miércoles, 20 de julio de 2011

El yo remediado


En diálogo con el concepto de 'remediación' de Bolter y Grusin, y con su análisis de la mediación y de la inmediatez en la representación, este artículo presenta algunas observaciones sobre las consecuencias de la multimedialidad y de la intermedialidad en el análisis de la estructura del sujeto y de la experiencia personal. También tomamos nota de la relación paradójica que une a la inmersión, a la atención, y a la complejidad multimedial.


Leyendo sobre el yo remediado en el libro de Bolter y Grusin, Remediation—un título y concepto que en español nos suena a remedio para algún mal, pero que se refiere a la interacción y reelaboración mutua que se da entre diversos medios de comunicación y de representación. Un libro sobre multimedia pues, y que plantea una exploración del concepto de intermedialidad, algo muy urgente ahora que estamos invadidos por distintos medios, sin que ninguno nos aporte remedios definitivos—pero al menos nos entretienen, y nos complican la realidad, porque la realidad se hace a base de representaciones y reelaboraciones de la misma. Para eso los tenemos, para complicarnos la vida, con los libros, el cine, el vídeo, los textos electrónicos, Internet, las redes sociales... nos invaden la vida, y el yo desde dentro, y así acabamos con el yo remediado sin remedio.

Plantean los autores una dialéctica entre la inmediatez y la hipermediación que se plantea una vez tras otra en todos los medios. Todos prometen una transparencia inmediata, una desaparición del medio para proporcionarnos una interacción directa con su objeto (por ejemplo, la fotografía, copia perfecta de lo fotografiado, el teléfono, presencia inmediata del ausente) pero en todos existe la tensión contraria, la visibilidad de la mediación, sobre todo cuando otro medio aparentemente más inmediato la expone.


"Parecería que el deseo de inmediatez se satisfaría con las tecnologías transparentes de la fotografía directa, de la televisión en directo, y de los gráficos de ordenador tridimensionales e inmersivos. Sin embargo, tales tecnologías transparentes no pueden satisfacer ese deseo porque no consiguen negar completamente la mediación. Cada una de ellas termina por definirse con respecto a otras tecnologías, de modo que el espectador nunca mantiene ese estado elusivo en el que se siente que los objetos de la representación están plenamente presentes. Nuestra cultura intenta este asalto frontal al problema de la representación casi con cada nueva tecnología, y repetidamente con las tecnologías ya familiares. Cuando esta estrategia falla, emerge una estrategia contraria, en la que nos fascinamos con el propio acto de la mediación" (236).


Así pues, en lugar de inmediatez, hipermediación. Y la hipermediación se hace especialmente visible en entornos multimedia y fenómenos intermediales, cuando el objeto (o los propios medios) aparecen perspectivizados a través de otros medios. Esta tensión es inherente a la economía psíquica de la remediación, dicen: "El deseo de inmediatez no puede satisfacerse con medios transparentes y debe suplementarse por tanto con las tecnologías de la hipermedialidad"—y aquí nos remiten a Zizek y sus lacanianismos. 

Un problema que no terminan de enfocar o tratar bien los autores es el de la reflexividad y la metamedialidad: el medio remediando no a los demás medios (es decir, la literatura pasada por el cine, el libro en la Internet, etc.) sino el medio mediatizándose a sí mismo—representando el mundo como un entorno en el que no sólo existen otros medios, para remedarlos y ponerles remedio, sino un mundo que ya está mediatizado por el propio medio. Pero ahí me remito a lo mucho ya escrito sobre la metaficción, empezando por ejemplo por Patricia Waugh y su Metafiction. O por estas reflexiones mías sobre ficción reflexiva, de hace veinte años... En fin, temas tan trillados que no se extraña uno de que los eviten los autores, y sin embargo son una pieza clave que parece faltar en sus razonamientos. 

El mundo representado por el medio incluye (o no incluye, según) al propio medio, y así se inaugura (o no se inaugura, en las representaciones ingenuas) una espiral de reflexividad que convierte a cada medio en un instrumento autogenerativo de medialidades insospechadas. Así, frente a la "inmediatez" de la ficción realista, encontramos la "hipermediación" de la metaficción, escritura experimental o reflexiva. Paradójicamente, el realismo que no incluye alusión a sí mismo, o a la mediatización de la realidad por la literatura, es menos realista (—ya decía Wilde que el realismo va siempre por detrás de la realidad, pero que el romanticismo la guía, y quizá pensase en la ironía romántica, precedente de la hipermedialización ésta de Bolter y Grusin).

En fin, que la alternancia o contraposición entre inmediatez e hipermediación acaba resolviéndose, según se desprende del análisis de Bolter y Grusin, cuando aceptamos la constitución de la realidad humana como un juego de representaciones, de mediaciones y de remediaciones—con los medios insertándose unos en otros e imitándose unos a otros en una lógica compleja que proporciona su propia experiencia de inmersión por emergencia, podríamos decir. La realidad aparece como una compleja dinámica de representaciones, que son lo único que experimentamos inmediatamente—y la misma experiencia directa y corporal pierde su inmediatez quizá ingenua, cuando nos damos cuenta hasta qué punto está filtrada por los sistemas de representación desarrollados socialmente. 

Se preguntan los autores si no estaremos en un capítulo más de la negación del cuerpo que caracteriza a la tradición occidental.  En cualquier caso, el cuerpo, y the world's body también, está cada vez más mediatizado por la representación y la tecnología. William James teorizaba nuestra presencia social como una presencia multimodal,  filtrada por diferentes modos de relación. Ahora, qué duda cabe que nuestra presencia social en las redes sociales contribuye mucho a deslocalizarnos o a virtualizarnos—Bolter y Grusin se remiten a la teoría del cíborg de Donna Haraway, una de las primeras en darse cuenta de cómo ya somos cíborgs, cuerpos remediados por diferentes tecnologías de representación.

Otra cuestión que echo en falta en el análisis que hacen Bolter-Grusin de la dialéctica entre inmediatez e hipermedialidad es la cuestión de la atención—en concreto del efecto que tiene la familiaridad con las tecnologías sobre la inmediatez relativa o sobre la sensación de hipermediación.  Una tecnología familiar tiende a volverse transparente, como bien sabemos, aunque bien se la puede también desfamiliarizar, ya sea remediándola consigo misma, reflexivamente, o representándola con otras tecnologías. Pero el hecho de que una tecnología no nos llame la atención no quiere decir que no esté haciendo su trabajo de representación, o de re-representación, incorporada a nuestro procesamiento mental automatizado.

En cualquier caso, el libro Remediation parece comenzar con un binomio de pares opuestos, inmediatez o transparencia del medio versus hipermedialidad o superabundancia del medio, pero conforme avanza el análisis vemos que la inmediatez y la hipermediación son parientes mucho más próximas de lo que parecían, y mantienen extrañas relaciones de imbricación e implicación mutua. Lo cual nos lleva una vez más a la vieja intuición platónica de que toda la realidad humana, la que parece inmediata, está en realidad mediatizada, por ese Cinematógrafo primitivo que se proyecta en las paredes de la caverna  socrática....


 
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