No me darán el premio Nobel por mi interpretación de esta canción de Bob Dylan, ni a mi micrófono ni a mi asesor de vídeo. Pero a él sí se lo han dado, hoy, y procede hacerle hoy un homenaje a la altura de nuestra altura. (A cambio, sí que tengo una Tanglewood Evolution a la que, bien tocada, no le haría ascos el propio Dylan).
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