lunes, 28 de marzo de 2011

Encontrarás dragones


Visionando la película sobre San José María Escrivá de Balaguer, There Be Dragons (2011)." IMDb:   http://www.imdb.es/title/tt1316616/

Es de Roland Joffé, el de La Misión pero también (ojo) el de La Letra Escarlata. Buena película ambientada en la guerra civil española, con hagiografía discreta pero aun con todo excesiva, no gustará a los del bando rojo, ni a los antiescrivadebalagueristas, que por lo que se ve hay abundantes. Haciendo abstracción del personaje, en la medida en que se puede, es una buena película sobre actitudes ante la vida y ante la guerra—contrastando la actitud conciliadora, cristiana, bondadosa y bienintencionada del personaje, con la de otro personaje generado para representar al bando contrario—no al bando republicano, digo, sino al bando de los canallas que usan las guerras para cultivar y agrandar sus demonios interiores, o dragones. A estos últimos, que los hay, tampoco les gustará la película, supongo, porque los malos quedan mal parados.


El alter ego negativo de Escrivá de Balaguer es Manolo, un colega suyo del seminario, que se retira de cura—un personaje huraño, resentido y vengativo, que empieza de conspirador fascista y acaba de infiltrado en una milicia, sin saber casi ni en qué bando está. Vive una historia de enamoramiento celoso y criminal con una miliciana, y acaba convirtiéndose en la plaga de ella. Manolo el espía buscaba incriminarla a ella por espía, y cuando es condenada se suicida la pareja de ella, que iba a ser su ejecutor, antes de matarla. Ella se libra por otra artimaña de Manolo, pero éste acaba matándola un día por sorpresa, como el canalla que es. 

Una cosa sí hace: criar al hijo de ella y el miliciano tras la guerra, como si fuese hijo suyo. Pero es un padre frío y acabronado, que asciende en el régimen, pero resentido con todo y consigo. El supuesto hijo pone tierra por medio, pero se acaba enterando de la historia cuando convence a su padre para que le hable de Escrivá de Balaguer, al que había conocido de joven: el hijo quería escribir un libro sobre él, y esta historia sirve de excusa para el arranque de la película, y para que salgan a la luz las revelaciones del viejo criminal. El final de la película aplica las enseñanzas de Escrivá, cuando el falso hijo se reconcilia con el padre en el lecho de muerte, tras superar el despecho que siente al principio.

Mientras, Escrivá de Balaguer vive una vida de cura activo primero, promoviendo el Opus, y luego de perseguido, ocultándose en el Madrid republicano y salvándose por los pelos; escenas que recuerdan bastante a algunos episodios de Un Millón de Muertos de José María Gironella. Los dos personajes no vuelven a hablar, aunque el malo le perdona la vida a Escrivá y su grupo, cuando están huyendo a través de los Pirineos a Francia. Para ello mata a uno de su propio bando—a otro más. Se nos dice que Escrivá le siguió escribiendo a su antiguo amigo de infancia rebrincado toda su vida, sin que el otro le contestase. Como se ve, se evita cuidadosamente identificar al malvado con uno de los dos bandos de la contienda: mezcla a los dos y representa a los dos, a lo peorcito de los dos. Ah, y al ateísmo, porque es un ateo irredento que no cree en el orden moral del universo, y al final ha de rendirse a la evidencia (del guión). Es una guerra civil portátil en sí mismo, el Manolo. 

Por otra parte, tampoco se muestra a Escrivá apoyando la causa fascista—si bien sí se muestran escenas de la España republicana y del bando rojo, bien filmadas, que muestran adecuadamente la brutalidad que se veía en ese bando, como en el otro.  En conjunto, pues, una película del "bando nacional" y eclesiástica, para mayor gloria del Fundador, y que evita sin embargo tomar una postura excesivamente polémica o militante, enfatizando el mensaje cristiano, la reconciliación y el perdón, etc. Muy en la línea de Gironella, realmente. Como La Llave de Sarah y otras tantas, es también una película de viejos traumas que salen a la luz y buscan una resolución, aquí en forma de absolución. Le dicen al final al periodista que su falso padre le había contado la historia no tanto para librarse de ella, como para darle a él la oportunidad del perdón. Oportunidad que aprovecha el hijo volviéndole a llamar "padre", y dando un final cristiano a la película.

Lo que desagrada en la película es la mezcla de motivos biográficos/hagiográficos reales con una historia más alegórica o emblemática, la del alter ego diabólico Manolo. Eso sí que produce una sensación de intento de potenciar la vida del santo artificialmente—sin lograrlo, claro, porque el artefacto se desmonta obviamente a sí mismo en tanto que "historia". 

Como drama de guerra con moral cristiana, sí que funciona, y también en general como película de acción y conflicto—a pesar de la relativa desconexión de sus dos tramas. Gustará especialmente la reconstrucción de las escenas de batalla y del ambiente de la época (de los setenta finales, de principios de siglo y de los treinta). Y también ofenderá a unos más que a otros, que estamos en un país muy ofendible con todo lo que suene a aquellas batallas, a intrusiones divinas, y a la Iglesia predicando. País además que lleva una dieta única de cuarenta años de películas de izquierdas sobre la Guerra Civil; bienvenida sea ésta para variar.






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