No es el nombre de ningún romano, esto de
Sexto Quinquenio; lo que pasa es que (en cierto modo) cumplo
hoy (seis por cinco) treinta años dedicado a la docencia—al menos en mi horario laboral.
Treintaañero en docencia
universitaria, quiere decir que voy camino de sexagenario, y mi vida ya es
algo que
va quedando atrás, cosa del pasado. Pasé en algún momento de joven
promesa a gris
funcionario —y como en la general suerte humana, ya no soy ni un eco de lo que fui, ni de lo que pude ser.
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