jueves, 20 de marzo de 2014

Veblen y la teatralidad

Una teoría sarcástica, pero certera, de la vida social.

La idea de la vida social como teatro la han promovido muchos: aquí hay unas referencias que van desde Platón hasta Arsuaga. A Sartre no sé si lo he incluido, por cierto—pero tiene un pasaje muy interesante en el que describe a un camarero que no se limita a servir bebidas, sino que representa de modo teatral el papel de camararero, con los gestos adecuados y un punto de ficcionalización de su propia actividad, o auto-imitación paradójica.

Santayana comentó cómo teatralizamos incluso nuestras actitudes y emociones. En el siglo XX se convierte la noción de teatralidad en un concepto crucial para la comprensión de la psicología social; más allá de las paradojas o humoradas a lo Wilde, se abre paso en la teoría "seria" la noción de que los roles sociales tienen una dimensión teatral. La noción de la teatralización de los roles sociales se convierte en un concepto clave en la teoría de Erving Goffman en La presentación del yo en la vida cotidiana. Allí expone cómo el mundo social aparece a la vez como una presentación y como una representación. Es decir, añadimos un plus de teatralidad a nuestra actuación social para desempeñar nuestro rol con más claridad y eficacia, y no puede entenderse la interacción al margen de esta teatralización que le es inherente.  

 

Bien, pues si estas cosas las apuntó Santayana, y las teatralizó de manera magistral Oscar Wilde en La importancia de llamarse Ernesto, hay un contemporáneo de ambos que también añade una contribución crucial a la teoría teatral de la sociedad—Thorstein Veblen, en su Teoría de la clase ociosa. Desde luego, puede utilizarse este libro como una guía para el comentario de la comedia de Wilde. Pero aunque Veblen pareció a muchos de sus contemporáneos un tanto perverso o cínico, en tanto que filósofo social, no conviene confundir sus observaciones penetrantes con meros sarcasmos. Una muestra, una cita no más, sobre lo que ve Veblen de eminentemente teatral en la exhibición del ocio que las clases acomodadas no sólo practican, sino que difunden. Sobre los sirvientes—que tienen un papel no meramente práctico, sino también dramático:

El primer requisito de un buen siervo es que demuestre ostensiblemente que sabe cuál es el lugar que le corresponde. No basta con que sepa producir mecánicamente ciertos resultados deseables; debe, por encima de todo, saber cómo producir estos resultados en la forma debida. Puede decirse que el servicio doméstico es una función más espiritual que mecánica. Gradualmente va creciendo en ella un elaborado sistema de buenas formas, especialmente en lo que se refiere a la reglamentación de la manera en que este ocio indirecto de la clase servidora ha de desempeñarse. (83).

Todo sirviente, no sólo el camarero de Sartre, ha de hacer lo que sea su tarea, limpiar el suelo, lavar la ropa o no hacer nada, pero debe hacerlo siguiendo un ritual y una etiqueta que son eminentemente teatrales. No sólo debe ser sirviente, sino exhibirse a sí mismo en tanto que tal—igual que el aristócrata ocioso debe comportarse como tal y no dar lugar a dudas de que no da palo al agua ni lo va a dar en su vida. Ni él ni su mayordomo, para así mantener a las clases trabajadoras a raya y a distancia segura (asegura Veblen que el trabajo productivo no sólo no dignifica, sino que envilece y es objeto de reproche moral en la buena sociedad).

Como se ve, Veblen distingue con toda claridad la diferencia entre la función social en sí y la teatralización activa de la misma. Esta noción es clave en su Teoría de la clase ociosa, y por tanto es este libro uno de los principales documentos del interaccionismo simbólico en su forma moderna—junto con obras de William James, George Herbert Mead, y, por qué no, el propio Wilde, una generación anterior a la de Goffman y Nelson Goodman.

Claro que esta teoría de la clase ociosa tiene un antecedente crucial en el siglo XVIII, la Teoría de los sentimientos morales de Adam Smith. Y, yendo un poquito más para atrás, las cartas de Lord Chesterfield a su hijo, sobre las maneras del mundo social, aunque aquí se mezcla la teoría con la práctica vivida de la clase ociosa, y hay menos distancia entre el analista y el hecho observado. Porque si bien una distancia entre el sujeto y su rol es crucial para esta teoría, le es beneficiosa una dosis mayor de ojo crítico, e incluso de desprecio irónico, a los buenos modales. Hay que ser un poco aguafiestas para exponer a la vista la teatralidad de la vida cotidiana. Veblen lo era un tanto. Goffman estaba más camuflado, un aguafiestas infiltrado en la normalidad, un tipo de cuidado, un Maquiavelo moderno. ¿He mencionado a Maquiavelo como antecedente de esta teoría dramática de la vida social?




VEBLEN Y LA TEATRALIDAD en Ibercampus.




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