En su historia de la complejidad, de la humanidad y de la humanización (El lugar del hombre en el cosmos), Fred Spier se adhiere a una interesante teoría que podría explicar en parte la evolución del cerebro humano y algunas de sus peculiaridades cognitivas: la teoría de la encefalización por altricidad, o humanización por neotenia.
En su historia de la complejidad, de la humanidad y de la humanización (El lugar del hombre en el cosmos),
Fred Spier se adhiere a una interesante teoría que podría explicar en
parte la evolución del cerebro humano y algunas de sus peculiaridades
cognitivas. A saber, la neotenia—ver por ejemplo El pulgar del panda,
de Stephen Jay Gould, para esta teoría. Es una teoría evo-devo, que
postula una compleja relación entre el desarrollo embrionario de los
seres a nivel ontogénico (devo, development) por una parte, y la
filogénesis, la evolución de su especie (evo, evolution), por otra.
(Más al respecto sobre la filogenia de la relación entre ontogenia y
filogenia aquí, en 'Haeckel-Rising').
En sustancia, la teoría de la humanización por altricidad o neotenia supone que el ser humano es, comparativamente hablando, un feto expulsado antes de tiempo al mundo (de ahí nuestros desvalidos bebés, insuficientemente 'hechos'). Eso durante su infancia. Y durante su edad adulta, es un niño mal crecido, o un adolescente permanente.Todos los seres humanos lo son, digo, y no sólo los perpetuos inmaduros, ni la generación Peter Pan, ni los mozarrones de treinta años con monopatín. Los humanos como mutantes neoténicos, una tribu de ajolotes larvarios entre los simios. Y desordenándolo todo, como los críos al volante.
La construcción del
mundo virtual humano sería, quizá, la consecuencia de mantener en los
individuos adultos una flexibilidad mental y una capacidad de
asociación y conectividad neural que en otras especies (y hasta en
parte en el mismo ser humano) se da sólo en los individuos jóvenes,
para permitirles desarrollar conductas 'hard-wired' adquiridas en la
interacción con el grupo social. Los humanos adultos también estamos
'hard-wired', como se ve por ejemplo en la dificultad de los adultos
para aprender idiomas—pero menos que otros simios. Y así nuestro
comportamiento es más flexible, más adaptable y culturalmente
moldeable, dando lugar a tantas subculturas humanas como hay culturas,
tribus, tribus urbanas, ambientes, profesiones, y nichos ecológicos en
la academia.
Cito del capítulo sobre "La historia humana primitiva":
"Se cree que los seres humanos han vivido un proceso de neotenia que condujo a la conservación de las características juveniles en la edad adulta. Esto habría permitido que nuestra especie dedicara un mayor periodo de tiempo al aprendizaje. El precio que habría que pagar por esta particularidad se traduciría en una creciente vulnerabilidad de la descendencia en la etapa infantil. Si son muchos los animales recién ncidos, como sucede por ejemplo con los caballos y los antílopes, que poseen la capacidad de caminar y de unirse a la manada poco después del alumbramiento, en el caso de los bebés humanos, por el contrario, han de transcurrir muchos meses antes de que adquieran la capacidad de moverse de forma independiente. En consecuencia, los seres humanos tienen que dedicar un notable esfuerzo al cuidado de su descendencia, circunstancia que antes de que se asentaran en un mismo lugar durante un espacio de tiempo considerable, debió de suponer una carga particularmente importante."(267-68).
Sobre la flexibilidad cognitiva socializada, en el marco de una teoría "evo-devo" puede verse más aquí: "Más sobre la internalización de la interacción".
La progresiva encefalización de los homínidos durante millones de años
llevó a ideas caricaturescas sobre la evolución futura de la humanidad
(esos seres del futuro cabezones y de piernillas delgadas,
pseudo-marcianos oprimidos bajo un cerebro hiperdesarrollado). La
reacción a la caricatura, junto con las teorías del equilibrio
puntuado, hacía pensar a muchos en una estabilización de nuestra
especie, que sería sustancialmente la misma desde su origen.
Queda por
explicar el salto cognitivo que se da entre los primeros homo sapiens y
el homo sapiens moderno. Así, hemos podido pensar, en una línea por
otra parte muy de Darwin y de Gould, que los humanos no evolucionaremos,
sino que nos extinguiremos como especie siendo sustancialmente lo que
somos. Esto, claro, es precipitado, y el futuro es impredecible. No
podemos hacer abstracción del giro que vaya a dar a la evolución humana
su propia intervención consciente en su diseño genético—es más que
plausible que se diversificará la especie humana mediante diversas
manipulaciones transgénicas, con mutantes artificialmente construidos.
Pero, al margen de esta "auto-evolución" deliberada, hay una cuestión
que señala Spier que podría contribuir a que el proceso de
encefalización creciente, interrumpido por su techo natural hace
cientos de miles de años, podría reanudarse, aun sin una intervención
humana deliberada—sencillamente por la proliferación de cesáreas:
Posiblemente no maduraremos nunca. Y la flexibilidad mental infantil está todavía mal estudiada. Quizá un día se utilice de modo más deliberado e informado que ahora, para orientar y potenciar la educación—pobres críos, niños al cuadrado, hijos de bebés demasiado crecidos.
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