Como aquello (que ya no sé si le suena ni a Ratzinger) de tres personas distintas y un solo Dios verdadero. El problema no son los jeribetes mentales que haya que hacer para creerlo, o si es posible que dos y dos no sean cuatro. Los dogmas diversos del Cristianismo y de la Constitución nos tienen acostumbrados a eso: la lógica es mejor que no se meta en nacionalismos ni en religiones (el nacionalismo es una religión) porque saldrá ofendida. Ya bastantes bemoles tenía el neologismo/neoconceptismo de las "nacionalidades que no naciones", cuando viene ahora el estatuto catalán a subir el listón del credo quia impossibile.
El problema no son las ficciones convenientes, sino la multiplicación deliberada de las entidades ficticias. La mente humana puede tragar dosis ilimitadas de ficción política o religiosa: como si al Estatuto catalán le da por declarar a Cataluña "Reino Independiente, País Distinto, Estado Catalán y Planeta Aparte", eso sí, dentro del marco de la Constitución (también de boquilla, lo de dentro). O, como el plan Ibarreche, "Estado Catalán libremente asociado al Estado Español" (y primer caso de independencia por ley orgánica). Estaría asociado, eso sí, sólo para poder separarse, pues no te puedes separar de quien no estás asociado, y está claro que hay mucha gente para quien el separatismo es un estado de ánimo y una vocación, no un proyecto político concreto. Hoy entrevistaban en la radio a un representante de Cumveryansie, que hacía extrañas posturas para no ponerle nombre a su propuesta política actual, ni límite a la futura. "Pero", decía el entrevistador, "¿no sería entonces un Estado confederal el que plantean ustedes?" —"Pues... no querríamos ponerle ese nombre a nuestra propuesta, ... todavía .... " La clave está no en el ser, sino en el devenir, siempre insatisfechos, en un proceso infinito de redención más allá del horizonte, donde se nos promete un paroxismo de autodeterminación... la diveryensia como guía y lumbre, vamos; y siempre en contra del chivo expiatorio: una relacion de identidad viciada donde las haya. Pero el problema no es que existan estas propuestas políticas.
El problema es más bien que de modo generalizado interese a los electores votar a los que barren para casa sin límite apreciable (cosa que a los ricos siempre les resultará ventajoso), aunque los votantes en general no comulguen con esos dogmas y cultos y advocaciones (o, aún peor problema, si acaban creyéndoselos). Lo malo es que interesa ya que sólo por "la pela" se creen nuevos milagros y misterios, y administraciones, como si hubiese pocos que arrastrar ya. Pero claro, eso de barrer las pelas para casa es algo que hace toda Europa con respecto al resto del mundo, y Cataluña siempre ha presumido de ser más europea que el resto del "Estado Espanyol". Estado éste que está en estado, y va a parir más estados. Vamos a estar de Estados hasta las orejas.
En estas circunstancias, es comprensible que el PSOE, pseudo-socialista, pseudo-obrero y pseudo-español, no sea un partido nacional. Partido no es, ni toma: partido está—vamos, que también es un pseudo-partido. De hecho, no hay ningún partido estatal en los Estados Españoles: pero el PSOE en concreto, es que ni se presenta, ni se presentará jamás a las elecciones en Cataluña ni en el País Vasco. Es que no está implantado allí. O igual hay que aplicar aquí también lo de tres pesoes distintos y un sólo Rodríguez Zapatero.
Algo tendrán que ver los tres o cuatro pesoes con las tres o cuatro naciones que se nos autodeterminan. Por patéticas que sean esas historias del cantón de Cartagena, o del de Elche, parece que tendremos que dedicarnos otra vez a hablar de nacionalismos múltiples...
Con la de problemas que hay en el mundo sin necesidad de crear problemas adicionales (—todo para crear puestos adicionales para los colegas, claro—), ofendiendo a la historia, a la lógica, al lenguaje, y a Occam; aparte de a todo el vecindario.
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