jueves, 10 de mayo de 2012

An inordinate preference for Beetles


 


La imagen viene de una conferencia sobre biodiversidad y ecología de E. O. Wilson (pinchar para oírla). Y representa, en tamaño comparativo, el número de especies conocidas de las distintas clases de seres vivos: los insectos, representados por el gigantesco escarabajo, dejan pequeños al número de especies de mamíferos conocidas, unas 5000, representadas por el diminuto elefantito que está a la sombra de los hongos. También hay muchos arácnidos conocidos (esquina inferior izquierda), bastantes moluscos, busanos, peces, y bacterias. De hecho, sin duda hay más especies de bacterias que de insectos, sobre todo si contamos la materia oscura de la vida, la enorme cantidad de bacterias subterráneas que viven incluso cientos de metros bajo el suelo, y mal conocidas hasta ahora. Decía un biólogo (Haldane creo que era) que Dios parecía tener una preferencia desmedida por los escarabajos.  Creo que también se le puede atribuir esa preferencia a los humanos, no sólo a los entomólogos—y si no hemos encontrado más especies de mamíferos que de ningún otro animal, será por la fuerza de los hechos, no por nuestra falta de chauvinismo biológico. Wilson presenta una perspectiva más neutral y científica sobre la cuestión de la biodiversidad. Pero el chauvinismo lo tenemos. No sólo nos lleva a colocarnos (justificadamente) sobre los demás animales, por la ley de quien parte y reparte, sino que también funciona de maneras más sutiles y menos obvias —antropocentrismo indirecto, podríamos llamarlo. Y así nos lleva a valorar más unas especies sobre otras en la medida en que tienen algún tipo de parentesco cercano con los humanos, utilidad práctica para ellos, o meramente asociaciones históricas, culturales o imaginativas que nos despiertan la motivación y el interés, desde los grandes simios al panda o al tigre. O al célebre elefante.




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