lunes, 4 de julio de 2016

Retropost #1035 (4 de julio de 2006): El fin de la vida, el fin de la vida, y el fin de la vida



Vía el Paleofreak, este vídeo japonés sobre la hipotética colisión de un asteroide con la Tierra. Miradlo: estáis viendo, quizá, lo que todos queremos ver, el final que seguirá a nuestro final.



Es curioso, pero al tener toda persona su despertar y su dormirse, su nacimiento y su muerte, necesitamos concebir de alguna manera sus equivalentes para el Universo. Necesitamos mitos que nos narren el origen de las cosas, lo que nos perdimos por llegar tarde, y su final, el que nos perdemos (suave mari magno) por irnos demasiado pronto. Concebimos nuestra existencia metonímicamente, queremos que nuestra pequeña parte valga por el todo, extendiendo sus límites hasta, seguramente, más allá de donde pueden ir. Y queremos, ante todo, que el universo tenga una estructura narrativa, la que tiene nuestra vida, con principio, final, y mitad (que según Aristóteles es lo que va necesariamente precedido por un principio y seguido por un final).

Yo participo, cómo no, de esta pasión humana por querer leer la novela completa, con prólogo y epílogo, o la película hasta el final de los títulos de crédito; queremos irnos satisfechos sabiendo que está todo atado y bien atado en una forma definida, y que nos hemos enterado bien de la forma general del conjunto. Igual que nuestros ojos son capaces de captar desde estas letritas al alcance de la mano hasta una estrella a miles de años luz de distancia. Uno de los fines de la vida (humana, racional, filosófica) es enterarse de dónde y cuándo estamos, ubicarnos en el espacio y en el tiempo.
Pero sin embargo, a otra parte de mi cabeza le repugnan profundamente las historias de creaciones ex nihilo, Apocalipsis, Big Bangs y muertes frías del universo. A ese escéptico que tengo dentro le gusta más un universo eterno, que jamás ha tenido principio ni tendrá fin, y tan inmenso que escapa a los paréntesis conceptuales en que queremos encerrarlo - por muy amplios que los concibamos. Me parece, además de menos antropocéntrico, más elegante.

No es esto decir que la Tierra no vaya a tener final, claro. Lo tendrá, de eso estoy seguro. No el que nos narra este vídeo: éste no es el final de la Tierra, es el final de la vida en la Tierra, o de su ciclo actual. Y puede que sea así. Es, de hecho, muy posible que viendo este vídeo estemos viendo el futuro (aunque la ola de fuego sólo extinga a cucarachas mutantes, y no a seres humanos. Esa es otra historia, también, la del fin de la humanidad y el último hombre).

Y no es preciso irse a la ficción, o al futuro lejano, para ver espectáculos de este tamaño. Yo ví con estos ojos incrédulos una colisión cósmica de estas proporciones una vez, en directo casi, hace doce años. Pero el personal ni se inmutó. A nadie oí comentarlo siquiera. Las hormigas del árbol rara vez nos fijamos en el bosque. Eppur si muove, el bosque si muove...



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