jueves, 20 de septiembre de 2012

El demonio de Maxwell y la corrupción política


—¿Qué hacen los gobiernos de España dejando avanzar al nacionalismo separatista año tras año, dándole cuerda, aliándose con él, y respetando sus actuaciones ilegales?

—¿Qué hace el presidente de la Yeneralitat, un cargo político del estado español, diciendo que va a llevar a Cataluña a la independencia, sin que eso tenga consecuencias para su puesto y su sueldo?

—¿Qué hace el Fiscal General del Estado, que no le ha abierto diligencias para inhabilitarlo por prevaricación, por desvío de poder, y directamente por alta traición?

¿Qué hace el presidente del gobierno de España, ese figurón, que no inicia los trámites para apear de su puesto a quien tuerce las leyes—sino más bien lo recibe como a un jefe de estado y dialoga "educadamente" con él?

Lo que hacen es actuar de demonio de Maxwell.

El demonio de Maxwell es un ente que interviene selectivamente en un recipiente de partículas calientes y frías mezcladas, separado en dos partes por una membrana que puede impedirles el paso, o no, según decida el demonio. Las partículas están mezcladas en las dos partes igual al principio, y se mueven al azar, pero activando y desactivando la membrana con idea, el demonio consigue que todas las partículas calientes acaben en un lado de la membrana, y todas las frías en el otro. En apariencia sin desplazarlas ni intervenir sobre ellas.

Hay mucha gente en España cuyo mayor activo para ocupar sus importantes cargos es la ceguera selectiva: el saber cuándo les conviene, a quienes allí les han puesto y les sustentan, el que la ley se desactive, o se active. Muchos —por no decir todos— están allí no para hacer su trabajo, sino precisamente para no hacerlo. Para cuidar de que las leyes no actúen igual en todos los casos—según de quién se trate.

El sistema está corrupto hasta las cachas. No se salvan, del rey abajo, ninguno.



 
 
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