viernes, 12 de diciembre de 2014

Javier Sánchez in memoriam

Javier Sánchez in memoriam
Ha aparecido el volumen 50 de la revista Miscelánea—de la que en otro siglo fui editor—, y es un volumen dedicado a la memoria de Javier Sánchez Escribano, compañero de departamento, y de cafés, mientras vivió y mientras no se fue a la orilla del mar dejando atrás Zaragoza y el departamento. Muchas desgracias (y chistes de la vida también) comentamos esos últimos años hasta que se jubiló. Pero tuvo mala suerte Javier, y poco le tocó disfrutar de la jubilación. Javier fue profesor mío ya desde que pisé la universidad en 1979. Aún tengo por ahí un trabajo que hice para una asignatura suya más adelante en la carrera, el primero que aparece en mi lista de publicaciones. Para este número de la Miscelánea escribí esta presentación:

Este volumen está dedicado a la memoria de Javier Sánchez Escribano, compañero y amigo del Departamento de Filología Inglesa y Alemana de la Universidad de Zaragoza, recientemente fallecido. Casi todos los profesores de este departamento conocimos a Javier Sánchez Escribano primero como profesor nuestro en la carrera. Ha sido para nosotros uno de los old timers que estaban ya en el departamento y en el área de Filología Inglesa en Zaragoza desde sus primeros tiempos; y enseñó Javier a muchas promociones de estudiantes desde los años 70. Siempre fue un excelente compañero, al que incluso en los momentos difíciles no le fallaban el buen humor, la amistad, y el trato amable. Era parte de esta vida cotidiana en la universidad—tantas reuniones, tantas clases y también muchos cafés que tomamos juntos; la vida sólida de cada día en la que confiamos pensando que nunca nos va a faltar, ese día a día que se vuelve la sustancia misma de la realidad. Damos por hecho no nos va a faltar sin pensarlo siquiera, como nadie había pensado que Javier pudiera morir tan pronto, a destiempo—como tampoco lo pensaríamos sobre nosotros mismos. Se retiró todavía joven, parecía que con mucho tiempo por delante, a disfrutar de una jubilación temprana y una vida que prometía ser feliz y tranquila, a orillas del Mediterráneo. Aunque lo perdimos de vista contábamos con volverlo a ver, cualquier día, en cualquier visita. Y no había de ser. Nunca sabemos si ya hemos visto a alguien por última vez, si ya hemos hablado por última vez con una de esas personas que han sido, con su compañía y con su amistad, la trama misma de nuestra vida diaria, y así nos sucedió con Javier.

Te echamos de menos, Javier, y sentimos no haber podido despedirte mejor, aunque es cierto que es imposible despedirse bien de quien no esperamos ni queremos despedirnos. Los académicos realizamos en estos casos rituales dedicatorios, ceremonias que no valen más que otras, pero que tienen el valor de mantener simbólicamente esta relación con nuestro compañero, de poder decirle adiós con aprecio y tristeza mientras reconocemos su labor y seguimos dirigiéndonos a él como uno de los nuestros, alguien que sigue ahí, en nuestra memoria, en ese tiempo fuera del tiempo en el que el mundo y las personas tienen una eternidad y una permanencia, y todo sigue siendo como debería ser, como era antes. Para eso son los textos—incluso los textos académicos, que estudian estas cosas—y la literatura, que es el mejor ejemplo de esa pervivencia.

De la literatura y la lengua inglesas disfrutó Javier, estudiándolas y enseñándolas, en sus clases y en sus publicaciones académicas. Y también disfrutó, a ratos al menos, como hacemos los académicos, con textos y estudios filológicos, en congreso con sus compañeros—estas cosas de la academia— cosas nuestras, a veces incomprensibles hasta para nosotros mismos, pero a ellas nos dedicamos, e incluso las dedicamos. A la Filología se dedicó Javier muchos años, toda una vida. Además de sus propios trabajos académicos, fue el fundador de la Sociedad Española de Estudios Renacentistas, que ha contribuido de modo tan significativo al desarrollo de la anglística en España. Y en esta parcela de nuestros estudios hizo su contribución Javier, desde lo que son ahora ya los tiempos heroicos. A estos estudios, sin embargo, se debió de ver atraído originalmente Javier más bien por la literatura que por la filología misma, pues su gran afición eran los escritores del renacimiento inglés, y el contacto que tuvieron con España, un contacto que él mantenía vivo y que nos sigue hablando desde sus escritos— And of this book, this learning mayst thou taste.

Nos despedimos como podemos, porque de alguna manera hay que despedirse. Por qué no, conversando con Shakespeare, como a menudo conversó Javier, con una de sus obras favoritas, Ricardo II—para darnos voz cuando falla la voz, y para servir como imagen de nuestro dolor al perderlo.

“The shadow of my sorrow? Ha? Let's see,
'Tis very true. My grief lies all within,
And these external manner of laments
Are merely shadows to the unseen grief
That swells with silence in the tortured soul.
There lies the substance.” 

—oOo—

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