Leía hace poco el libro de Ambrose Paré Des Monstres et prodiges (1573; Ginebra: Slatkine, 1996), donde aparecen deliciosos monstruos y prodigios naturales.
Paré,
un poco al estilo enciclopedia china, atribuye el origen de monstruos y
prodigios a 1) la gloria de Dios, 2) su ira, 3) exceso de semen, 4)
insuficiente cantidad de semen, 5) la imaginación, 6) la estrechez de
la matriz, 7) posturas indecentes de la madre, 8) accidentes, caídas y
golpes contra el vientre durante el embarazo, 9) enfermedades
hereditarias o accidentales, 10) putrefacción del semen, 11) mezcla
seminal de personas y animales, 12) la brujería, 13) la intervención de
demonios y diablos.
Monstruos como aquel
hombre de cuarenta años, al cual le salía de la tripa otro hombre casi
completo, excepto la cabeza… otro yo al que llevaba en brazos, por
París, en 1530.
Siameses, seres de dos cabezas,
hombres con otra cabeza viva en el vientre. Mujeres que paren treinta y
seis niños vivos. Mujeres que han parido pequeños monstruos activos y
malignos. Peces voladores. Apariciones de figuras en el cielo, con
hachas, espadas y caras espantosas.
"Un monstruo marino, que tiene la cabeza de un monje armado, y cubierto de escamas de pez" - o bien "un monstruo marino, que se parece a un obispo, vestido con sus hábitos pontificios".
O
la Ballena, y la Jirafa. O la bestia oriental Tanacth, una especie de
tigre sin cola, con cabeza de hombre "bien formada pero con la nariz
chata", pelo de africano y manos de hombre… esta bestia se
la comen en la India. Y la Rémora, diminuto pez capaz de detener una
gran nave al adherirse a ella. El Aloés, pez monstruoso. Y el Limaco
del Mar Sarmático.
Y otros prodigios que
despiertan curiosos ecos y analogías hoy en día. Cambios súbitos de
sexo al saltar una valla. Siempre de mujer a hombre, nunca de hombre a
mujer: "la raison pourquoy les femmes se peuvent degenerer en hommes"
es, aclara con lógica admirable, "pour-ce que Nature tend tousjours à
ce qui est le plus parfait, et non au contraire faire que ce qui est
parfait devienne imparfait" (86).
Veamos qué dice Paré
De los hermafroditas o andróginos, es decir, que en un mismo cuerpo tienen dos sexos.
Los
hermafroditas o andróginos son niños que nacen con doble miembro
genital, uno masculino y otro femenino, y por tanto, son llamados en
nuestra lengua francesa, hombres y mujeres.
Pues
es la causa, que la mujer proporciona tanta semilla como el hombre
proporcionalmente, y por eso la virtud formadora, que siempre intenta
hacer su semejante, a saber, de la materia masculina un macho, y de la
femenina una hembra, hace que en un mismo cuerpo se encuentren a veces
dos sexos, llamados hermafroditas. De los cuales hay cuatro clases, a
saber, hermafrodita macho, que es el que tiene el sexo del hombre
perfecto, y en el perineo (que es el lugar entre el escroto y el ano)
un agujero en forma de vulva, que sin embargo no penetra dentro del
cuerpo, y de este no sale orina ni semilla. La mujer hermafrodita,
además de su vulva que está bien formada, por la cual arroja la semilla
y la regla, tiene un miembro viril, situado encima de la mencionada
vulva, cerca del monte de Venus, sin prepucio, sino sólo una piel
desligada, que no se puede invertir ni volver, y sin ninguna erección,
y de éste no sale orina ni semilla, y no se encuentra vestigio de
escroto ni testículos. Los hermafroditas que no son ni uno ni otro, son
los que están todos cerrados y exentos de generación, y sus sexos
totalmente imperfectos, y están situados al lado uno del otro, y a
veces uno encima y el otro debajo, y no pueden utilizarlos más que para
expulsar la orina. Hermafroditas machos y hembras, son los que tienen
los dos sexos bien formados, y pueden usarlos y servir para engendrar,
y a estos las leyes antiguas y modernas les han hecho y todavía les
hacen elegir qué sexo quieren usar, con prohibición, bajo pena de
perder la vida, de no utilizar más que aquél del cual hayan hecho
elección, por los inconvenientes que podrían resultar de eso. Porque
algunos han abusado de ello de tal manera, que por un uso mutuo y
recíproco, se refocilaban de uno y de otro sexo, ya de hombre, ya de
mujer, pues tenían naturaleza de hombre y mujer, proporcionada a tal
acto, e incluso, como dice Aristóteles, su teta derecha es como la de
un hombre, y la izquierda como la de una mujer. ( . . . ) (75-77).
