domingo, 19 de diciembre de 2010

Biutiful

Vemos con gusto la película de Alejandro González Iñárritu, Biutiful, con Javier Bardem y su premio a la mejor interpretación en Cannes.



Qué decir, sino que está tan bien rodada como Amores perros, 24 gramos o Babel, y que la disfrutarán aquéllos a quienes les gustaron esas películas. Pertenece al género del... neorrealismo mágico sucio, diría yo, una especie de Ladrón de Bicicletas combinado con El Sexto Sentido, con Los lunes al sol... y... pues eso, con amores muy perros. Si algo podría reprochásele a la película (y una vez aceptados los diálogos con los muertos y las almas-polillas que van a parar al techo) es una voluntad demasiado sostenida de estilo, colores de tonos consistentemente fríos, tanto en la fotografía como en el guión. Pero eh, que no soy yo nadie que quiera echar en cara estilismos y estilizaciones, aunque.... sí, sí que son un poquito artificiosos cuando los estilismos pretenden a la vez pasar por realismo sucio, del de sábanas meadas y fregadero con roña.

Las desgracias de este hombre, "Uxbal", catalán supongo que será, aunque aquí nadie dice ni media de catalán, en esta Barcelona.... menudo corte de mangas al catalanismo, por cierto. A lo que voy, que sus desgracias son demasiado tremendas, sistemáticas e inflexibles. Está metido no sólo con la mafia china, sino con la negra. Y con constructores contratadores de ilegales. Tiene cáncer con metástasis, y encima cuando puede se mete una raya de coca. Su mujer, de la que está separado, es un putón verbenero y está mal del cráneo, bipolar como una gaseosa. Encima le pone cuernos con su hermano. Y por lo que se ve ha vuelto con ella ya un montón de veces (aquí lo vuelve a hacer y deshacer)—oye, parece como que el bueno de Uxbal hace lo que puede por contribuir a sus propios males...   Lo único que redime su vida son sus hijos, y la ternura al ver sus dibujos da título a la película: "Pirineos is Biutiful", escribía el pequeño Mateo—pero a la excursión de los pirineos no va Uxbal, aquí todo pasa en una Barcelona barriobajera. Ni va su hijito, pues el padre delincuente y la madre chiflada estropean hasta el mísero sueño de excursión que se habían montado. Ahí sigue el ideal, y nos dice la película que son importantes, que funcionan por mínimos que sean—pero aquí está reducido desde luego a su mínima expresión. Uxbal dentro del desastre de su vida sí se va ocupando de sus hijos, aunque de mala manera. Como padre tampoco es que sea una joya, aun si se nos presenta esto como el aspecto más redentor de su vida.  Como hijo, vende la sepultura del padre para sacarse unas perras, él y el camello de su hermano. Aprovecha para ver el cadáver, embalsamado, antes de cremarlo—y contacta en cierto modo con el espíritu del padre. Tiene poderes videntes, algo que para mí es innecesario en los arrabales de Barcelona, pero en fin, muchos deben encontrar consuelo para sus míseras vidas en esas videncias. A los muertos los ve como mariposas psíquicas en el techo, o como reflejos en los espejos. También acaba viéndose a sí mismo en el reflejo, después de mucho mear sangre y después de mucho remordimiento. La fotografía y el enlace de imágenes están llevados con una precisión infalible y un sentido poético de la combinación de imágenes muy potente—te mete en la historia, a pesar de los esfuerzos de algún actor por sacarte de ella.

Una de las cosas que más impactan de la película es el submundo alrededor de los inmigrantes ilegales, vendedores sin licencia, y obreros explotados en talleres clandestinos. Es una realidad española muy presente (o latente más bien bajo la superficie) auque se hacen pocas películas sobre ésto, al menos pocas buenas y que tengan eco. Supongo que una de las reflexiones a las que nos lleva el guionista/director es la manera en que el bien y el mal están entremezclados—en Uxbal, que a la vez explota a los inmigrantes y les busca soluciones y un margen donde existir, pero por el mismo razonamiento podríamos decir que en el cabronazo de policía al que soborna Uxbal para que los persiga sólo según y como, o en la mafia china que les da trabajo.... si empezamos, no acabamos. La imbricación química de bien y mal llega a su extremo cuando mueren todos los trabajadores chinos del taller clandestino, precisamente porque eran defectuosas las estufas que había comprado Uxbal para que estuvieran calientes. ¿Explotador homicida, o pobre benefactor frustrado y atormentado? Las dos cosas. Las personas aparecen aquí atrapadas en su situación e incapaces de salir de ella, haciendo allí el bien y el mal dentro de la longitud de onda que les es dada. Peor imagen que Uxbal sacan los chinos homosexuales que llevaban el cotarro—al parecer, uno mata al otro para silenciar su papel en todo el asunto, tras aparecer los cadáveres en la playa de la Barceloneta. Pero esto no me queda muy claro.

Uxbal hace caso a una bruja colega suya, de alguna asociación subterránea de brujos videntes, y se enfrenta al hecho de que va a morir. Le preocupan sus hijos, y procura sacar dinero para que al menos alguien cuide de ellos de momento (su mujer es un desastre sin remedio, y el hermano otro que tal). Amenazando a los chinos, consigue su parte del dinero, y se lo da a una negrita a la que había acogido en su piso—al desmontarse por un golpe de la policía el tinglado de los negros que también llevaba Uxbal. La negrita tiene sus propios problemas y está en un tris de irse a Senegal con la pasta—pero quizá por un besito de despedida que le da el pequeño Mateo al dejarlo en el cole, se da media vuelta en el aeropuerto, toma una decisión moral al menos parcialmente altruista, y parece que se encargará de cuidar a los niños, no queda claro a título de qué, pero bueno, aquí la realidad oficial es puramente teórica, y la realidad del día a día es muy otra.





La película empieza como acaba, repitiendo la última conversación de Uxbal con su hija, antes de morir—le pasa el anillo de la familia, que esperemos encuentre mejor asentamiento en el futuro de la niña. Y, ya muerto, le sigue hablando en espíritu, y se reúne con su padre (a quien no conoció sino cadáver) en el más allá, en un bosque psíquico, extraído de la última foto que guardaba de su padre.  Con este más allá precario, también hecho de restos atesorados de cosas familiares, se abre y se cierra la película. González Iñárritu también dedica la película a su propio padre, otro González, un roble (aunque el bosque es de pinos). Al final, nos refugiamos de los males del mundo en los afectos familiares—aunque haya que inventarlos—y en algún más allá que construimos con cuatro palos, a falta de otra cosa, cuando la vida da para poco.




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