Dice Santiago Abascal que Vox es el único partido de derechas que hay en España.
Bueno, haberlos haylos, lo que es cierto es que son insignificantes.
Aparte del PP, suponiendo que el PP sea de derechas y no esté
exclusivamente poseído de sí mismo, es Vox el único partido nacional
del ámbito derechista más o menos liberal que ha estado a punto de
volverse significativo en el panorama electoral. A Ciudadanos lo
considero más bien centrista, y a UPyD de centro-izquierda.
La fórmula socialista, más o menos aplicada por Zapatero (dentro de una
moderación socialdemócrata) precipitó al país a la ruina más rápido de
lo que habría ido sin el pastoreo del Guardián de Nubes. Lo que da de
sí el PSOE, cuando con una mano roba y con la otra sigue su ideario, ya
se ha visto, una vez y otra, y no parece que la cosa vaya a ir a mejor
si optan por desmelenarse, con coleta o sin ella, para seguir el
ejemplo de Podemos. La trayectoria del PSOE, más de petit comités e
intrigas palaciegas, será seguramente presentar a la Susana Díaz como
la gran esperanza rubia. Su mérito es ser mujer, quizá suficiente a
estas alturas del simplismo. Sus deméritos son demasiado largos para
este artículo.
Si Vox es el único partido de derechas, las Europeas nos han demostrado que las derechas no sacan ni un diputado en
España. Esto no es sociológicamente realista, y sin embargo pasa. Es
señal de una anomalía—una anomalía que se ve más claramente cuando se
examina la política españolista de los dos supuestos partidos del
bipartidismo nacional. Sean lo que sean el PP y el PSOE, está claro que
no están por potenciar la unidad de España, sino por potenciar su
desintegración en estadillos enfrentados, envidiosos y rencorosos, y en
fomentar las alianzas destructivas con los secesionismos vasco,
catalán, y los que vengan. No es maravilla en el PSOE, más bien parte
de una trayectoria coherente. Pero llama la atención en el PP—más
debería llamar la atención, porque parece que su electorado no se ha
enterado muy bien todavía de qué va la cosa. El único panorama de
consuelo es que han cogido una mínima fuerza dos partidos de centro que
parecen más decididos a poner coto a la disgregación política del país,
y así ya no es la cosa patrimonio de la "extrema" derecha. Pero es una
representación mínima la que tienen, pues el PP pastorea la gran
mayoría de los votos antinacionalistas a una vía muerta donde los
desactiva de la manera más pérfida y estúpida imaginable.
Lo del PP es un caso especial, algo nunca visto. Secesionistas de
vocación, hay. Pactarios que van a lo suyo y se potencian quemando los
muebles del país, los hay en el PSOE y en IU. Pero cesionistas
por sistema, que con mayoría absoluta nombran a un nacionalista catalán
para presidir la mesa de asuntos exteriores, eso no se veía tanto.
Mariano Rajoy es la bomba de neutrones para el propio PP—blando con
todos sus enemigos mortales, es inflexible como Terminator con los que
sostienen los principios tradicionales del PP. Extermina todo lo que
pueda suponer mantener el ideario del PP como supuesto partido de
derecha liberal. Claro, que ahí la línea ya la marcó Aznar, cambiando a
Vidal-Quadras por Piqué en Cataluña. Mariano ha profundizado en esa
línea hasta el punto de dejar sorprendido y alarmado al propio Aznar.
Ha incumplido todos y cada uno de los puntos de su programa,
aplicando en muchos casos un programa absolutamente contrario que
guardaba en el bolsillo trasero izquierdo y no había enseñado a nadie.
Si en el PSOE había indefinición, arbitrariedad e improvisación, en el
PP ha habido algo mucho peor: una estafa deliberada y sistemática a sus
electores. Pensaría uno que no se podía caer más bajo en política—y ahí
cifraban sus esperanzas los escisionados de VOX. En buena lógica,
deberían haberse llevado todos los votos del PP, y dejar a éste
extraparlamentario en Europa, aunque las cosas no funcionen así. O darle al menos una mordida de cuatro millones de votos, ¿no? La
situación se prestaba... mucho.
Pero no, no funcionan así las cosas. Ni de lejos. ¿No se podía caer más bajo? SÍIIIIII..... mucho más hondo.
Mariano Rajoy & Cia. no, esos ya habían agotado sus límites. Pero
tras la bajeza abyecta del partido y sus Aparatos, ha venido la bajeza
de sus bases y votantes. El PP ha vuelto a ganar las elecciones, a
costa de darse lo que consideran un cierto batacazo y perder su mayoría
absoluta. Qué menos. Pero ahí están, el partido más votado. Algunos
votantes del PP han votado a Vox—muy pocos. Bastantes se han
abstenido—bastantes millones, digo. Y un número no despreciable—los que
hacen y deshacen, los que son Ciudadanos y no siervos porque votan,
aunque voten como votan, y aunque no sean de Ciudadanos, y sean siervos
de su inercia... han vuelto a votar al PP. Haga lo que haga y diga lo
que diga. Al PP, y a todo lo contrario, que es lo mismo.
Si los de Vox
siguen adelante, para sacar uno o dos diputados con suerte en las
nacionales, hay que decir que tienen fe—una fe injustificada en un país
de votantes ovejunos, lanares. Ha quedado claro que dirigirse a
ellos con llamamientos a principios, ideas o valores es como echar
margaritas a los cerdos—es un lenguaje que no entienden, o un programa
que no les emiten por la tele.
Así no hay manera. Así deja Vidal-Quadras el liderazgo del proyecto,
que lo entiendo, aunque haya que decir que no es lo bastante serio por su parte. Da la medida de la desilusión. Es
que en un país que actúa así, que hace esta elección de bajeza
insondable, volver a elegir al estafador,
no hay política racional posible, ni posibilidad de regeneración.
Estamos listos para Berlusconi. Que venga, que tiene el campo libre.
Pero para qué lo queremos, si ya tenemos a Mariano, que nos retrata. A
mí en concreto no, pero a lo que hay—sí. Es lo que España quiere, y es
lo que tiene. Y de aquí—a peor. No se piensen que no, que no han visto
nada aún.
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