Leía en On the Human un ensayo de Gillian Beer sobre Darwin, en concreto sobre su idea de la diferencia sexual y ciertas interferencias victorianas en su pensamiento a la hora de teorizar sobre las capacidades relativas de hombres y mujeres. Es el "Darwin tardío" de The Descent of Man el que se discute aquí, y como observan algunos comentadores tiene un cierto tono de Darwin autobiográfico. De hecho estas conexiones entre la teoría y su contexto cultural, humano, intelectual, histórico y personal son lo que hace tan interesantes los ensayos de Gillian Beer, que como señalan en los comentarios no son en absoluto ejemplos de "constructivismo vulgar".
Me ha llamado la atención un detalle comentado por Beer. Darwin entra en polémica con John Stuart Mill, el defensor de los derechos de las mujeres, en un punto en el que Mill defiende las capacidades intelectuales de las mujeres frente a la supuesta superioridad intelectual de los hombres. Este es el fragmento del ensayo de Beer:
Now, when two men are put into competition, or a man with a woman, both possessed of every mental quality in equal perfection, save that one has higher energy, perseverance, and courage, the latter will generally become more eminent in every pursuit, and will gain the ascendancy.
The footnote runs:
J. Stuart Mill remarks ( ‘The subjection of Women’, 1869, p.122), ‘The things in which man most excels woman are those which require most plodding, and long hammering at single thoughts.’ What is this but energy and perseverance? (630)
The tone of exasperation as the qualities slide downhill in Mill’s description from energy and perseverance to plodding and one-track mind sounds as if Darwin has felt Mill’s comments as a personal affront. He has earlier, with a certain ethical self-abnegation spoken of competition, ambition, and selfishness as the ‘natural and unfortunate birthright’ of men. (629) Here, ‘natural’ seems a cover-word for social. Darwin is struggling, and the effect is to make him much more emphatic than is his wont.
El trasfondo autobiográfico es casi divertido, o molesto, a veces. Podemos imaginar a Darwin en su estudio, reflexionando sobre la superioridad de las capacidades masculinas, embarcado en su obra, mientras su esposa se ocupa de las labores del hogar, de tener la casa y a los niños en orden, y va proporcionando al sabio, sin enterarse ella, un ejemplo de la diferencia entre las labores y atenciones intrascendentes de las mujeres y la inteligencia original y creativa de los hombres. Una escena a superponer a esa célebre anotación de los diarios de Darwin en la que sopesa las ventajas y desventajas del matrimonio.
Observa Beer que la reacción de Darwin en su nota ante la observación de Mill es una de "afrenta personal". Y no es por casualidad. Creo que Darwin es muy consciente en este momento de la importancia que ha tenido para su pensamiento, y para la biología, el hecho de que él haya sido capaz de concentrarse obsesivamente en un único pensamiento, en concreto el de los procesos de la selección natural. Lo que algunos considerarían en él un rasgo de limitación intelectual, de una mentalidad de un solo carril, este continuo centrarse en una cuestión durante años y años, es para Darwin, y con el tiempo se ha hecho más consciente de ello, una señal de energía y perseverancia. Aquí Darwin presenta (casi) su logro intelectual como el producto de la diferencia sexual—producto de la diferencia de atención, de abstracción o de intensidad de concentración que son capaces de dar a una cuestión las mentes masculinas frente a las femeninas. Todo esto, claro, sin ser plenamente consciente Darwin de los condicionantes sociohistóricos de esas modalidades sexuadas de
pensamiento.
"Single thoughts", por otra parte, eran los pensamientos que tenía Darwin sobre lo que podía haber sido su carrera intelectual de haber seguido soltero, single. Temía que el matrimonio y sus condicionantes sociales dañasen su capacidad de concentración y de dedicación a la ciencia. De ahí quizá que se tomase de modo personal la expresión de Stuart Mill, "long hammering at single thoughts".
Uno de los comentadores se pregunta cómo no supo integrar Darwin en su teoría de la selección natural y selección sexual los aspectos de la inteligencia social propiamente humana, ejemplificada en las novelas de Jane Austen. El darwinismo se quedó lejos de poder teorizar el comportamiento cultural, ciertamente.
Ayer veía la película de Persuasion (la excelente adaptación de Adrian Shergold). Es Persuasion una novela casi arquetípica dentro de la tradición inglesa. Podríamos definirla como la búsqueda de una autenticidad personal en un mundo lleno de falsos ideales sociales. La autenticidad personal no está al margen de los ideales sociales, pero sí ha de definirse en el seno de esos ideales, en un proceso de maduración que lleva a distinguir la auténticamente buena compañía y sociedad de lo que pasa por ser buena compañía o buena sociedad. Anne Elliot, la protagonista casi solterona de Persuasion, rechazó al capitán Wentworth ocho años atrás, influida por los consejos desacertados de su familia. Y ahora vuelve a encontrarse con él, cuando las fortunas de él han prosperado. Ella ha madurado, ha meditado largamente sobre lo desacertado de aquella elección. Aquí también hay un long hammering at single thoughts, y se pregunta Anne por qué sus elecciones la han llevado a quedarse soltera. En este segundo encuentro Anne tiene la ocasión de enmendar su error—cosa que sucede tras unos cuantos malentendidos. Podríamos decir que en una primera fase, Anne había desarrollado un instinto social acorde con su entorno, pero equivocado en su conjunto—el tipo de instinto social que lleva a la aristocracia inglesa a la irrelevancia social y a la extinción, encerrándola en sí misma. Su segundo aprendizaje consiste en aprender que la buena sociedad tiene que integrarse con la buena vida—que los asfixiantes ideales sociales de su familia no son ni sanos, ni cuerdos, ni deseables. El premio que se lleva la heroína no es sólo el eminentemente elegible marido, sino también la propiedad familiar que todos codiciaban pero que eran incapaces de mantener precisamente por un tren de vida social insostenible e irreal.
Una lectura sociobiológica de Jane Austen (que no habría que separar de una lectura sociológica) nos llevaría pues a relacionar ideales de autenticidad personal y comportamiento del individuo en sociedad, con los ideales de viabilidad de una cierta aristocracia que está integrada en la vida productiva de un país y su lugar en el mundo—allí nos encontramos con el capitán Wentworth y su cuñado el almirante, que ejemplifican el imperio británico y la potencia naval, comercial, imperialista y militar de Inglaterra. Para Jane Austen está claro que las mujeres también hacen imperio—de un modo supeditado al de los hombres, eso sí. En Persuasion, el logro intelectual y moral de Anne es ser capaz de poner su inteligencia social al nivel que ya tenía el capitán Wentworth cuando ella lo rechazó. La palabra persuasión se asocia primero a la falsa persuasión de su familia, persuasión externa—luego a la persuasión interna, la auténtica, la persuasión que imponen las propias circunstancias y la naturaleza de las personas y las cosas, conforme el tiempo nos va abriendo los ojos.
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