sábado, 19 de diciembre de 2009

Case histories


Case Histories es una novela sobre traumas, insatisfacciones y misterios, de Kate Atkinson (2004). Está centrada alrededor de Jackson Brodie, expolicía y ahora detective, hombre recto y fiable, pero maltratado por la vida y por su ex, Josie. Jackson quiere con desesperación a su hija Marlee y teme perderla por su mala relación con Josie. Sueña con jubilarse y va resolviendo sus casos, un poco por azar y un poco por intuición, mientras oye Emmylou Harris; al final, tras recibir varias magulladuras más de la vida, hereda una fortuna de una anciana de gatos a la que ayudaba a veces. Claro que tiene que evitar las asechanzas del malvado sobrino que esperaba heredar él, pero lo consigue con la ayuda de su amigo el negrazo Howell. Con esto Jackson se jubilará y hará el viaje que soñaba hacer a Francia, en compañía de dos de sus clientas, hermanas que pierden las bragas por él, Amelia y Julia Land. Y el peligro de que Josie se llevase a Marlee a vivir a Nueva Zelanda se conjura más o menos...

Dos misterios o casos abiertos resuelve Jackson y otro no, antes de cerrar su garito y vendérselo a su antipática secretaria. Resuelve el misterio de la desaparición de Olivia, hermana pequeña de Amelia y Julia, treinta y cuatro años antes, en 1970 (—dormía en el jardín con su hermana Amelia, y se volatilizó sin más, llevándose a su muñeco Ratón Azul). Resuelve también Jackson el asesinato de Laura Wyre, hija de su gordo cliente Theo, a manos de un misterioso demente que la acuchilló en la oficina en 1994. No resuelve el paradero misterioso de Michelle, la hermana de su clienta Shirley, aunque casi se da de narices con el coche de ella mientras huía del malvado sobrino. Que acaba en la cuneta por culpa de Michelle.


Cada caso se resuelve tirando de hilos mal tirados antes. Ha muerto Victor, el antipático padre de Amelia y Julia. Estas casi celebran su muerte, y Jackson asiste a una parodia de funeral. Al visitarle en su lecho de muerte y remover la casa, ha aparecido el misterioso Ratón Azul escondido en su escritorio. Así que le encargan a Jackson que investigue. En realidad Amelia calla un recuerdo mal suprimido de abusos sexuales de Victor a una cuarta hermana, Sylvia—que ahora es monja. Y es entrevistando a Sylvia como Jackson desvela la verdad—fue Sylvia, la víctima de abusos—y mala cabeza—la que asfixió a la pequeña Olivia por imprudencia, intentando hacerla callar. Y Victor, peor cabeza, la enterró en el jardín de la vecina—la de los gatos—intentando evitar sin duda una investigación a fondo.

A Laura Wyre no la mató un demente al azar, ni nadie que buscase a su padre. La mató un chiflado que se había enamorado de ella y la venía siguiendo. Pero para dar con él hubo que dar con la única que sabía la historia, la ex mujer de un profesor de Laura al que fue a visitar un par de veces. Y para saber de esas visitas había que entrevistar a una compañera de clase que es la única que lo dice, y localizar a la ex después de ver que no daba nada la visita al profesor (que había intentado propasarse con Laura).

Michelle cambió de identidad tras años en la cárcel. A la que fue por asesinato de su marido, a hachazos, delante del bebé—en un momento de tensión de pareja. Al menos eso creemos al leer la primera versión del asesinato... pero hay truco, el narrador nos oculta arbitrariamente la verdad, que es que por mucho que le tentase a Michelle darle un hachazo a su marido, quien se lo da efectivamente es su hermana Shirley, la que será clienta de Jackson, que pasaba por allí, ve la pelea y resulta extrañamente resuelta a la hora de cargarse al cuñado. Será Michelle quien cargue voluntariamente con la culpa, dejando a su bebé para que lo críe Michelle... Pero este caso queda sin resolver, y Jackson no descubre ni dónde está Michelle, ni el paradero de su bebé desaparecido. Michelle está huyendo de su boda con un aristócrata campestre, escapando preñada y en su Mercedes, posiblemente fugándose con el párroco. Si todo pega, su primer bebé debe ser ahora una joven mendiga callejera que acaba de compañera de piso del gordo Theo, a quien ha salvado de un ataque de asma.

Se ve que las historias de los personajes se tropiezan por azar—Binky Rain, la anciana de los gatos, es vecina de los Land; el mercedes de Michelle (ahora Caroline de momento, huyendo de su nueva vida para empezar otra más) manda a la cuneta al sobrino de Binky—; unos capítulos narran preliminares, cuando comenzó el caso (1970, 1979, 1994) y los capítulos de Jackson lo llevan de un cliente a otro y un caso a otro. El caso de Shirley/Michelle lo deja por ética, habiéndose acostado con la primera sin saber que estaba casada. Los demás se resuelven bien; Jackson es un varón castigado y eficaz que gusta a su autora tanto como a las Land. De éstas una parece destinada a ser pareja nueva de Jackson, la actriz Julia. Amelia es menos atractiva y se intenta suicidar por su asco de vida y su falta de esperanzas, pero de repente se convierte al nudismo y a la bisexualidad, y oye, una revelación. Tampoco resuelve todos los traumas pendientes—Jackson lleva un par más a cuestas, el asesinato de su hermana y el suicidio de su hermano— sino que deja al lector en la posición de ver cómo se va rehaciendo la vida a medida que se van dejando atrás mal que bien. Pueden resurgir cosas inesperadas del pasado, sin embargo, que alteren el equilibrio precario—como ese Ratón Azul.

Al final acaban todas las historias demasiado unidas, quizá, con lo cual la novela se va haciendo no sólo más convencional (de detectives) sino también más novela a medida que avanza. Comienza como una colección de cuentos, con capítulos relativos a cada caso, que podrían ser perfectamente independientes, y esta transformación e integración gradual, aunque sea en dirección a lo convencional y al argumento bien trabado—demasiado bien trabado parece, después de haber empezado tan suelto— es el aspecto más interesante de su estructura narrativa. Las experiencias de desengaño ante la vida y escepticismo de Jackson también valen lo suyo—y en conjunto la novela se lee muy bien y hay herencia al final, aunque haya traumas inconclusos y malos que queden sin castigar.

Lo esencial es no dejar que crezcan los problemas y mantenerlos en dimensiones tratables. A Jackson le han dejado una herencia, pero a condición de que se ocupe de todos los gatos de la anciana Binky Rain. No intenta escapar Jackson a su responsabilidad—pero, se dice, lo primero que voy a hacer va a ser contratar a alguien para caparlos a todos.

Michael Clayton

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