sábado, 20 de marzo de 2010
Zona Verde
Película de Paul Greengrass, sobre los primeros días de la guerra de Irak, hasta que Bush proclamó prematuramente eso de que que "la guerra estaba ganada". Bourne, una vez superados sus problemas de identidad, es aquí un alférez del ejército americano, aunque suene raro eso de "alférez del ejército norteamericano". Un muchacho dedicado, vocacional, activo, honesto y directo, nada de esos soldaduchos de mucha mili tipo M.A.S.H. o Jarhead. Tiene que encontrar armas de destrucción masiva en Irak, siguiendo los planos que les han pasado la "Inteligencia" americana so-called. Y claro, no encuentra más que mierda de paloma, pues si se hubiese leído los informes de los inspectores de la ONU, que habían hecho inspecciones mucho más exhaustivas, habría sospechado ya desde el inicio que no había tales armas de destrucción masiva, y que todo era una mera cabezonada voluntaria de los llamados Halcones neocon, de Bush y Cheney para abajo, que querían chafar una pasta en armas y hacerse con unas contratas petrolíferas y de multinacionales de seguridad. Bien, esto lo sabía CASI todo el mundo, hasta yo, pero no lo quería saber Bush, ni Aznar que le tomó la palabra, ni Colin Powell, que aún lo recuerdo dando una conferencia de prensa patética en la que no se creía ni él mismo lo que estaba presentando como "pruebas" de la existencia de laboratorios de armas químicas móviles montados en camiones. La película va de la denuncia de este montaje, siendo el bueno Matt Damon/pseudo-Bourne, que descuida su trabajo inútil de inspección para investigar unas intrigas neocon para situar a su candidato-paracaidista en Irak. Se suma el alférez Bourne a un plan de un viejo agente de la CIA, que preferiría no desmontar el sistema del partido Baas y el ejército, y pactar con ellos para mantener la coherencia del país y evitar el caos. Bien, pues Bourne fracasa en su misión de captar al gran figurón J de la baraja, un general que podía ser la clave de ese pacto... pero para sorpresa suya, su traductor y aliado, Willy, un patriota iraquí, le vuela los sesos al general cuando Bourne acababa de hacerse con él y de arrancarlo a las garras de los mercenarios neocón que quieren eliminar a todo enlace con el régimen anterior (estos cuerpos especiales si no son de la Blackwater al menos se montan su guerra particular dentro de la guerra). En fin, que Willy también lleva su propia guerra, y le dice al alférez Bourne, "Vosotros no tenéis que desidi lo que pase aquí". Él sí, por lo visto. En cualquier caso, ni Bourne, ni su amigo el perro viejo de la CIA, pintan nada allí ni tienen mando ni rango ni son quién para hacer ningún pacto con el Baas ni con el ejército iraquí, claro— precisamente los acaba de desmovilizar la autoridad americana oficial, que aquí es un malo muy malo, trasunto del malo muy malo histórico y real, que todavía ahora mismo acaba de sacar un libro diciendo que bah, qué más da lo del motivo para la guerra, lo que importaba era montarla y ganarla y quitar a Saddam. Pero oye, un alférez yendo allí por libre... yo creo que más bien acabaría en un consejo de guerra, por muy honesto que sea. Ahí deriva la película en fantasía-ficción. Este alférez no se ha enterado de que está en el ejército para obedecer órdenes, está claro; no sé para qué se ha metido ahí. Bueno, total que viene a ser una historia entonces de cómo un inocente descubre los entresijos del sistema y se entera que "la democracia es engorrosa y complicada", como le dice un superior suyo, más engorrosa y complicada y sucia de lo esperado. Más que eso, ve que hay quien manipula el sistema y lo corrompe por intereses oscuros que se pierden en las altas esferas. A pesar de la reconocida falsedad de los informes, de la manipulación interesada, de las mentiras públicas, ni en la película ni en la realidad se ha juzgado a Bush ("un buen hombre" según Obama) —ni a Aznar por supuesto, ni siquiera al organizador directo del cotarro en Irak, a pesar de que sus acciones y tergiversaciones han tenido cientos de miles de muertos de consecuencia. Pecata minuta: sólo tocan a un americano muerto por cada doscientos iraquíes, y es una cuenta que al parecer aún resulta satisfactoria. A lo que voy es que la película aún podría pasar por exoneracionista: presenta todo el asunto de las mentiras y manipulaciones como si fuese un secreto que hay que sacar a la luz, un descubrimiento total que se realiza únicamente sobre el terreno, a cargo de un hombre honesto (americano cómo no). Cuando en realidad todos sabían que la guerra era precipitada, ilegal e injustificada (si nos atenemos a los inspectores oficiales de la ONU): es decir, las mentiras eran bastante más públicas, bastante más descaradas que en la película, y todo bastante más vergonzoso: una carrerilla hacia adelante emprendida entre todos, militares, servicios de inteligencia, lobbys, administración Bush, trío de las Azores, Blair et al, todos cogidicos del brazo y corriendo en plan no-te-quedes-atrás, a ver quién era el majo que los paraba, aunque el rey estuviese desnudo y bien desnudo. Bien, no le voy a hacer peros a Greengrass por hacer una película denunciando el montaje, aunque esta cuestión de limitación del punto de vista, limitación al de un ingenuo, limite también el alcance crítico de la película. Por algo se empieza. Y la película es un buen thriller, eficaz, con unas escenas iniciales impactantes, angustiantes, una cámara temblona e inquieta, una música de tambores retumbantes que no dejan el espíritu tranquilo— y un Irak totalmente creíble en su complejidad aquí simulada. Un poquito se le va la mano en el tema de las persecuciones, como tanto thriller, pero bueno, se queda uno con el ritmo, la idea de engaños y manipulaciones, y el contraste entre las calles caóticas de Bagdad y la decadencia occidental, esos falsarios de la zona verde de hoteles, ruedas de prensa y piscinas. Muy visible, no se la pierdan si les sobran unos euros.
Me encanta tu blog, ya que siempre tienes cosas muy interesantes que escribir y expresar a cada uno de los seguidores de tu blog,saludos.
ResponderEliminar... eso es porque son pocos, me temo. ¡Gracias!
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