martes, 4 de septiembre de 2012

Things to Come

Película con guión de H. G. Wells sobre su novela futurista, ahora retrofuturista. La he visto en Sesión Continua. Tiene aspectos muy interesantes: la profecía de la segunda guerra mundial, con la Batalla de Inglaterra y el Blitz de Londres muy bien filmados avant coup; un episodio de decadencia post-apocalíptica, y una utopía urbanística en el siglo XXI. Me han llamado la atención los años 60 y 70 imaginarios, frente a los que viví yo de verdad. Quizá estén a la espera en otro momento del futuro, quién sabe. Algunas de sus profecías se han cumplido sin embargo antes de lo previsto: Wells situaba los viajes espaciales a la Luna en la década de 2030—y ya ven. Los ascensores transparentes y la arquitectura de grandes plataformas interiores también se han puesto de moda mucho antes, quizá por influencia de la propia película...







La película presenta su sociedad ideal futura, una vez superada la epidemia y la decadencia en la barbarie medieval, como una versión mejorada de los años 30, con todo un canto visual al industrialismo y a la producción maquinista; casi parece soviética en este sentido, y muy de la era fascista-comunista en la subordinación total del individuo al avance de la colectividad, aquí un orden mundial entre benevolente y agobiante en su planificación perfecta, mal de muchas utopías.

Más ambivalente es el conflicto del final, cuando la exploración espacial divide a la humanidad; algunos quieren detener el progreso y vuelven las revueltas—se presenta a estos agitadores de masas usando unos medios de comunicación audiovisual que el Estado podría suprimir pero elige no hacerlo. Estas pantallas futuristas están entre el televisor de plasma y los hologramas de la Guerra de las Galaxias; la estética vestimentaria futurista passé es atroz, aunque a veces le da un toque de intriga shakespeariana a los que abogan por detener el progreso—su imagen está entre Bruto en Julio César y Catón anunciando que hay que destruir Cartago. La película es ambivalente en su final: la expansión humana al universo parece un sueño inevitable, una compulsión, más que una realidad factible—termina con esta alternativa crucial, entre las estrellas o ser un animal más sobre la tierra. Parece que hoy es precisamente la alternativa a evitar—hay mucho espacio intermedio por explorar, más abajo del espacio.





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