martes, 20 de diciembre de 2011

No salí presidente



Fui ayer a la reunión de la comunidad de vecinos de la casa de Tenor Fleta, por aquí conocida como "casa del Moro", por el retrato de un berberisco sonriente y maligno, o quizá un turbond Turke, que adorna la entrada. 

Resulta que soy el único copropietario (y hay muchos) que vive en Zaragoza. Es curioso, he observado en mis hermanos y hermanitas, incluida la abajo retratada, una tendencia a emigrar del pueblo a la ciudad, como yo, para a continuación hacer una quebrada altamente atípica y volver al pueblo tras unos años. Igual acabo allí yo también, no sé. 

De momento fui de representante a la reunión, y —otra cosa atípica: nos bajan la cuota de comunidad para el año que viene, a la mitad, se quedará en unos 50 euros mensuales. Esto es, claro, porque se ha cambiado la calefacción central por una de gas individualizada; luego cada cual tendrá que ver si paga más de 50 euros mensuales de gas de media, al año. Mucho gas parece, pero hay gente friolera. 

También hay quien no enciende la calefacción, por lo que veo. Igual nosotros y el turco estamos entre ellos, porque ahora tras el paso de varios huracanes la casa está deshabitada, y un tanto patas arriba, todo hay que decirlo. Lo mejor sería alquilársela a alguien que viva ahí y se responsabilice de tenerla ordenada, y los demás que vayan por invitación y bajo control. Hasta ahora, los diversos habitantes que van circulando por ahí o no están lo bastante, o no se preocupan o no se consideran con autoridad suficiente para poner un poco de orden. Así que mejor que la alquile alguna persona de orden. Es que donde hay muchos propietarios, unos por otros, la casa sin barrer. 

Tras la elección de cargos no salí presidente en la reunión, uf, ni tampoco ninguno de mis copropietarios. Menos mal, porque no recuerdo con agrado mi única presidencia de comunidad. En esta comunidad tenemos —otra cosa rara— un presidente voluntario y entusiasta y al parecer eficaz, que se apunta una vez tras otra con el consenso de todos los vecinos. 

Como única anécdota—una vecina reclamaba a la comunidad el pago de una obra dudosa, de 500 y pico euros. Se sometió a votación y se le pagará aunque se lleva la mitad del remanente. Yo fui el único que votó que no, sin más criterio que por el siguiente: al estar representando a muchos, que ni sabían de ese gasto ni podían opinar de él, me pareció más coherente votar en contra, al ser un caso dudoso, mejor que comprometer los eurillos (pocos) de mis representados. 

Por cierto que estaba Luis Carlos en la reunión, también viejo habitante de esta casa donde yo viví en aquella década en la que éramos todos más jóvenes y más guapos aunque vestíamos y nos peinábamos con peor gusto—en los ochenta. El año que viene radiamos más, si sigo siendo copropietario de nada, y representante electo de las masas.


 
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