miércoles, 11 de noviembre de 2015

Retropost #301 (5 de julio de 2005): Autorretransmitiéndonos en directo


Hay un fragmento de Kafka que nos invita a penetrar en los misterios de la existencia por el siguiente procedimiento: en cualquier momento, en soledad (y en compañía supongo) puedes quedarte contemplando la nada o el todo que tienes delante, escuchando el ruido detrás del silencio, o el silencio detrás del ruido - al rato, al parecer, verás al universo "extasiado retorcerse ante tí". Aunque quizá somos nosotros los que nos retorcemos extasiados ante nosotros mismos. Basta con bajar el nivel de la información ambiental para que se haga más audible el nivel de la emisión interna que recibimos desde Radio Id: la cadena radiofónica que llevamos dentro de la cabeza. Somos a la vez la emisora y el aparato receptor de una programación que nos enviamos, o que alguien que también somos nosotros (l’autre qui est je) nos envía a nosotros mismos. Es curioso que viniendo de nosotros nos lleguen nuestros pensamientos a nosotros mismos, que tomen forma perceptible en un momento dado cuando ya estaban allí de alguna manera esperando surgir, sin que los materiales que los forman estuvieran accesibles para nosotros. (Pueden volverse accesibles cuando volvemos a lo que ya hemos pensado para descomponerlo, retrospectivamente. Pero ésa es otra historia). Esta noche me he dormido oyendo la radio, y se han combinado las noticias, los programas de Gomaespuma y mis sueños de las maneras más inverosímiles. Aunque lo raro de verdad es que parezca tan inverosímil, pues siempre lo real nos llega filtrado por nuestras ensoñaciones despiertas y or las noticias que nos radiamos a nosotros mismos. De la programación externa y de la interna combinadas está hecha la vida cotidiana, y de hecho no hay manera de separar, por ejemplo, a una persona real con la que interactuamos de la imagen fantástica que proyectamos sobre ella. Una imagen que es tanto más potente, relativamente, cuanto más fuerte es la señal del interior y más débil la del exterior. Así, las personas a las que amamos son sueños vivientes ("Dri-i-i-i-im. Drím-drím, dri-im. Drí-i-i-i-im"), tanto más cuanto menos tratamos con ellas en realidad.




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