Volvía yo en mi sueño de las afueras de Biescas (o de Zaragoza) por una carretera polvorienta, quizá el camino que lleva más allá de las piscinas, saludándome con personas que parecían conocerme pero yo a ellas no (las saludaba como si tal, sin embargo). Y andaba a lo largo de una caravana de coches, cuando oigo que me llaman de uno, era Lola, con otra gente que me saludaba desde el coche, y que me señalaban algo que había al lado de la carretera, aunque como había demasiado ruido no se oía lo que me decían. Alguien me traía un mensaje: "Que te fijes en estos escombros aquí al lado" (Había, sí, como las ruinas de una caseta, o una garita vieja, al lado de un árbol seco). "Que es un monumento a Franco, aunque poca gente lo sabe; es el primer monumento que le hicieron, a finales del siglo XIX". Y yo me paraba a mirar lo que me decían, una especie de catafalco derruido con cuatro restos de paredes de ladrillo, y, en efecto, una figura casi irreconocible donde se adivinaba el perfil del Caudiño, casi mezclado e incorporado al árbol seco. Lo comentaba con otros viandantes que se habían detenido, ostras, qué curioso, pues poca gente habrá caído en la cuenta. Uno de ellos era un militar, que hablaba del Imperio con desprecio, a mí me llamaba la atención que siendo militar no fuera más partidario de Franco. La figura parecía un espantapájaros más que otra cosa; leña, ramas secas saliéndole de la cara, y mampostería derrumbada. ¿Deberían restaurarlo? Una rama parecía una pipa que estuviese fumando. Y volviendo al pueblo andando les comentaba yo al militar y a otros una anécdota que había tenido de un encuentro con Franco, y que había tenido olvidada:
Fue la única vez que me encontré con Franco. Era durante una visita que hizo a Biescas. Yo por entonces estaba terminando la tesis; la había encuadernado y me la estaba repasando, llevaba un volumen en la mano, subía la cuesta de la panadería e iba a cruzar el puente cuando veo que por él venía Franco andando solo, con aspecto meditativo, las manos a la espalda, vestido de uniforme, con banda cruzada, gorra y gafas verdes.Y continuaba su paseo.
- A ver, joven, qué lleva usted allí.
- Es mi tesis doctoral.... ehem... Excelencia...
- Déjeme que vea...
(La abría, le echaba un vistazo rápido hojeándola al azar, la cerraba- PLOM! - y me la devolvía).
- No parece buena.
Llegando al pueblo, me encontraba con mi padre sentado en la ventana de casa del médico. Le decía, "Les estaba contando a estos señores lo de mi encuentro con Franco. Me parece que eso no te lo he contado nunca, es curioso que se me olvidase. Fue la única vez que me encontré con él, en una visita que hizo a Biescas..." Mi padre me interrumpía:
- Sí, ya me lo contaste...
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