anterior, con este elemento de autointeracción. La comunicación colusiva puede por tanto darse aun entre dos personas:

"Puede darse la comunicación colusiva en la conversación entre dos personas ya sea bajo la forma de la auto-colusión, cuando uno de los participantes hace apartes gestuales durante el turno de habla de la otra persona, o (por así decirlo) en forma de comunicación colusivo-colusiva, con los dos participantes jugando los papeles de colusionador y excolusionado. También un participante puede estilizar la externalización de su respuesta de modo que se estimule al otro para percibirla pero sin embargo actuar como si no lo hubiese hecho; se anima así al otro a aportar dos modos de funcionamiento, no uno, y se expande así de hecho la situación bipersonal para convertirse en algo más complicado". (565)

La vida cotidiana incluye una teatralidad, como bien supo ver Shakespeare, que potenciaba con el teatro de la vida cotidiana la teatralidad de su propio drama, para devolver al público esa teatralidad social reinterpretada, exteriorizada y comentada. Esa teatralidad nos vuelve actores y da profundidad a nuestros personajes, como comenta Goffman en relación a un caso frecuente: cuando repetimos o contamos las palabras y acciones de una persona a un tercero, o cuando narramos sin más:

"Y cuando un hablante re-presenta una secuencia de experiencia para deleite de su interlocutor, éste último (y hasta cierto punto también el hablante) puede ponerse a contemplar y funcionar de manera no distinta a un público; el oyente y el hablante pueden dar señales de su aprecio a lo que el hablante les está presentando.
   En suma, las situaciones que articulan la interacción multipersonal pueden plegarse y pasar al interior de la conversación entre dos personas, para recibir allí un papel estructural." (565-66).

Todavía enfatiza poco Goffman en este punto, me parece, la naturaleza interactiva de la interioridad. Pensemos en un ejemplo clásico de interioridad, la intimidad, ejemplificada en los secretos que no se cuentan ni salen a la luz en la interacción comunicativa con el otro. Pues bien, el sujeto que se estructura alrededor de un secreto ya ha interiorizado la situación comunicativa consistente en la ocultación del secreto. En sí mismo ha de regular, por supuesto en la interacción con otros, pero también en su economía interna, la representación de dos papeles, el del sujeto-con-secreto y la del sujeto-que-oculta-el-secreto, y ha de ser los dos. No es sino un ejemplo bastante claro de interacción internalizada que ayuda a constituir al sujeto como un ente esencialmente relacional. Generalizando la denuncia del bolero, podríamos decir que según Goffman, lo nuestro es puro teatro.

"Igual que en un escenario", la actividad supuestamente espontánea o natural es inherentemente teatral para Goffman. La organizamos de modo comunicativamente eficaz; y así a veces reímos o lloramos (actos corporales, vitales, supuestamente "descontrolados") en el momento que resulta comunicativamente más adecuado. La narración ordena secuencialmente acontecimientos simultáneos, para comunicarlos. El teatro o el cine clásico, algo menos los modernos, secuencian ordenadamente los turnos conversacionales que en la práctica se solapan. Pues bien, en esto nos dan la forma idealizada de la interacción: y también somos teatrales (aunque menos) fuera del escenario,  dejando que cada cual interprete su papel y colaborando con ellos para que lo redondeen bien, y nos dejen luego hacer bien el nuestro—aun en medio de una confrontación, a veces.

"Y aquí, en lugar de seguir la práctica habitual de 'secuencializar' lo que de hecho sucede a la vez, nos permitimos ver como si estuviese solapado lo que de hecho se ha organizado de modo secuencial—y con eso utilizamos los procedimientos de enmarcación para comprometerlos profundamente en la conspiración general para mantener las creencias existentes sobre nuestra naturaleza humana, en este caso, la creencia en que detrás de nuestras cortesías melindrosas, se halla un elemento indisciplinado y animal" (566)

En la acción social, el cuerpo no se utiliza como una presencia inmediata, sino que se ve implicado en la organización interaccional de la acción, orquestada mediante el juego de cuatro posiciones de sujeto, o funciones de interacción, diferenciables:

- La figura o personaje representado
- El estratega que diseña la acción
- El animador que lleva la acción a cabo
- El "principal" cuyos intereses se sirven mediante la acción

A veces los cuatro papeles están representados por "una misma" persona; otras veces se disocian. Por ejemplo, un cantante puede interpretar a un determinado personaje, cantando las palabras escritas por un autor, y sirviendo los intereses de tal o cual productor, ideólogo, etc.

En las actividades reguladas y organizadas, como trabajo, deportes, ceremonias y rituales, etc. hay diferentes reglamentaciones en cuanto a la presencia y uso del cuerpo: comparemos así una competición deportiva, con sus reglas, etc., a un debate, por ejemplo: en cada actividad hay unos límites y convenciones en cuanto al uso que se da al cuerpo. Eso está regulado, con lo cual la actividad podría parecer totalmente convencionalizada. No es así, sin embargo, y se produce lo que podríamos llamar un efecto de realidad, pues al margen de la actividad oficialmente regulada y usos "oficiales" del cuerpo, hay toda una serie de acciones adicionales, producción de signos y emisión de señales colaterales, realización simultánea de otros rituales interpersonales.

"Y, como producto colateral de sus acciones, el actor proporciona indicaciones de, por ejemplo, su personalidad, posición social, salud, intenciones, y afiliación a otros presentes. Así pues, en el caso de la mayoría de las secuencias de actividad ordinaria y no representada, parece perfectamente posible mostrar que aunque el comportamiento corporal del actor es aprendido y convencional, que aunque se esté llevando a cabo una actuación establecida, la acción se percibe sin embargo como directa y no transformada. (...). Esta cualidad de "directo" es un rasgo distintivo del marco de la actividad cotidiana, y en última instancia debe uno recurrir, para entenderla, a explicaciones basadas en marcos, no en cuerpos". (569)

Así pues, hay todo un lenguaje no verbal que acompaña y modula a la actividad "oficialmente realizada" y que apunta constantemente otros posibles usos del cuerpo.