Como
se ve, en los presupuestos descritos por Paré, se presupone
estrictamente la heterosexualidad: ni siquiera se plantea (no pertenece
a la discusión) la posibilidad de una orientación sexual que no
corresponda a la determinada por la marca de los órganos genitales y
marcas corporales adyacentes. La orientación sexual se regirá y determinará por estas marcas:
Los
médicos y cirujanos bien expertos y entendidos pueden saber si los
hermafroditas son más aptos para adoptar y usar uno u otro sexo, o los
dos, o nada. Y tal cosa se conocerá por las partes genitales, a saber,
si el sexo femenino es adecuado en sus dimensiones para recibir la
verga viril, y si por él fluyen los menstruos; igualmente por el
rostro, y si el cabello es desligado o recio; si el habla es viril o
aguda, si las tetas son parecidas a las de los hombres o
de las mujeres: igualmente si toda la costumbre del cuerpo es robusta o
afeminada, si son atrevidos o temerosos, y otras acciones similares a
los machos o a las hembras. Y en cuanto a las partes genitales que
pertenecen al hombre, hay que examinar y ver si hay gran cantidad de
pelo en el monte de Venus y alrededor del ano, porque comúnmente y casi
siempre las mujeres no tienen nada en el ano: Igualmente hay que
examinar bien si la verga viril está bien proporcionada en grosor y
longitud, y si se levanta, y de ella sale semen: lo que se hará por
confesión del hermafrodita, cuando haya tenido compañía de mujer: y por
este examen se podrá verdaderamente discernir y conocer al hermafrodita
macho o hembra, o que sean lo uno y lo otro, o que no sean ni lo uno ni
lo otro. Y si el sexo del hermafrodita tiene más del hombre que de la
mujer, debe llamársele hombre: y lo mismo con la mujer. Y si el
hermafrodita tiene tanto de lo uno como de lo otro, será llamado
hermafrodita hombre y mujer. (79)
Curiosos estos tres niveles de análisis:
- sexo biológico: fluido y quizá sin fronteras entre categorías.
- sexo médico, determinado por el experto: se hace recaer en una de cinco categorías.
-
sexo administrativo y legal: se reduce a dos categorías (aun el caso,
como hemos visto, más problemático, el del quinto sexo médico, los
hermafroditas que son "hombre y mujer").
El
deseo del hermafrodita no entra en cuestión nunca. Hay que tener en
cuenta que Paré mezcla la discusión de exámenes de neonatos con
exámenes de transgresores potenciales que han salido a la luz; en ambos
casos, el deseo parece ser irrelevante en sus planteamientos, y se
atiene a lo que aconsejan las marcas físicas.
Es
más, incluso cuando la marca es ambigua, al parecer sigue sin
plantearse la cuestión. Los hermafroditas pueden ser machos o hembras,
en los dos primeros casos, y como tales se espera que actúen. De la
ambigüedad o "género neutro" del tercer caso al parecer tampoco se
derivan problemas legales, pues se presupone que no habrá actividad ni
orientación sexual. (Todo esto no quiere decir que no hubiera en esta
época casos de travestismo y de homosexualidad, por supuesto). Es
únicamente el cuarto caso descrito por Paré el que a su juicio merece
intervención especial por parte de los legisladores: el del
hermafrodita pleno, diríamos, el de la persona que está caballo entre
las dos vertientes de la diferencia sexual no por carecer de marcas
sexuales ino por tener dos marcas sexuales claras y a la vez
contradictorias. Aquí es donde interviene la ley para declarar válida,
por orden público, o por convención o ficción legal, sólo una de las
dos marcas.
