Sólo el PP de entre los partidos parlamentarios mantuvo relativamente despejada la mente, rechazando este despropósito. Pero se les tildaba de extremistas y cavernícolas a quienes no se subían al carrito del proceso liderado por los batasunos y Zapatero.
Luego volaron el párking de Barajas los terroristas, y aún seguía el gobierno perdiendo el culo por negociar con ellos. (Ya recordarán: "El proceso lo ha roto ETA" —es decir, "nosotros no"). Al final, a pura fuerza de tiros y bombas, sí cambiaron de política, con gran pesar. Se dio vuelta al timón, se volvió a las declaraciones de que a los terroristas había que encarcelarlos, se asumió la postura del PP sin reconocerles su coherencia en ningún momento, y, con nuevas consignas, "todos los demócratas juntos" como si aquí no hubiera pasado nada. Todo lo más declaró el impagable Blanco que "hemos aprendido mucho" de este episodio—aprendido lo que ya tenían que saber, los inútiles de ellos. Un episodio vergonzoso de la historia de la política española, uno que da la medida no sólo del talento y criterio de nuestro gobierno, sino de medio país o tres cuartos que lo siguió entusiasmado en este asunto, ciegos guiando a ciegos.
¿Que por lo menos ahora sí van todos juntos? Vale, genial. Bueno, lo de todos juntos es un decir, porque el PNV y otros nacionalistas han seguido clamando por los favores especiales a los terroristas. De hecho ha salido a la luz (por si estaba sólo en la penumbra) que con el PNV la policía vasca tenía órdenes de no perseguir a etarras: o sea que no era por casualidad por lo que no detenían a ninguno, como veníamos pensando. Esto es terrorismo de estado, claro, de estado vasco, pero en este país todo tiene un pasar, y los criminales de guante blanco se van librando, cuando no suben como la espuma.
Hasta el Tribunal Constitucional ha corrido a deshacer una sentencia que impedía a los proetarras presentarse a las elecciones europeas. Ahora resulta, claro, que los proetarras no condenan los atentados de la Eta, diga lo que diga el Constitucional, porque cuando dicen que "rechazan la violencia" así en general y en abstracto, se refieren por supuesto a la violencia institucional de la policía y el Estado. Lo raro es que esta pandilla encuentre avales nada menos que entre los supuestos garantes del sistema—los prohombres y promujeres del Constitucional, los mismos, claro, que nos van a contar que España es un conjunto de naciones en disolución, por obra y gracia de sus propias acciones. No me extrañaría que el propio Tribunal Constitucional sacase un comunicado de condena del atentado terrorista de Arrigorriaga—por si caben dudas de dónde ponen la raya en su apoyo a los etarras.
Es un país éste con poco sentido de sí, y con poco criterio. Posiblemente pronto pase a ser ya sin remedio varios países mal avenidos, y también con poco criterio. La falta de criterio sigue exhibiéndose, con gobierno y oposición en pleno, y con todo el arco parlamentario y los medios de comunicación, incluido éste. Porque es lo que hay, es la atmósfera en la que vivimos.
A lo que voy es que no debería haber ocasión de escribir estos comentarios sobre la Eta y las reacciones políticas a la Eta, si las reacciones políticas fuesen las adecuadas. Por suerte ya no les ofrecen mano tendida y diálogo y concesiones institucionales, algo es algo. Pero en cambio les ofrecen la dignidad de un enemigo respetable. Y temible es en España el separatismo, pero sólo porque es por allí por donde falla el sistema y la confianza propia.
Que una banda de mafiosos y asesinos maten y extorsionen, es lo normal. Para eso están, y no merece la cosa mucha mayor valoración ni comentario. Se les identifica, se les detiene, se les juzga, y a la cárcel—mucho tiempo, hasta que desaparezca la memoria. Eso es lo normal. Pero aquí no pasa lo normal. Sí pasa cuando los mafiosos son traficantes colombianos, o matones de barrio ajustando cuentas. O cuando unos atracadores matan a un joyero. Entonces no salen los parlamentos en pleno a hacer declaraciones, ni los ayuntamientos a convocar minutos de silencio, ni nada de nada. Se actúa con normalidad, con la normalidad que merece un enemigo de la sociedad normal. A chirona, y punto, no comment. Con la Eta, no: se hacen grandes promesas, declaraciones de desdecimiento implícito de lo que en otros tiempos se dijo, se observan unos a otros a ver si estamos en el mismo barco, etc. etc. Cada vez que el capitán se pone tan nervioso, señal es de que el barco se hunde, y de que cualquier pelanas con una pistola o con una navaja le puede tocar la línea de flotación.
Más normalidad, por favor, y más criterio. Que los asesinos asesinen no es noticia. Que se altere todo el país por eso, sí que lo es, por desgracia. Más eficacia, y menos declaraciones de condena que no hacen sino engrandecer a quien no merece ser sino muy insignificante. Pero los insignificantes de verdad son los políticos que así actúan, y los periodistas también, y hasta la ciudadanía bien intencionada: todos con un criterio casi infaliblemente confundido—certeramente erróneo—en lo que a tratar con terroristas se refiere.
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