El papel concedido a la emotividad y expresividad corporal está regulado y limitado por el marco de actividad. Una actividad regulada puede verse interrumpida por accesos de emoción que rompen el marco, pero la sintaxis de esta ruptura está en sí regulada (los abrazos o desesperaciones de los futbolistas, por ejemplo, o un músico que falla una nota y continúa con un gesto casi imperceptible de disculpas/complicidad hacia el público. En la interpretación de canciones populares, hay una "sinceridad" convencional, pues en los casos más logrados el intérprete o animador usa su personaje "real" como trasfondo o garante de la "autenticidad" de la emoción expresada:

"En tanto que cantante, un individuo luce el corazón en la garganta; en tanto que interactor cotidiano, es menos probable que se exponga. Y así como se puede decir que se emociona según requerido en tanto que cantante, también se puede decir que no lo hace en tanto que conversador. Ningún comentario no habla de personas en sí; los dos nos hablan de figuras en un marco de actividad" (572).

En el "marco cotidiano" de interacción, sostiene Goffman, la convención a aplicar es que los actores tienen un control incompleto de sus expresiones emocionales. Aun si disimula, ha de traicionarse a sí mismo, o emitir señales que nos permitan interpretar esa ambivalencia. De otro modo, pasa a considerárselo un psicópata. El comunicador cotidiano ha de revelar sus emociones en adición al control impuesto por la actividad en curso: "En suma, en tanto que personas naturales, se supone que somos contenedores limitados epidérmicamente", indicando nuestro contenido mediante la expresión explícita o mediante señales corporales emitidas que indican la supresión de expresión explícita. La simulación perfecta no se consigue, o en todo caso no se considera aceptable. Y sin embargo lo es, y se consigue fácilmente, en otro marco de actividad al que no se aplique esta ley: el juego del póker, por ejemplo. Así pues, la "sinceridad" o "espontaneidad" del sujeto, y la tensión entre expresión explícita y subliminal, está también sujeta a reglas del juego y a contextos de actividad.

El sujeto individual actúa en un contexto u ocasión social determinada. Allí llega con una identidad biográfica y desempeñando un papel socialmente definido. Y representa ese papel pero sin limitarse a él, a la vez dejando traslucir (en esos apartes, señales subordinadas, estilo de representación, etc.) que su personalidad no se ve agotada por el papel: que aparte del rol social hay una personalidad definida, una entidad moral, una pasión animal, etc. Pero la manera en que se orqueste esta disociación entre persona y personaje depende mucho del tipo de actividad social, de las laminaciones o reenmarcaciones a que se haya visto sometida... Y también de las modas:  al igual que varía según contextos sociales o épocas la longitud o anchura de la corbata, también  varía la amplitud y tipo de disociación aceptable o deseable entre persona y personaje, "entre la figura proyectada y el motor humano que la anima" (573):

"Sí existe una relación entre personas y rol. Pero la relación responde al sistema interaccional —al marco—en el cual se representa el rol y se entrevé el yo del actor. Así pues, el yo no es una entidad a medio esconder entre los acontecimientos, sino una fórmula cambiante para manejarse entre ellos. Al igual que la situación en cuestión prescribe la actitud oficial en el seno de la cual nos ocultamos, así también estipula dónde y cómo habremos de desvelarnos algo, y la cultura misma prescribe qué tipo de entidad debemos creer que somos para tener algo que desvelar de esta manera" (574).

A continuación ejemplifica Goffman la manera en que un subastador o una azafata interpretan su papel... algo que recuerda al análisis sartreano del camarero en El ser y la nada, a no ser porque para Goffman, el sujeto no desaparece tras el rol, sino que se constituye en interacción con el rol: en lugar de tener una superficie alienada, una interpretación perfecta, tenemos un complejo juego de interpretarse a sí mismos en el rol y a la vez a otro personaje "real" que trasluce... todos, podríamos decir, seres de papel o entes teatrales. "En suma, a la vez que se nos asigna un uniforme, se nos asigna también una piel. Por su propia naturaleza, los marcos establecen los límites a partir de los cuales son reenmarcados" (575).

El sujeto es una serie de funciones que se superponen o van juntas en la actividad "normal", pero que en otros marcos de acción se desligan: y en lugar de ser nuestra propia figura, animador, estragega y principal, vemos estos papeles distribuidos en una serie de sujetos coordinados para la acción.

Concluye Goffman su libro Frame Analysis citando el análisis que hace Merleau-Ponty (en La prosa del mundo) de la experiencia del "otro" con quien dialogo— alguien que no es propiamente ni la actitud "oficial" del otro, ni el cuerpo que tengo frente a mí. El otro está no propiamente en su cuerpo, sino en la experiencia de interacción que se crea entre yo y él, y que también noto que me desplaza o me crea a mí. Pues bien, Goffman enfatiza ese propio desplazamiento interactivo que me crea a mí a la vez que crea la experiencia del otro. Soi-même comme un autre, también aquí. Y la imagen del yo que se trasluce es, desde luego, un yo relacional, un juego de espejos y situaciones que, en el momento en que queremos anclar en una sustancialidad, no nos remite sino a una identidad significada que se fragmenta en incontables "realidades" de similar sustancia: interacciones, marcos, situaciones, actitudes hacia otros, resignificadas y reenmarcadas, traslucidas y comunicadas incesantemente. No tenemos más sustancia: "me parece que es teatro".


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