viernes, 12 de septiembre de 2014

Victoria y vergüenza

Ayer, durante el alarde independentista catalán, la million men march de Mas y Pujol, se reunían unos centenares de melancólicos intelectuales Madrid, como parte de la escasa respuesta al baño de muchedumbres por parte de la supuesta mayoría. Decía Cayetana Álvarez de Toledo en su alocución, "A estas horas desfilan las masas en Barcelona formando una V gigantesca. Victoria, dicen. Vergüenza, decimos." Fue en efecto una ocasión bastante propicia para la vergüenza, propia y ajena. Un montaje digno de la China de Mao, con los capos y Grandes Timoneles contemplando el acto (sin asistir a él) y viendo por la tele cómo sus masas uniformadas hacen figuritas de colores, movidas a distancia, con el cerebro perfectamente lavado. Bien, siempre llega un día después, y hay que aterrizar en la realidad cotidiana, y Cataluña  no ha despegado del suelo en una apoteosis de autoidentidad, ni se ha ido flotando por el aire. Hale, a currar.

Pero también da vergüenza, y algo de pena, la nula reacción, la indiferencia total, de quienes ven que pasan estas cosas y se creen que no pasa nada, y que piensan que con ignorarlas está todo arreglado. Semejantes patologías sociales son señales de que algo va muy mal, y de que puede acabar peor aún.






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