miércoles, 29 de mayo de 2013

Luto por anticipado


Cuatro torres 7  


El comienzo de El Séptimo Velo, de Juan Manuel de Prada:


Llegué a la ciudad de mi infancia apenas una hora después de que mi madre hubiese expirado. Cuando las personas que amamos son ya ancianas o llevan largo tiempo consumidas por la enfermedad, tendemos a representarnos anticipadamente su muerte, en un ejercicio mental preparatorio del trance que nos aguarda. Al contemplar su progresivo deterioro, el avance minucioso de las arrugas, la pérdida inexorable de facultades, los estragos de la decrepitud, en esos meses o años de convivencia previa con la muerte, apreciamos y valoramos lo que pronto perderemos y aprendemos a encarar ese futuo más o menos próximo en que faltarán. Nuestra piedad actúa como un mecanismo de defensa, previniéndonos contra su muerte; y así, las lloramos antes de tiempo, honramos su memoria antes de tiempo, nos atribulamos y desesperamos antes de tiempo, porque sabemos que ese dolor sostenido, consuetudinario casi, nos herirá más livianamente que el dolor abrupto que sobreviene a una pérdida que hemos preferido ignorar. Desde que a mi madre le declararan aquella metástasis cancerígena que interesaba los pulmones y el hígado y hacía inútil cualquier intervención quirúrgica, me había esforzado por asumir su muerte irremediable, convirtiendo su agonía en una despedida dilatada, asistiéndola siempre que podía en sus extenuantes sesiones de quimioterapia. Un espectador desavisado habría interpretado mis desvelos como una conmovedora muestra de entrega filial; pero yo sabía íntimamente que mi propósito era también egoísta, pues ya tenía experiencia de la muerte como golpe fortuito que nos desarbola y trastorna, y no me veía con ánimos para volver a soportarla.


 
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