sábado, 30 de julio de 2016

En guerra con Cataluña

A ver, no dramaticemos. Comentábamos ayer por aquí, como se comenta por todas partes, que a estos siniestros payasos cansinos que gobiernan Cataluña es tan buena estrategia como cualquier otra el ignorarlos mientras se dan viento con su bandera. Hasta cierto punto es así—visto que los propios ciudadanos catalanes están dispuestos a aguantarlos a la chepa y a seguir votándolos, mientras son ellos los principales perjudicados (tanta estupidez ambiental te deja perjudicado).

Valdría con ignorarlos y seguirles la corriente, como a otros iluminados, si el perjuicio para los demás no fuese real, pues para seguir la corriente a la idiocia hace falta simular idiocia, simulación tan perfecta que se confunda con la realidad, y se adhiere a ella. Y así Cataluña se está endeudando a costa nuestra, sorbiéndonos íntegros los fondos de liquidez autonómica, y vendiéndonos sus bonos basura como en el timo de la estampita. A ver entonces quién es el más idiota—y entretanto, que les quiten lo bailao, la pasta chafada, y el personal colocado.

Que no, que la broma tiene un límite, y si se te mean en la cara tiene poco recorrido hacer como quien oye llover. Rajoy, Montoro, y el resto de la pandilla de ineptos traidores que nos gobiernan son en realidad el mayor de nuestros males—no los catalanes, que serían irrelevantes si se les aplicase la ley. El mayor mal, decía Oscar Wilde, no es la injusticia, sino la Justicia sin su espada. Que haya ladrones es ley de vida, y siempre los habrá. Normal, y nada preocupante. Lo malo es cuando la policía no los detiene. Y el papel de estos ineptos traidores—repito y tripito, ineptos traidores— que nos gobiernan es tener a la justicia selectivamente desactivada, manteniendo la situación para que la oligarquía catalanista se lo siga llevando crudo. Muy a su pesar, al de los catalanistas digo, por cierto, que ellos ya se tirarían al pozo ciego de la independencia encadenados unos a otros, si sólo de ellos dependiese.

Espero que a Rajoy se le vote no y cien veces no, hasta soltarlo del poder como una lapa que por fin despegas de la roca con un palo. Aunque no con eso se vaya a resolver el problema catalán, pues el traidor e incoherente PSOE está dispuesto a cualquier solución asimétrica y falsaria a donde lo lleven los vientos en un momento determinado. Para eso está el truco del almendruco de ser a la vez un partido y dos, PSOE y PSC, un dilema cuasitrinitario que ni ellos han logrado desentrañar, ni lo lograrán jamás. Por ahí no vendrá la solución, ni por supuesto por los podemitas, que son el psoe elevado al cuadrado en ridiculez e incoherencia, ya a nivel de buffet libre. Y hasta Ciudadanos le ha ido a estrechar la mano a Puidgemont.

O sea que solución no habrá; ni la hay ni se la espera, y en río revuelto vienen los pescadores a sacar lo que puedan de lo que arrastra la corriente. La sedición catalana siempre se presenta en el momento en que puede sacar tajada, desestabilizar al país, y clavar la puñalada en el momento más efectivo, y el de mayor inestabilidad institucional. Así lo hicieron en la República repetidamente, y también hace nada con las elecciones anteriores, las de diciembre, que también tuvieron su correspondiente declaración de independencia, como tantas otras se vienen sucediendo y causando efectos graduales, que ríanse ustedes mientras les van robando y les van pudriendo las leyes.

Ahora, a estas alturas, tanto el gobierno catalán como su parlamento—creo que por ello no es injusto decir los catalanes así por abreviar— han declarado que el parlamento catalán es soberano (apropiándose de una institución supuestamente constitucional); han puesto en marcha el proceso de "desconexión", que así lo llaman, y han declarado solemnemente y informalmente, por activa y por pasiva, que no tienen intención de obedecer las leyes del parlamento español ni obedecer las sentencias de su Tribunal Constitucional.

En fin, que no tengo tiempo de elaborar el post, pero tampoco hay muchas vueltas que darle a la cosa. Esto se ha llamado siempre, y se seguirá llamando en cuanto haya un gobierno digno de ese nombre en España, sedición y rebelión. Es más, rebelión por parte de una autoridad local que tiene fuerzas armadas a su cargo, y que ha avisado de que cuidará que se cumplan sus propias leyes, y no las de España, en su territorio. Es, por tanto, una rebelión armada que se ha hecho con el espacio público en Cataluña, y con la autoridad que lo sustenta. Esto es un golpe de estado con todas las de la ley, aunque Rajoy haga como que llueve lluvia amarilla, y que alguna funcionaria ha hecho de través algún trámite administrativo. 

Los catalanes se han declarado en abierta rebeldía, fuera del alcance de las leyes españolas. Y después de darle muchas vueltas, esta cuestión sólo se resuelve de dos maneras: Una, aceptándolo, y manteniéndolos (visto el panorama) como una independencia subvencionada, con la subvención haciendo las veces de autoridad simulada. Esta es la opción de Rajoy y del resto del arco parlamentario. Otra solución, la única digna y legal: esto se resuelve a tiros y a tortas, como toda la vida, imponiendo la ley y arrestando a los sediciosos.

Cataluña nos ha declarado la guerra al resto de España. Podemos ignorarlo, si queremos, como el Papa diciendo que los yihadistas no están en guerra con nadie, que aquí no hay religiones en guerra (ninguna). Pero es una vía que tiene poco recorrido. Sobre todo, en este caso, porque el botín ya se lo están llevando. Que tú no estés en guerra con alguien, no quiere decir que ese alguien no esté en guerra contigo. Puede estarlo en secreto, o en discreto, como lo han estado los nacionalistas durante tantos años, brindando con los etarras por el pronto fin de España. O puede estarlo abiertamente, a ver hasta dónde le aguantas la desvergüenza, y la ofensa pública, y el saqueo organizado. Todo lo que no sea detener a estos individuos, arrestarlos e inhabilitarlos, y restaurar la ley en Cataluña, es concederles la victoria por incomparecencia.

Que no estemos en guerra con Cataluña, no quiere decir que Cataluña no esté en guerra con nosotros. Cuanto antes nos enteremos de que es así, mejor nos irá—o menos mal.



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