Se observarán aquí curiosos
elementos de paralelismo con el debate actual en torno a la
transexualidad y su reconocimiento legal.
Hoy
en día no se ejecuta ni encarcela a nadie (en Occidente) por
homosexualidad o por bisexualidad o por usar atípicamente genitales
atípicos. Se entiende que todo esto entra en la libre elección de cada
cual. Y, es más, está prohibida la discriminación contra las personas
por razón de sus preferencias sexuales. Menos prohibida, pues todavía
tiene vigencia legal, está la discriminación por razón de sexo. Parece
haber cierto futuro para la discriminación legal positiva a favor de la
mujer. Y habría que diferenciar, a su vez, el debate en torno a la
discriminación sexual del debate en torno a la discriminación por razón
de género y de identidad genérico-sexual: tres debates, o cuatro, que
sin embargo están muy ligados entre sí. Cinco debates, si le sumamos la
cuestión del nacimiento con estructuras genitales atípicas como las que
describe Paré.
A pesar de esa cierta
prohibición de discriminaciones, hay no obstante un punto en el que la
ley parece casi tan insistente en nuestros días como en los días de
Paré: el mundo humano se estructura en torno a dos sexos, y cada individuo debe elegir uno.
A
andróginos y epicenos (no hermafroditas) les puede resultar más o menos
cómodo el papel que se les ha asignado; pero al menos hoy en día hay
(en Occidente, hablo de Occidente…) aparte de estilos de relación,
vestimenta, etc., claramente masculinos y femeninos, una amplia gama
intermedia, tirando más bien hacia lo masculino nondescript,
una gama de estilos que es aceptable no sólo para personas física o
emocionalmente andróginas sino, salvando otros códigos sexuales
complementarios, para hombres machos y mujeres hembras. Así, pongamos,
una cazadora y un vaquero lo puede llevar tódios; o todo el mundo puede
saludar dando la mano en lugar de besitos sin levantar demasiados
comentarios.
Otro caso es el de quienes eligen
una polaridad invertida: los travestís y transexuales en grado diverso
(que el ropaje sexual va desde el pintalabios hasta la cirugía). Muchos
transexuales son los primerosas en mantener bien alto el pabellón de
los dos sexos diferenciados (a la vez que minan con su propia
existencia ese régimen sexual). De hecho, es el caso arquetípico de
transexualidad: una persona nacida genitalmente hombre pero que siente
una necesidad imperiosa de identificarse como mujer, y vice-versa. No
sé si hay muchos transexuales que sienten la necesidad psicológica de
acogerse a un tercer sexo andrógino o "transexual"… aunque en muchos
casos lo tengan que hacer de facto para salvar con poco coste
personal muchas situaciones de la vida cotidiana. Es, por tanto, una
situación curiosa la de los transexuales; en principio, apuntalan por
el mismo hecho de su "elección" vital el orden sexual bipolar; a la
vez, lo quiebran, convirtiendo como poco de cuatro a cuarenta y cuatro,
por decir algo, las posibles combinaciones de conformación genital
original, y modificada, vestido/estilo virilizante o afeminado, y
orientación sexual (la nacida mujer que se transexualiza en hombre,
pero viste de mujer y tiene modos poco femeninos y orientación sexual
hacia los hombres sería sólo un caso atípico…).
Pero
si los transexuales son a veces un caso un tanto paradójico de promoción
del binarismo sexual, hay otros dos casos más influyentes, y que van,
naturalmente, ligados entre sí:
1) El sentido
común, lo que dice todo el mundo, lo que siempre se ha hecho y lo que
es así por naturaleza, o cree el 95% de la gente, etc.: que hay hombres
y mujeres. (Creencia cierta, con una posible falacia adherida: "que sólo hay hombres y mujeres".... —y de la que se extrae un corolario problemático para muchos e incuestionable para otros: que hay que obligar a todo individuo a ser o bien hombre o bien mujer).
2)
La ley: que es la que hace explícito dicho corolario y se encarga de
aplicarlo. Normativas sobre baños separados (¿costumbre o ley? No sé);
dormitorios separados, residencias separadas, etc. —y, en suma,
identidad sexual polarizada, "original" y obligatoria en la
documentación para todas las personas.
Hoy
como entonces, parece que se afirma el orden sexual binario (si bien no
tanto, gracias a Dios) por temor a la posible multiplicidad que
resultaría de replantearlo: no ya cuatro sexualidades, sino cientos,
miles… las que de hecho hay, quizá. Como dice en la introducción al
libro de Paré su editora Gisèle Mathieu-Castellani,
"Cuando
la ambigüedad se inscribe en el cuerpo y se marca en el sexo, se vive y
se piensa como una ruptura intolerable del orden del mundo, físico y
social, como una fractura del cuadro conceptual que lo estructura. Lo
híbrido es el caos . . ." (25)
Y
así parece haber sido, desde tiempo inmemorial, para el orden político
y legal de la humanidad. Si así pensaban los renacentistas, así sigue
pensando la legislación actual sobre identidad sexual. Es obligatorio
tener un sexo definido: bueno, es que puesto así hasta suena chusco. No
es que sea obligatorio: se tiene. Y si no se tiene, pues se pone. Y si
no se pone el sexo, al menos se pone la cruz en la casilla.
¿Pero
a qué sexo se refiere la ley? Al "verdadero", al "original", al de
nacimiento, se presupone. Se ha venido presuponiendo. Lo que pasa es
que ahora parece inoportuno presuponerlo, y quizá se pase a presuponer
otra cosa. Sexo a voluntad, o según trayectoria vital: es decir,
pongamos "género" en lugar de "sexo".
Lo cual
presupone, en cierto modo, que haya dos géneros, dependientes o
derivados de los sexos en una génesis de las culturas, pero desgajables
de esa génesis no sólo ya para cada trayectoria individual sino también
para la ley. "Género" de destino, en lugar de "sexo" de origen. Parece
ser que será el sentido de la próxima reforma legislativa del gobierno.
Lo
que no se va a cuestionar, según todos los indicios, es el binarismo de
la clasificación. No vamos a pasar de v/m a vv/mm/mv/vm/ o a ns/nc (a
menos que se agarre el toro por los cuernos y se introduzca la
categoría neutra, o se haga optativa la respuesta, declarando obsoleta
la atención de la administración al sexo o género… pero no parece, no).
Tengo curiosidad por saber cómo se formularán exactamente el status
legal del sexo de origen y el del sexo de destino, y si esto llevará a
una multiplicación administrativa de las identidades sexuales o no.
Esta
cuestión, claro, tiene repercusiones legales que no se acaban en la
legislación española. Eso es sólo el principio , y de hecho los nuevos
"sexos" de los sistemas legales occidentales que han dado este paso se
contemplan internacionalmente en el marco de los viejos sexos de
siempre; no parece que un país que no reconozca los cambios de
identidad sexual vaya a reconocerlos (al margen de la existencia de
convenios especiales) sólo porque en España haya cambiado la ley al
respecto. Sea como sea, en la realidad de la vida cotidiana o en el
código legal, las posibles modificaciones de trato social o de ley que
se difundan o se instituyan no tienen lugar en vacío, sino en un
contexto a la vez geográfico e histórico regido por el binarismo
sexual. Llevamos la historia a cuestas (unas veces más que otras) y así
sería ilusorio creer que el régimen sexual se puede cambiar por
decreto-ley, aunque sí haya algunos aspectos del tratamiento legal de
la sexualidad que se pueden cambiar por ese procedimiento.
Con
lo cual las gentes que quieran escapar al binarismo del orden sexual
mundial seguirán siendo a la vez monstruos y prodigios por un lado… y
la cosa más normal del mundo por otro, poniéndose unos vaqueros y una
cazadora. Donde se pueda.
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